El Deportivo Liceo ya está de vacaciones. La remontada se quedó a medias. Después de igualar un 0-2 en contra con dos victorias para la esperanza en Riazor, cayó en el quinto y definitivo partido. El factor cancha llevó al Noia en volandas y el peso de la historia y las estadísticas acabó con la resistencia del equipo coruñés. Digno semifinalista, despidió una temporada de menos a más: sin Copa del Rey por vez primera en 18 años, fue capaz de levantarse para jugar los playoffs. Hay brotes verdes, pero no fueron suficientes para competir por el título. 

Si el Liceo se generó sus opciones en los dos primeros partidos de la serie en el Ateneu Agrícola de Sant Sadurní, en el quinto, el tercero como visitante, no estuvo tan cerca. Y eso que se adelantó en el marcador, pero el 0-1 duró diez minutos. En la segunda parte no pudo contener el aluvión del Noia, sólido como una roca, letal en las transiciones y con un punto de fortuna en dos de los cuatro goles.

El equipo catalán jugará ante el Barça la primera final de la OK Liga desde 2003, curiosamente la misma temporada que remontó un 0-2 en contra en la primera eliminatoria de los playoffs y también con Pere Varias en el equipo, entonces jugador y ahora entrenador. Sólo el Igualada en 2004 fue capaz de repetir la hazaña. El Liceo, por contra, encajó la sexta derrota en nueve quintos partidos y la séptima consecutiva en el Ateneu, su nueva pista maldita.

Sospechosos habituales

Los dos técnicos apostaron por el mismo cinco inicial que el pasado domingo en Riazor. En el Liceo, los sospechosos habituales: Martí Serra bajo palos, Sito Ricart, Fabri Ciocale y los capitanes Dava Torres y César Carballeira, insustituibles. El Noia repitió alineación titular por vez primera en la eliminatoria: Blai Roca, Aleix Esteller, Toni Salvadó, Jordi Bargalló e Iván Morales.

Salió el equipo local con una intensidad no vista en A Coruña, pero de sobra conocida, la misma que ofreció en los dos primeros encuentros en el Ateneu. El apoyo de su gente saca una versión con más colmillo y vertiginosa.

Sufrieron los de verde y blanco, pero resistieron apoyados en Serra, un auténtico muro de carga que lo soportó (casi) todo: más de quince tiros a puerta en una primera mitad teñida de rojo y negro. Avisó pronto Esteller, el capitán cavista, que cazó un rechace y picó la bola ante Martí, pero salió lamiendo el larguero. El portero liceísta respondió también a un palazo de Salvadó con el casco y otro del mito Bargalló. 

El Noia no aprovechó sus ocasiones y el Liceo embocó la primera que tuvo. En una rápida transición pilló a la defensa local en el baño y sin papel. César asistió a Dava, que definió completamente solo con un lujo: la levantó ante Roca y luego se la picó por encima de la cabeza. Un golazo, el número 12 del capitán en siete partidos de los playoffs. Nadie ha marcado tantos como el capitán en las eliminatorias.

Tiempo muerto 

Ninguno de los dos equipos se había adelantado en las semifinales jugando como visitante. 0-1. Buen presagio. O no. Copa pidió tiempo muerto, quizá para dar aire a los suyos o porque sabía que algo no iba bien.

El parón dio paso a otro palazo de Salvadó y otra parada de Serra. El Liceo encontró la manera de correr, Bruno probó a Roca con dos ocasiones y, en la segunda, Guido Pellizzari se encontró con un rechace que no supo remachar. Fue un espejismo.

La segunda unidad del Noia tomó el mando. De área a área, Martí Gabarró patinó como un rayo y emuló a Dava, pero el tubo evitó el 1-1. Apareció de nuevo Serra para frustrar los intentos de los ‘Xavis’, Costa y Rovira. A la enésima llegada, el propio Costa firmó el empate con fortuna: el portero despejó la primera bola, pero no pudo con la segunda, que se le coló entre las piernas. Diez minutos duró la ventaja del Liceo.

Otro tiempo muerto y Copa pidió calma: “Estamos 1-1,  tranquilos, cabeza...”. El partido no se calmó y el equipo catalán insistió, pero ahí estaba Martí para salvar dos remates a bocajarro de Morales antes del descanso. 
 

Ocho minutos letales

El paisaje empeoró tras el descanso. Una acción de César ante Roca fue el último acercamiento liceísta antes del decisivo arreón del Noia. El primer susto fue un gol fantasma de Costa –la bola pegó en el larguero y en la línea– y Copa volvió a detener el juego.

Aceleró de nuevo el equipo local. Y apareció el genio Bargalló para ejecutar a su exequipo, primero con otro gol afortunado –Martí la sacó de dentro– y luego con una brillante conducción que acabó en asistencia a Morales. Se descosió el partido y remachó Salvadó, también en transición. Tres goles en ocho minutos definieron la serie. 4-1.

El Liceo, fiel a su ADN y a su historia, lo intentó hasta el final, pero con más corazón que cabeza. Se dio contra una sólida pared y acabó por entregar las armas noblemente. Se termina una temporada sin éxitos, pero acaba mejor de lo que empezó. Los pilares están puestos. Ahora toca reconstrucción. Otra vez. Y lo que viene promete.