El Deportivo pecó por primera vez este jueves en su partido en el Ciutat de Valencia de algo que hasta ahora no le había ocurrido: no ser fiel a sí mismo. Los blanquiazules, que suman dos victorias en 11 jornadas, habían sido siempre un equipo reconocible en sus planteamientos y estilo de juego.Todo eso saltó por los aires en la jornada entre semana y dos fueron los ejemplos claros: el cambio de esquema, tanto en ataque como en defensa, y el nulo rendimiento que le dieron los blanquiazules a su posesión (del 57%, según datos de la web especializada sofascore). El problema del dominio del esférico y su inocua acción sobre el partido no es algo nuevo. Más balón no se ha traducido siempre en más puntos en este Dépor que tiene jugones de buen trato con el balón pero que disfruta saliendo a la contra. En su último triunfo ante el Albacete solo tuvo el 41% de la posesión.
Mientras, con el cuadro granota, de nuevo más tiempo con la pelota en los pies no hubo ni más ocasiones ni dominio. Aunque efectuó 16 disparos, tres más que su rival, solo el palo de Villares, el gol de Barbero y la ocasión de Lucas Pérez, que frustró Andrés Fernández, fueron evidentes. Lanzó menos saques de esquina (cuatro, por seis de los locales) y también menos faltas (siete, tres menos que el Levante). El Deportivo enlazó 537 pases por 394 de su rival, pero que no siempre llegaron a buen puerto.
Porque el otro problema que tuvo el Dépor estuvo en la sala de máquinas, en la que se vio obligado, debido a la acumulación de bajas, a contar con otros mediocentros. Con Mfulu y José Ángel fuera de juego por lesión Idiakez tuvo que optar por una pareja diferente. Fue incluso más allá al variar el esquema, pasando a un 4-3-3. Volvió Villares al once, junto a él retrasó de nuevo su posición hasta el doble pivote Mario Soriano e incluyó en la alineación a Charlie Patiño.
El mediocentro inglés disfrutó de su primera titularidad y lo hizo en el puesto en el que suele ubicarse Lucas, que ejerció como el punta de referencia. Patiño antes solo había jugado siete minutos en la victoria contra el Albacete, el pasado 27 de septiembre.
El Dépor, que a priori parecía que con ese dibujo se garantizaba la pelota, no fue capaz de gozar del dominio del esférico en la primera parte y lo que es peor jugó muy hundido, con la línea de defensa mucho más retrasada de lo normal. En la medular, el trivote no funcionó y faltó continuidad en el juego. Eso se tradujo en que Mella y Yeremay apenas entraron en contacto con la pelota y sin estos dos actores fundamentales apareciendo el juego del equipo en los primeros cuarenta y cinco minutos se resintió. La presión de los locales y su mayor contundencia en los duelos hicieron que el Dépor se desgastase mucho en este primer tramo al tratar de hacerse con el balón Mientras, la presión herculina no funcionó, lo que permitió al Levante combinar a su antojo en la medular.
También hubo novedades en el esquema en defensa, con un 4-1-4-1. La línea de cuatro de la zaga, por delante Diego Villares, otra línea de cuatro con Soriano, de interior izquierdo y Patiño de interior derecho, junto a Mella y Yeremay y arriba Lucas. La maraña defensiva no terminó tampoco de funcionar, con los blanquiazules sufriendo con las acometidas de Andrés García por la banda derecha y con un Carlos Álvarez que hacía daño por dentro.
Tras el descanso llegaron los cambios en el Dépor en lo tocante al dibujo, con la marcha de Patiño y la entrada de Bouldini. Esto dio paso a un esquema más reconocible, con un 4-2-3-1, en ese doble pivote Mario y Villares y de enganche Lucas, con el ex del Levante en punta. En defensa el equipo volvió a caer en un 4-4-2, con el de Monelos y Bouldini como primera avanzadilla en la línea de presión.
El gol llegó en los últimos minutos, ya sin Lucas en el campo, con un centro medido de Escudero y un remate de Barbero en el segundo palo. Mucho juego directo y poca elaboración fue lo que mostró el Deportivo en el final del segundo acto. Efectividad tras una posesión inocua y un dibujo que no funcionó.