Todo lo que podía salir mal, salió. Y más. Plantilla prácticamente nueva, con Pablo Ferreiro, Zach Monaghan y Larry Abia como únicos supervivientes del curso precedente. El Mago de Palatine ofreció, debido a varias lesiones, su versión más low cost. El alero valenciano sólo pudo jugar ocho partidos tras destrozarse una rodilla en el último partido de los playoffs 17/18, el quinto de la serie de cuartos final ante el Maresa.
Varios de los fichajes tampoco aportaron lo esperado. Algunos ni acabaron la temporada. Jonathan Araujo se fue –por decisión propia– a principios de febrero. Adjehi Baru duró –por bajo rendimiento– 10 partidos; Axel Louissant, cinco más, por idéntico motivo. Así, fueron llegando Víctor Serrano, Jeff Xavier y el ilustrísimo veterano Andrés Miso, quien dejaría la disciplina naranja al mismo tiempo que Araujo y sin haber aportado nada del otro jueves.
Tan mal fueron las cosas que hasta uno de los destacados del equipo, Michael Uchendu –un jovencísimo pívot de enorme proyección y cedido por el Obradoiro–, fallecería poco después del final de la campaña en un accidente náutico en su Brasil natal.
Hasta 16 jugadores pasaron por las manos de un Gustavo Aranzana cuyo baloncesto old school –por calificarlo de una manera amable– seguía sin convencer a la afición herculina. Si en el curso 17/18 acabó funcionando porque encajaron las piezas y no hubo sobresaltos en forma de lesiones o deserciones, en esta ocasión el rompecabezas resultó imposible de resolver.
La victoria (95-90) ante el Valladolid en la jornada inaugural resultaría ser un mero espejismo. La segunda no llegaría hasta el undécimo encuentro, en el Palacio de los Deportes de Riazor ante el novato Real Canoe (85-59), con cinco jugadores naranjas en dobles dígitos en anotación.
Atrás, bastante atrás, quedaba el peor arranque de la historia del Basquet Coruña, el 1-7 de la temporada 15/16. Entonces, el equipo, dirigido por Tito Díaz, se recompondría de manera magistral y acabaría firmando un temporadón, en el que estuvo a 40 minutos –en casa contra el Melilla– de meterse en la final de los playoffs de ascenso a la máxima categoría nacional.
No obstante, un rayo no cae dos veces en el mismo, y el Gordo de Navidad raramente le toca dos veces a la misma persona. Aunque sí hubo reacción, inmediata, con cuatro victorias más enlazadas tras la conseguida contra el Melilla en la úndécima jornada, el 1-9 del inicio resultaría una losa demasiado pesada.
Porque lo cierto es que, después de esta serie de cinco éxitos encadenados, la marcha del Leyma fue bastante regular. Pero con los naranjas siempre demasiado alejados de la novena posición, la última con el premio del billete para los playoffs. Lo más cerca que estuvieron en el último cuarto de la fase regular fue a cuatro victorias, con el doble de partidos por jugar.
A falta de cinco compromisos –y a pesar de una gris victoria contra el filial del Barça (58-49)– se confirmaron matemáticamente las vacaciones anticipadas, ya que el noveno clasificado en ese momento, el Valladolid, aventajaba en un póker de triunfos a los de Aranzana, y además los superaba en el averaje particular.
Aunque lo cierto es que el hecho de que este Leyma no entraría en los cruces de postemporada fue algo asumido desde muchísimo antes.
A pesar de la evidente decepción, el conjunto naranja no se dejó ir y terminó la campaña con tres victorias consecutivas. Una de ellas, en su pista talismán a domicilio, el pabellón Barris Nord de Lleida, en esta ocasión por 88-90 y con Jeff Xavier (19 puntos) y Mirza Bulic (18) al mando de las operaciones.
El escolta caboverdiano calcó esa anotación en el triunfo por 76-82 en la cancha del Araberri vitoriano, el último encuentro del curso, de Aranzana como entrenador del Leyma y, desgraciadamente, de la carerra de Uchendu, uno de los tres únicos que disputaron los 34 partidos. Los otros fueron Bulic y el escolta Ty Sabin.