McIlroy se saca la espina del Masters y completa el Grand Slam en un final de película
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McIlroy se saca la espina del Masters y completa el Grand Slam en un final de película

El norirlandés gana el único major que le faltaba tras una montaña rusa de emociones en la última vuelta y un hoyo de desempate contra Justin Rose
McIlroy se saca la espina del Masters y completa el Grand Slam en un final de película
McIlroy celebra su épico triunfo en el playoff | EFE - Erik S. Lesser

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Gary Player (89 años), Jack Nicklaus (85) y Tom Watson (75) suman once chaquetas verdes entre los tres. Son los honorary starters del Augusta National. El jueves realizaron el primer golpe del torneo desde el tee del hoyo 1, uno de los rituales en la casa de las tradiciones. Es el Masters de Rory McIlroy, coincidieron. Y no se equivocaron. El norirlandés se quitó una espina que tenía clavada desde 2011. Entonces niño prodigio del golf, empezó el último día del torneo en cabeza y con cuatro golpes de ventaja. Acabó decimoquinto con una tarjeta final de 80, un colapso histórico. Catorce años después casi le come la maldición: enfiló los ocho hoyos finales como líder y cinco golpes de renta, pero un error grosero en el 13 y la remontada de Justin Rose desenterraron viejos fantasmas. Se repuso con dos golpazos en el 15 y el 17. Volvió a flaquear en el 18 con el putter. Se la jugó en el playoff. Una montaña rusa. Y salió cara con otro approach delicioso. Rory ya tiene su chaqueta a medida y su particular Grand Slam.
 

Con cuatro majors en el zurrón -US Open en 2011, Campeonato de la PGA en 2012 y 2014 y el British Open también en 2014-, McIlroy rompió una sequía de once años sin ganar un grande y se une a Gene Sarazen, Ben Hogan, Tiger Woods y los citados Player y Nicklaus, cuatro estadounidenses y un sudafricano. Es el primer europeo con la vitrina perfecta. Y redondea su cuenta en los libros de historia del golf con todavía 35 años (36 en mayo), el mejor drive del planeta y uno de los físicos más en forma del circuito.
 

Bajo sospecha por una mentalidad frágil que le ha jugado malas pasadas, el norirlandés se levantó de una situación tan dura como inexplicable, pero en la que se metió él solo. El día amaneción con la promesa de un explosivo duelo de pegadores: McIlroy (-12) contra Bryson Dechambeau (10), Europa contra Estados Unidos, PGA contra LIV, tradición contra innovación. Empezó nervioso el norirlandés: salida al búnker y tres putts para un doble bogey en el hoyo 1. El estadounidense se puso en cabeza con un birdie en el 2. Reaccionó Rory con otros dos en el 3 y el 4, al mismo tiempo que Dechambeau cometió dos bogeys.

 

 

 

Parecía tener la vuelta controlada McIlroy, que en el 9 y en el 10 amplió su ventaja con dos nuevos birdies. En el 11, el primero del Amen Corner, casi se va al agua y volvió a errar con el putter, pero el fallo se quedó en anécdota ante el doble bogey de su rival, que perdió la bola en el Rae's Creek y dimitió de la pugna. Con cinco golpes de ventaja y tras pasar sin apuros el 12, en el 13 falló un golpe que se antojaba fácil para él: un hierro desde la calle directo al arroyo. Otros dos putts acabaron en doble bogey, mientras Rose irrumpía con cinco birdies en seis hoyos, diez en total para la mejor vuelta del día (-6).
 

Las dudas de Rory crecieron con otro bogey en el 14. Perdió el liderato, pero en el 15, un par 5 en el que ya había maravillado con un poderoso hierro el día anterior para embocar un eagle, volvió a sacar su pegada y precisión para firmar un birdie que le devolvió a la cabeza. Rose cumplió con su parte: un enorme putt de birdie en el 18 para empatar en el primer puesto. En el 17, el norirlandés se sacó otra genialidad desde la calle y descontó un golpe más a falta de un hoyo, pero en el 18 no aguantó la presión, se fue al búnker y necesitó dos putts. Bogey y playoff. Otra vez los fantasmas. Y otra vez un approach impresionante para ganar el desempate. No falló con el putter y rompió a llorar sobre el verde de Augusta. Un final epatante y pasional, un thriller en el mejor torneo del mundo.
 

La chaqueta verde de McIlroy fue muy celebrada en Augusta, Estados Unidos y Europa. Es uno de los golfistas más queridos y aplaudidos por el pueblo, las élites y los grandes campeones. Su carisma, su amor por el juego y por las tradiciones contagian. Su defensa del PGA Tour en primera línea de la guerra contra el LIV y su ascendencia en el equipo de la Ryder Cup también empujan a favor. Más aún en un mundo tan polarizado, también el golf.

 


 

Rose, que ya perdió un playoff contra Sergio García en 2017, abrazó deportivamente a su compañero del PGA y de la Ryder, un gesto cargado de simbolismo entre un inglés y un norirlandés, las cosas del deporte. Tercero en Augusta fue Patrick Reed (-9), ganador en 2018 y primero de LIV en Augusta que completó una gran última vuelta marcada por el espectacular eagle en el 17 desde la calle. Cuarto fue Scottie Scheffler (-8), el campeón defensor, que sin hacer nada especial volvió a estar cerca de la victoria. En el quinto puesto empataron Sungjae Im y Dechambeau (-5). Ludvig Aberg (-6), que llegó a coliderar con Rose y McIlroy en la lucha final y se hundió en los dos hoyos decisivos, Xander Schauffele, Zach Johnson, Jason Day y Corey Conners (los cuatro con -8) completaron el top 10.
 

Jon Rahm finalizó empatado en el puesto 14 con -3 en la jornada (cinco birdies y dos bogeys, el segundo en el 18) y -3 también en el acumulado. Nunca estuvo en la pelea por el triunfo el español, de menos a más en Augusta: con problemas desde el tee en la primera ronda (+3), salvando el corte por los pelos el viernes (+2) y más inspirado de lo que dice el resultado final en el fin de semana. Su próxima opción en un grande será del 15 al 18 de mayo en el Campeonato de la PGA. Allí también estará un pletórico McIlroy, el hombre del momento.

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