El trabajo de los últimos años en Abegondo sigue dando sus frutos. El Fabril se actualizó ayer en Segunda RFEF con el partido pendiente en San Lázaro, campo que a todos los deportivistas de cierta edad nos evoca a un desastre finalizado con un 4-0. Con un desconocido Passi reencarnado en Mauro Silva, José Ramón pasando por encima de su hermano Fran y el rocoso trío defensivo formado por Villena, Bellido y Tocornal emulando al triunvirato Voro-Djukic-Ribera.

Ahora, treinta años después, es el filial deportivista el que golea en San Lázaro, que es a lo que vine a hablar en estas líneas. El éxito y la validez de la gente de la casa están ahí. La apuesta por la cantera, y no solo en el césped, viene desde hace bastante más tiempo de lo que algunos piensan. Desde que las telarañas desaparecieron de la caja fuerte con el adiós del César del deportivismo. Y esa apuesta tiene dos nombres bien definidos: Albert Gil y Fran González. Los resultados de hoy vienen, sin duda, del trabajo iniciado por ellos. De la capacidad del barcelonés para captar talento más allá de Pedrafita. De los métodos del ribeirense para curtir y foguear a los chavales desde temprana edad, como la creación de los Fabriles y los San Tirsos.

Manuel Pablo sacó un once en San Lázaro con tres juveniles: Guerrero, Manu Ferreiro y Samu. Los dos primeros marcaron. El segundo firmó un golazo desde 60 metros. Pablo García y Noé, también juveniles, son habituales aunque están lesionados. Todos siendo importantes en un equipo que gana por 0-3 al Compostela y que lucha por subir a la categoría en la que jugó el primer equipo los últimos cuatro años.