¿Existen motivos reales para confiar en el Deportivo? ¿Es lógico que haya temor al Eldense? ¿Es normal que la permanencia pueda estar más cara que nunca, otra vez con el Dépor enmedio?
La afición deportivista se hace estas preguntas y otras muchas más. Porque los blanquiazules no acaban de ponerle el cascabel al gato. Cada partido en Riazor es lo más parecido a una tortura que puede ofrecer el fútbol. Ya no solo porque en un alto porcentaje de partidos de este (bien) llamado fútbol moderno muchos equipos —aunque más correcto sería decir “muchos entrenadores”— tiran por el retrete la primera mitad y parte de la segunda. Al deportivismo lo que le interesa, más allá del nivel del espectáculo, es ganar. Y si el espectáculo en muchas ocasiones es pírrico, el balance de resultados del Deportivo como local aún está más abajo.
El equipo sigue ofreciendo arranques de furia, momentos de franca superioridad sobre sus rivales. El gol está en manos de un puñado de chavales a los que hay que dar tiempo. Unos días enchufan cinco y otros fallan diez. Paciencia. También confianza.
El miedo al Eldense está más que justificado. Recuerda horrores al Deportivo de Fernando Vázquez, Sabin Merino y Emre Colak. Lo que hay que matizar es que hay otros ocho equipos enmedio. Esa es la parte positiva, porque algunos apestan a fiambre.
Lo del previsible alto precio de la permanencia ya entra dentro de los sucesos paranormales. Ha resultado tantas veces perjudicial para el Deportivo que asusta verse sumergido en ello de nuevo.