Del relato verdadero al show business
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Speakers que silencian el grito de gol de los aficionados. Anuncios que opacan el rugir de la grada ante el lanzamiento de un saque de esquina. Concursos patrocinados en los descansos. Todo, absolutamente todo en el fútbol actual, va encaminado sin remisión a un negocio sin ningún tipo de límites, el show business.

 

Los últimos ecos nos llegan desde Italia. En la foto que ilustra este artículo, los hinchas del Milan protestan contra la afrenta de la propiedad a sus colores. A los dueños (estadounidenses) del otrora capo del fútbol italiano —a Berlusconi se le ocurrieron otras ideas censurables, aunque las lanzaba en su canal de televisión, no en su equipo de fútbol— se les pasó por la cabeza en algún momento que era un plan estupendo diseñar una cuarta equipación sin ningún vínculo con el pasado, con la ciudad, con su región, con su gente o con cualquiera de sus colores identificativos pero "inspirada en los colores panafricanos, celebrando la excelencia negra y promoviendo los conceptos de unidad y progreso".

 

Reconozco, y lo hago con orgullo, que fui uno de los ideólogos de aquella (preciosa) camiseta de franjas horizontales a la que algunos culpan del descenso a Segunda B. La diferencia es que en ella, más allá de gustos y disgustos, había un sentido, un relato verdadero, unido a esta tierra, a sus orígenes y a su pasado. Uno, desde hace tiempo, percibe que la llegada de propietarios norteamericanos va camino de liquidar la esencia del fútbol europeo. Ellos, acostumbrados a vender su franquicia al mejor postor para que la cambie de ciudad y a ver a cada aficionado/consumidor sentado en su butaca con sus nachos, refresco y hamburguesa, no entienden que esto es mucho más que un simple espectáculo.

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