Juan Carlos Copa Quiroga (A Coruña, 1970) es un hombre tranquilo. Nadie diría que su equipo, el Deportivo Liceo, está contra las cuerdas: 0-2 en las semifinales de la OK Liga contra el Noia, necesita ganar mañana el tercer partido de la serie (20.30 horas, Palacio de Riazor) si no quiere irse de vacaciones anticipadas.
Durante media hora larga de charla, el entrenador coruñés se muestra analítico y calmado. No rehúye a preguntas incómodas. Es la experiencia que le dan los años en los banquillos, siete como máximo responsable del Liceo y, a falta de la firma, su renovación se da por hecha, pero antes tiene una misión: llevar al equipo verdiblanco a otra final.
¿Cuántas veces has visto los partidos del Ateneu en vídeo?
Bastantes. Después del partido del viernes, el sábado ya nos pusimos a preparar el del domingo con todo el staff y el mismo domingo, después del segundo, aproveché después de comer, en el autobús, camino del aeropuerto y también en el avión para ver los vídeos. He visto varias veces los dos partidos, el que de liga regular que jugamos hace poco en Riazor y también alguno extra del Noia como visitante en el que les hayan competido bien o haya pasado algún problema.
¿Tienes tiempo para desconectar?
Ahora mismo no puedo. Pienso en hockey el 100% de mi tiempo. Ya tendré momentos para descansar, pero he encontrado ese estado de tranquilidad que me ayuda mucho en el día a día. Se dice que la experiencia no te la dan los años, sino las horas de vuelo y yo me he visto en muchas de estas. Es lo mejor que puedo ofrecer a mis jugadores: estar tranquilo para tomar las decisiones correctas e intentar ponerlos en ventaja dentro de la pista…
Pienso en hockey el 100% de mi tiempo, pero en un estado de tranquilidad
¿Duermes bien?
Sí. En casa me ayuda mucho mi mujer [Begoña], que también me aporta tranquilidad.
¿Qué te dice?
Estos días hablamos poco. Después de cada partido me escribe un emoticono, que ya sabemos cual es (risas). Poco más. Sabe que en estos momentos necesito estar tranquilo para centrarme en el hockey con mi ‘staff’, sobre todo con Gudy [Marc Godayol, preparador físico y su mano derecha en el banquillo], con el que pasó prácticamente las 24 horas del día.
¿Y tu hijo?
Jacobo [jugador del Dominicos e internacional sub-19] está metido en la EBAU y ya tiene bastante con lo suyo. Mi casa es ahora mismo como una serie de Netflix (risas). Hay un espacio para la EBAU y otro espacio para el hockey. Y en el medio está mi mujer, que tira más hacia Jaco porque yo difícilmente puedo ayudarle.
Volvamos al hockey, ¿qué le ha faltado al Liceo para sacar una victoria en el Ateneu?
Siempre hablo de la contundencia en las áreas. Es vital. En la propia, por la solidez defensiva y para estar dentro del partido. Y en la contraria porque cuando estás acertado haces mucho daño. También entra la suerte, como en el segundo partido, que tuvimos cuatro palos.
Y el rival, que también juega.
El Noia está en su año. Invicto en casa, sólo ha concedido dos derrotas fuera y es un equipo muy fuerte, intenso y físico. Nos parecemos en muchos aspectos: los dos vamos duros al choque, pero nobles. Se nota una base de respeto importante entre los jugadores y el cuerpo técnico. Está siendo una eliminatoria apasionante desde el punto de vista del entrenador, pero nos falta disfrutarla un poquito más y eso le estoy diciendo a los jugadores, que la disfruten, pero que también tengan esa personalidad y carácter para sacar adelante el partido de mañana.
Esta siendo una eliminatoria apasionante, pero nos falta disfrutarla un poquito más
¿Hay motivos para creer en la remontada?
Riazor es el motivo número uno. Somos un equipo muy fuerte en casa por la pista y la gente. Esa atmósfera y esa energía nos hacen mucha falta. A partir de ahí, tenemos que visualizar bien dónde estamos teniendo problemas, que ya lo hemos detectado, pero Riazor es el aspecto fundamental.
Y el ADN del Liceo, ¿cómo se explica?
¿Cómo se explica lo del Real Madrid? Esto no es de ahora, es la historia del Liceo y está ahí desde hace muchos años. Aquí no se rinde nadie hasta la última bola y cuando peor estamos es cuando sacamos ese ADN que se ha transmitido de generación en generación.
Una buena muestra fue el final del primer partido en la eliminatoria: pasasteis del 3-0 al 3-3 en 150 segundos.
El 3-0 no era normal, no reflejaba lo que estaba pasando sobre la pista. Y ahí emergió eso de lo que hablamos: lo sacaron Dava [Torres] y César [Carballeira] para marcar nada más sacar de centro, luego Fabri [Ciocale] y Bruno [Saavedra]. Yo veía las caras del Noia y pensé que nos podíamos llevar el partido, o como mínimo llevarlo a la prórroga. Era el día. Lo tuvimos ahí hasta que apareció Jordi [Bargalló].
César y Dava son los dos capitanes, los exponentes y máximos goleadores de este Liceo, pero entre los dos sólo le han hecho un gol al Noia.
Todo el mundo hace su ‘scouting’, en una semifinal de la OK Liga el nivel de exigencia es muy alto y el Noia ha encontrado la manera de tapar esa conexión. Por eso he insistido durante todo el año que no podemos depender de sólo dos jugadores, pidiendo un paso adelante de los demás. Sabía que podía llegar este momento, pero mañana vamos a intentar buscar esa sociedad de otra manera.
Los errores groseros nos están costando goles, penalizan muchísimo
¿Te has guardado alguna carta para Riazor?
Durante todo el año trabajamos muchos registros tácticos y aún tenemos algo para sacar, pero cuando juegas tantas veces seguidas no tenemos tiempo para entrenar otras situaciones y es difícil sorprenderse. Creo que va a depender más de los duelos individuales, de lo acertados que estén los jugadores, y de tres aspectos que me preocupan mucho y tenemos que recuperar ya: la solidez en defensa, el orden en ataque y jugar a lo que sabemos. Ahí somos un equipo muy difícil de ganar y no lo estamos consiguiendo. Ya nos pasó en la segunda parte de Voltregà, que fue un partido a cara o cruz. Allí nos salió cara, pero necesitamos recuperar ese trabajo grupal. Y es clave no conceder errores groseros, como les llamo yo, que nos están costando goles. Siempre hay errores, pero los groseros penalizan muchísimo. En una eliminatoria tan igualada marcan mucho, como también marcan las tarjetas azules.
¿Lo dices por las dos que recibió Bruno Saavedra en el Ateneu (una en cada partido de la serie)?
Sí. Él sabe que no hay nada que decir ante las azules del fin de semana. Es un jugador que está en formación y estamos trabajando con él, tanto los capitanes como yo, porque es algo que tiene que mejorar. Aceptamos el castigo, pero creo que no le deben tratar distinto porque tenga 19 años y se le mira con lupa. Las faltas y azules que le hacen a él también se pueden pitar.
¿Y la de Voltregà? (Bruno recibió una azul por golpear una valla con el stick en la celebración del 3-5, su primer gol en los playoffs)
Esa fue una broma. El chico venía de hacer una primera parte no muy buena, lo sabía y estaba jodido. Hizo un golazo, en sus primeros playoffs y después de estar seis meses parado. Creo que fue un golpe de rebeldía contra él mismo, como diciendo aquí estoy, en el contexto de un partido muy importante para nosotros. Detrás [de la valla] no había nadie.
No deben tratar distinto a Bruno porque tenga 19 años, se le mira con lupa
¿Presión para los árbitros?
Yo no meto presión a nadie, es una realidad. Como los 16 minutos que pasaron para que nos pitasen la décima falta en el segundo partido del Ateneu cuando somos uno de los equipos más verticales de la liga.
Volvamos con Bruno, ¿te sorprendió su impacto tan inmediato en el equipo?
Yo tenía claro la clase de jugador que es porque lo llevo viendo toda la vida en A Coruña [fichó por el Liceo procedente del Dominicos, donde compartió equipo con su hijo Jacobo]. No me sorprende porque tiene un físico poderoso, carácter y ADN de aquí y, sobre todo, mucho descaro. Lo que sí nos ha sorprendido es cómo ha vuelto después de seis meses parado por lesión. Como si nada.
El último partido ya salió en el cinco titular y lo rodeaste con César y Dava.
Es cierto que últimamente lo estoy metiendo más con César y Dava, pero también es capaz de liderar una segunda línea. Nos da cualquiera de las dos versiones y es muy polivalente en ataque: puede jugar por fuera y por dentro, tiene un buen uno contra uno... De momento son pinceladas y hay cosas que tiene que mejorar, pero nunca le vamos a quitar ese descaro que le hace ser el jugador que es, un jugador diferente al resto.
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Copa confía en la respuesta de la afición liceísta para el decisivo partido de mañana y, como declarado apasionado del baloncesto, no cree que el ‘efecto Leyma’ le haya restado exposición al Liceo. Se alegra sinceramente por el ascenso del equipo naranja y especialmente por su colega Diego Epifanio.
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