Augusta National es el club de golf más exclusivo del planeta. Su legendario campo acoge estos días el Masters. Pongamos que quiere acudir como aficionado. Cruce los dedos y prepare la cartera. Las entradas oficiales, a partir de 100 dólares para las jornadas de práctica y desde 150 dólares para los días de torneo, se venden a través de una lotería. Hay otra opción: pases exclusivos en torno a los 2.000 euros por ronda y paquetes que incluyen viaje, alojamiento y tickets que cuatriplican esos precios. La reventa es prohibitiva. Imagine ahora que quiere jugar donde lo hicieron los campeones. La cosa se complica. Ni siquiera un ganador del Masters puede volver cuando quiere. Solo los 300 socios del selecto club –la membresía es por invitación– pueden acceder a las instalaciones. Hay otras posibilidades: varias universidades cercanas tienen convenio y los trabajadores del campo o los voluntarios durante el torneo pueden jugar un día al año. Este último es el resquicio que aprovechó una estudiante coruñesa que en 2023 vivió en primera persona la victoria de Jon Rahm y completó los 18 hoyos del Augusta National.
Manuela Pacheco (A Coruña, 2005) terminó la Educación Secundaria en Estados Unidos, concretamente en el Greenbrier High School, en el estado de Georgia, a media hora en coche del Augusta National. Otra coincidencia: su padre y su madre de acogida trabajan dentro del club la semana del Masters. La coruñesa, que juega desde los tres años en A Zapateira, se encontró con una oportunidad inimaginable. Cumplió el sueño de cualquier aficionado y el anhelo de personas que lo tienen todo, pero nunca han paseado por el Amen Corner de los emblemáticos hoyos 11, 12 y 13.
“Fue una auténtica casualidad. Durante el año que hice segundo de bachillerato en Augusta tuve la suerte de cambiar de familia y de que mi madre americana trabajase en el Augusta National. Los trabajadores del campo tienen la posibilidad de invitar a un miembro de su familia a jugar… Y fue tan cariñosa que pidió que me dejaran a mí, como si fuese parte de la familia. Imagina qué sorpresa”, recuerda.
La coruñesa, que actualmente cursa Administración de Empresas y Marketing y juega en el equipo de golf de la pequeña universidad de Averett (Danville, Virginia), no solo completó el recorrido de Augusta, sino que vivió la experiencia completa, dos semanas de puro golf con el Masters amateur femenino y el primer major masculino, que además coincidió con la sexta chaqueta verde de un español, la de Rahm en 2023.
“El campo donde se juegan los dos primeros días del femenino [el Champions Retreat Golf Club] está justo al lado del colegio y ya había jugado muchas veces, con la condición de ayudar en la preparación del campo para el campeonato. Pude ir al torneo porque una amiga tenía entradas y también vi a las mujeres en el último día, que ya juegan en el Augusta National”, desvela la afortunada. Sus sensaciones al entrar en el olimpo son indescriptibles: “Impresionante, impresionante”, acierta a decir.
Manuela siguió de cerca a las amateurs españolas –dos años antes de la histórica primera victoria de Carla Bernat, hace unos días– y los familiares de las jugadoras no daban crédito: “Me preguntaban cómo había conseguido la entrada porque lo raro en Augusta es tener tickets”, ríe la coruñesa, que unos días después pudo disfrutar del Masters, de jueves a domingo: “Iba cada mañana con mi padre americano. El campo es la perfección en cada detalle, no hay una hierba mala. No hay chuletas ni en la cancha de prácticas. El público está súper callado y juegan los mejores del mundo, que no fallan una”, evoca.
La estudiante y jugadora de golf siguió cada jornada al favorito de los españoles, Jon Rahm: “Iba detrás de sus padres y unos amigos de la familia, hablando con ellos cada día. Era una más, la coruñesa que estaba allí animando a Jon. ‘Poco más y te vamos a invitar a la cena’, me dijo de broma su padre, muy orgulloso de su hijo. Cuando ganó fue muy emocionante, me dio la mano en el pasillo que hay en el hoyo 18 y me contestó en español”, recuerda.
Para sorpresa de Manuela, y después de hacer alguna llamada, sus padres de acogida consiguieron que abriesen las puertas de Augusta para ella. Fue el 27 de mayo de 2023, un día antes de volver a España, un regalo para toda la vida. “Fue alucinante. Era un día de lluvia y el campo estaba vacío, todo para mí y cuatro gatos que íbamos a jugar. Estaba súper emocionada y nerviosa, impone jugar hoyos que han jugado los más grandes, pero en ese momento no me daba cuenta de que estaba en semejante campo”, se sincera.
La coruñesa empezó a situarse cuando en cada green se encontraba con la ayuda de un caddie vestido de blanco, como es tradicional en el Masters: “Los greens son imposibles. Yo creía que la caída era hacia la izquierda y los caddies me decían que era hacia la derecha. Pensé que me estaban vacilando, pero tenían razón. Es el campo más difícil que he jugado en mi vida. No me acuerdo de la tarjeta que hice, pero no fue la mejor vuelta del mundo. Le echaré la culpa a la lluvia”, ríe.
De los 18 hoyos, se queda con el 12, el famoso Golden Bell, un par 3 de 140 metros en pleno Amen Corner y característico por el puente Ben Hogan que cruza el Rae’s Creek: “Cuando llegué allí y lo vi en persona flipé. Parece más fácil de lo que es. Sí que me acuerdo que en ese hoyo hice un par, pero gracias a la ayuda del caddie”, admite.
Manuela guarda unas cuantas fotos y un montón de recuerdos en su retina. No es para menos. La historia de la primera gallega que jugó en el legendario e impenetrable Augusta National es la historia de una agraciada estudiante que pudo practicar su swing en un escenario de historia y tradición, golf en estado puro.