Enrique Ballester (Castellò, 1983) se define en su cuenta de Instagram como un esclavo del siglo XXI. Periodista y escritor, usa el fútbol como pretexto para hablar de la vida. Con un estilo personal, cercano e inconfundible, traslada sus momentos cotidianos, de felicidad o angustia, a las columnas de opinión que firma en el diario Mediterráneo o El Periódico, en las revistas Líbero o Lletraferit y en las charlas del podcast Los últimos de la lista, que comparte con Javier Aznar en el Diario As.
Infrafútbol (2014), Barraca y tangana (2018), Otro libro de fútbol (2020), El fútbol no te da de comer (2022) y El último libro de fútbol (2024) son las cinco obras de Ballester, siempre con la redonda como hilo conductor. Hincha confeso del Castellón, el jueves no estuvo en la grada de Riazor. Y menos mal, a la vista del resultado (5-1), aunque reconoce que le gustaría visitar el templo blanquiazul al menos una vez en la vida.
RC Deportivo y CD Castellón son dos equipos con una historia paralela: ascendieron juntos a Primera División en mayo de 1941 y ese mismo año se enfrentaron en el partido de su debut en la élite.
Con motivo del playoff que jugamos hace dos temporadas (2022-23) hice un pequeño reportaje contando aquel partido. El Castellón estuvo seis o siete días de viaje entre la ida y la vuelta, un jugador se lesionó por el camino y ganó el Dépor 2-1. Si ves las fotos de la época, parecen gángsteres.
Históricamente no le ha ido bien al Castellón en A Coruña.
Le ha ido fatal, creo que ganamos tres veces, aunque la tercera fue en Lugo porque el estadio de Riazor estaba clausurado.
La última victoria como visitante fue en 1988 y desde entonces pasaron 35 años hasta que se volvieron a encontrar.
Es que cuando baja el Castellón de Primera en el año 91 es cuando sube el Dépor. Nos chocamos la mano, uno que baja y otro que sube (risas), y ya no nos vemos en mucho tiempo porque el Castellón no vuelve a Primera y el Dépor está siempre ganando cosas. Luego nos enfrentamos hace dos años en esa eliminatoria de playoff con un poco de realismo mágico en Castalia y el año pasado en la eliminatoria de campeones, que como ya habíamos ascendido los dos, tan amigos.
Diego Tristán estaba en el top-5 de mis jugadores favoritos, tenía el mejor tobillo de España
¿Qué recuerdos le trae la camiseta blanquiazul del Dépor?
A los niños futboleros que nacimos en España en los años 80 nos caía simpático el SuperDépor. De hecho, conozco gente por aquí que todavía es del Dépor. Se hicieron de niños porque ganaba, que siempre ayuda, y han seguido cargando esa pena porque luego ha dejado de ganar. Es como mi hijo, que se hizo con dos o tres años del Getafe por Cucurella: por el pelo, porque iba de azul o porque tenía un amigo que se llamaba Marc en el cole… Yo tenía miedo de que fuera del Getafe, lo conté en un artículo y Cucurella le envió una camiseta, con un vídeo y todo, muy simpático. Por suerte, parece que se le ha pasado (risas), aunque con la Eurocopa volvió a presumir de afición y de ojo.
Volvamos al Dépor.
Mis primeros recuerdos del Dépor son de aquella Liga que pierde con el penalti de Djukic. Yo estaba en el pueblo con mis primos y fue una noche triste. Luego vino el Dépor de las noches europeas y que gana la Liga, un equipo muy molón.
¿Qué jugadores le llamaban la atención?
Yo era zurdito, jugaba de interior y no era muy rápido. Por eso me identificaba a saco con Fran, pero Diego Tristán estaba en el top-5 de mis jugadores favoritos de la época: tenía mucha calidad, el mejor tobillo de España y paradójicamente se lesionó el tobillo en el Mundial de 2002. El Turu Flores también era la hostia.
De la gloria pasó al barro en muy poco tiempo.
Todavía sigue pagando las consecuencias económicas de aquello, pero yo pienso como hincha y mi equipo también ha tenido esos problemas económicos, pero sin ese periodo de gloria.
¿Ha estado alguna vez en Riazor?
No ha coincidido. En el playoff de ascenso mi mujer salía de cuentas esos días y no viajé a Coruña ni Alcorcón. Desde fuera se ve como un estadio de categoría superior. Creo que es algo circunstancial que esté en Segunda. Y es uno de los campos a los que me gustaría ir para vivir esa atmósfera y ese ambiente, como el Sadar o el Sánchez Pizjuán.
La gente encuentra en el equipo de su ciudad lo que no le dan el Madrid o el Barça
¿Sorprendido por el crecimiento de la afición del Dépor durante sus años en el barro?
No me sorprende porque, salvando las diferencias, aquí vivimos algo similar. El Castellón bajó a Tercera por impagos y después de unas temporadas germinó algo, sobre todo entre la gente joven, como ocurre ahí, gente que con el SuperDépor era muy pequeña o no había nacido y es del Dépor a muerte. Aquí se batió el récord histórico de abonados en Tercera División y también hay lista de espera para poder hacerse abonado. La gente encuentra en el equipo de su ciudad lo que no le dan el Madrid o el Barça, ese sentimiento de pertenencia o arraigo… Es algo que está creciendo en el fútbol español em los últimos años. Es muy significativo y me parece positivo y muy bonito.
¿No le parece que sufrir por un equipo de fútbol tiene algo masoquista o patológico?
Yo me lo he preguntado muchas veces: ‘¿Por qué me gusta tanto el fútbol si por su culpa me paso toda la vida sufriendo?’. Con los años he aprendido a convivir con ello. Cuando entendí que, pase lo que pase, voy a estar aquí dentro de 10, 20 o 30 años y miro más en perspectiva y no tanto en el resultado del partido, lo llevo mejor. He aprendido a reírme de ese sufrimiento irracional del que no sabemos escapar, la patología que dices.
¿Cómo lleva la pérdida de prestigio del periodismo?
Creo que la única manera de salir de eso, que es real y es palpable, es que los que nos dedicamos al periodismo local o regional seamos lo más cercanos posibles a nuestros lectores, oyentes... A veces piensan, sobre todo en el fútbol, que tenemos algo en contra de ellos o de su equipo, pero normalmente es lo contrario. Cuando te acercas a esta profesión, y más en ciudades pequeñas, hay un factor emocional: antes de ser periodista eras hincha y cuando dejes de ser periodista lo seguirás siendo.
¿No corre el peligro de caer en el periodismo de bufanda?
Tenemos que intentar que nos vean como uno de ellos, pero sin perder el rigor y el espíritu crítico. Cuanto más nos conozcan y más nos vean, estando presentes en los sitios, porque ahora se tiende mucho a que los periodistas no salgan de la redacción, cuanto más partícipes seamos de esa realidad, esa parte social, civil o casi vecinal, más nos comprenderán y empatizarán con nosotros e incluso perdonarán nuestros fallos. A veces piensan que somos malvados y solo somos torpes. Creo que todo esto es importante, no sé si para recuperar el prestigio, pero sí para que entiendan que no hay un afán desestabilizador. Cada uno tiene una manera de entender el oficio, con sus virtudes y defectos, pero sí que hay que intentar tratar al lector como personas adultas e inteligentes, aunque con el fútbol nos comportemos a veces como niños. Esas serían dos vías por las que empezar a cambiar esto: la proximidad y el respeto al lector, no como alguien al que quieres engañar constantemente para que clique aquí o entre en una noticia pensando una cosa que luego es otra.
¿Y las críticas de otros periodistas hacia el periodismo deportivo?
Se tiende a criticar, no solo desde el periodismo político o económico hacia el deportivo, sino a veces al contrario. Por circunstancias de la vida he pasado por casi todas las secciones del periódico: la mayoría en deportes, pero he trabajado en local, sucesos, política, cultura, cierre, mesa… He hecho prácticamente de todo y al conocer todo eso puedes entender mejor el trabajo de tus compañeros. Es muy sano. Uno tiende a pensar siempre que ‘estos no hacen nada, solo van al fútbol y cuentan cuatro cosas’. Sí que digo que el periodismo deportivo produce periodistas versátiles, muy ágiles y rápidos. Y tradicionalmente ha habido muy buenas plumas escribiendo de fútbol en este país. Creo que sigue siendo así. Quizá haga mucho ruido un tipo de periodismo deportivo que la gente puede asociar a otras cosas, pero también ocurre con el periodismo político. Creo que es hora de ir desterrando esos prejuicios, si no están ya desterrados.
El fútbol es un juego, pero también es política,negocio, identidad, comunidad... por supuesto que es cultura
¿El fútbol es cultura?
El fútbol es lo que nosotros queramos que sea. El fútbol es un deporte y un juego, pero también es política, negocio, identidad, comunidad, un montón de cosas… Por eso creo que es una herramienta tan útil para hablar de todas esas cosas. Yo puedo hablar de la paternidad, la amistad o el paso del tiempo a través del fútbol y con mucha sencillez. Y como es tan universal, un montón de gente a la que no le gusta el fútbol o ha vivido una vida totalmente distinta a la mía, puede verse reflejada con esas cosas o haber sentido lo mismo que yo. Por supuesto que es cultura porque sirve para explicarnos a nosotros mismos y la sociedad en la que vivimos.
¿Un partido que recuerdes con especial cariño?
Una semifinal de playoff en Tercera División en 2018. Sant Andreu-Castellón, con un ambiente espectacular. Todavía no sé ni cómo pasamos. Empatamos a uno y a las dos semanas subimos en la final contra el Portugalete. Era la séptima temporada seguida del Castellón en Tercera y uno se empezaba a preguntar si merecía la pena estar allí. Lo recordaré siempre.
¿Un futbolista que le haya marcado?
El capitán de ese equipo, Jordi Marenyà. Es un jugador que no conocerá mucha gente, pero es una figura representativa que se quedó en el Castellón cuando los demás se iban salvo unos pocos. Aguantó hasta poder vivir ese ascenso en 2018. Sin él y unos cuantos más quizá no existiría el Castellón.
¿Un periodista que le haya inspirado?
Enric González. Es un referente. Me acuerdo que, estando de Erasmus, leía sus Historias del calcio, donde utilizaba el fútbol para explicarse a él, a los demás y a la sociedad italiana.
¿Un libro sobre fútbol para regalar estas Navidades?
El libro del año en 2023 fue Subcampeón, de Ander Izagirre y Zuhaitz Gurrutxaga. Sin duda.