Los millones del Sky (ahora Ineos), el mantra de los haters para desprestigiar las victorias del súper equipo británico. Desde el primer Tour de Wiggins hasta la irrupción de Bernal hace dos años, pasando por la tiranía de Froome y la transición con Thomas, todos sus triunfos se han cimentado en una fuerte estructura de gregarios, los mejor pagados del pelotón. La antipatía hacia ese modelo es evidente entre aficionados, algunos medios de comunicación e incluso rivales.
El tren de montaña, esa táctica tan criticada en el ciclismo moderno, no lo inventaron en La pérfida Albión. La patente es estadounidense, sello US Postal, que convertía escaladores en sicarios para reventar pelotones y lanzar a su líder desde la base de los grandes puertos hasta el podio de París. La cosa no les salió nada mal. Ganaron siete Tours con un tal Lance Edward Gunderson –igual por Armstrong os suena más–, pero en el palmarés oficial no tienen campeón, un detalle menor.
Ineos (antes Sky) es una versión moderna y menos sanguinaria. Y en su relato ha vendido como nadie las marginal gains (ganancias marginales), los pequeños detalles, como el control de los números a través de unos cacharros que los ciclistas llevan enganchados al manillar, con una pantallita que les dice los vatios que mueven sus piernas y su corazón, que les sirve para conocer los límites de su cuerpo, para saber cuándo pueden atacar y cuándo se deben regular.
Los millones, el tren de montaña y la calculadora funcionaron para Bernal en el Alpe de Mera, duro final en la etapa 19 del Giro, casi diez kilómetros al 9% de pendiente media en la Valsesia, valle piamontés que conduce hacia el imponente Monte Rosa. El líder de la carrera, menos capo tras la crisis del miércoles en Sega de Ala, se agarró a sus gregarios de lujo, el vasco Castroviejo y el colombiano Dani Martínez, y minimizó las pérdidas con Simon Yates, valiente y saltarín ganador en la cima.
Simon dice que a trabajar y sus BikeExchange le hicieron caso, poniendo un ritmo alto que condenó a la fuga en el terreno subibaja alrededor de los lagos Mayor y Orta. Le dieron continuidad los Deceuninck, pensando en el triunfo parcial y las remotas opciones de podio del portugués Almeida. Tensaron tanto la cuerda los belgas que por un momento descolgaron a Martínez, falsa alarma para Ineos y Bernal, que recuperaron a su hombre clave para la subida final.
Almeida y Yates no esperaron a nadie en el Alpe de Mera. Saltaron del grupo en los seis últimos kilómetros de ascenso, por delante todavía lo más duro. El líder no se puso nervioso, tampoco cuando se marcharon Caruso, segundo en la general y su mayor rival para la contarreloj de Milán, Vlasov y hasta Bennett. Castro puso el ritmo adecuado y Martínez tomó el relevo con un puntito más. Entre los dos apagaron varios focos del incendio. Y por delante ya sólo quedaba Yates.
El modelo del Ineos y el estado de forma de Martínez, uno de los cuatro o cinco hombres que más suben en el Giro, redujeron el duelo entre Simon y Egan hasta los dos kilómetros finales, como el de Indurain con Ugrumov en Oropa, el Giro del 93. Entonces el campeón navarro iba sin compañeros y Echavarri le pedía tranquilidad a gritos y con la cabeza por fuera de la ventanilla del coche. Era otro ciclismo.
La diferencia, siempre entre los 20 y 30 segundos, no fue más allá. Bernal perdió 28 con Yates (más seis de bonificaciones), pero mantiene cierto margen en la general (2:49) y ganó unas migajas sobre Caruso (2:29). El sábado tendrá que defender su renta en los Alpes suizos, con el interminable Paso San Bernardino (1ª), 23,7 kilómetros al 6,2% de pendiente media, y el Paso del Spluga (1ª), frontera con Italia, 8,9km al 7,3%, ambos por encima de los 2000 metros. La meta está situada en el desconocido Alpe Motta (1ª), 7,3km al 7,6%.
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