Carles Ruipérez: "El Castellón me ha costado muchos disgustos y alguna muela"
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Carles Ruipérez: "El Castellón me ha costado muchos disgustos y alguna muela"

Entrevista con el periodista de La Vanguardia nacido en Castellò, rival del Dépor en la jornada 32 de Segunda División
Carles Ruipérez: "El Castellón me ha costado muchos disgustos y alguna muela"
El periodista Carles Ruipérez, en la zona de prensa del Camp Nou, uno de sus habituales lugares de trabajo | Cedida

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La trayectoria profesional de Carles Ruipérez (1979, Castellò) se ha desarollado en paralelo a los mejores años del Barça, con Rijkaard, Guardiola o Luis Enrique a los mandos y Messi sobre el verde del Camp Nou, aunque su primera cobertura ya como redactor de La Vanguardia fue la derrota en el Mundial de Clubes contra el Internacional de Porto Alegre, en diciembre de 2006. "No fue el mejor comienzo", bromea.

 

Anteriormente, trabajó en el diario ADN y también colabora con la revista Panenka, donde firmó un artículo sobre Planelles, histórico jugador del Castellón. Y es que el periodista, afincado en Barcelona desde que acabó sus estudios, se enganchó al fútbol cuando era niño en Castalia, el estadio que este lunes visitará el Dépor en la jornada 32 de Segunda División. De sus primeros recuerdos en un campo de fútbol, de las semejanzas entre el club blanquiazul y el de su ciudad, de los viajes a Riazor o de los cambios en la profesión habla Ruipérez. "Siempre me ha impresionado lo bien que viste la gente en A Coruña", destaca.
 

¿Cuáles son sus vivencias futboleras?

Cuando era pequeño, los domingos siempre comíamos en casa de mis abuelos y a las cuatro de la tarde salíamos en procesión hacia Castalia: mi abuelo, mi padre, mi tío, mi primo, mi hermano y yo. Recuerdo que mi tío nos compraba una súper bolsa de chuches. El Castellón me ha costado muchos disgustos y alguna muela (risas). Mi padre no podía ver el fútbol tranquilo porque no parábamos en todo el partido. Estábamos de subidón de azúcar.
 

Era un Castellón de Primera.

Sí, era un equipo ascensor, que luchaba por no descender, pero en aquella época vimos pasar por Castalia a todos los grandes. Me acuerdo de un 5-1 al Tenerife con tres goles de Alcañiz, un delantero centro tanque de la época. Era la primera vez que yo veía a un futbolista hacer algo así. Luego jugó con el Valencia y el Villarreal y ahora tiene un bar en Castellò. La gente va allí y cuando no se acuerdan de él siempre dice lo mismo: “Tampoco has visto jugar a Pelé y sabes quién es”.

 

Pepe Mel fue uno de mis primeros ídolos, nos conformábamos con poco

 

¿Cuál era su ídolo?

Me acuerdo de Pepe Mel, que luego entrenó al Dépor. Era un delantero peleón que iba bien de cabeza y marcó muchos goles. Llegó cedido por el Real Madrid por las buenas relaciones que siempre ha tenido con el Castellón, cediendo jugadores como Del Bosque o el propio Mel. Fue uno de mis primeros ídolos. Nos conformábamos con poco. Ahora el más querido es Medunjanin, que también jugó en el Dépor, y sin él ni Dick Schreuder [el ya exentrenador] no hubiéramos subido a Segunda. Ya estaba mayor, pero de su zurdita salían muchos goles a balón parado. Un amigo mío tiene la camiseta del Castellón con el '4' de Medunjanin.
 

En Tercera, Primera RFEF o Segunda, el Castellón tiene, como el Dépor, una afición de Primera.

Es un paralelismo que hay entre los dos equipos. Como deportivamente no pueden pelear con el Celta o el Villarreal por ahora, han empezado a reconquistar el espacio mediante el relato, el del fútbol auténtico y de una afición que no deja caer nunca a su equipo. El fútbol es un reducto de confianza y autoestima para mucha gente. Y creo que es positivo tener equipos con los que identificarse y que cada fin de semana te puedan dar una alegría o un sufrimiento. Eso le da mucha vida a la ciudad, aunque conozco gente que prefería estar en Tercera o en Primera RFEF porque se podía beber cerveza con alcohol en el estadio y dicen que se lo pasaban mejor (risas).
 

El Castellón-Dépor cae en lunes. ¿Entiende las quejas por los horarios del fútbol moderno?

El fútbol se ha convertido en un producto y está orientado al telespectador. Ya no se piensa en los aficionados que van al estadio cada fin de semana como un ritual, con la familia o los amigos. Los lunes no puedes ir con los niños, por ejemplo. Antes los estadios eran como templos y el fútbol era una ceremonia. Ahora los han convertido en escenarios como un cine o un teatro para la gente de casa.
 

Por generación le tocó vivir el auge del SúperDépor.

El inicio del SuperDépor es con el que sueña todo aficionado al fútbol: un equipo con estrellas y que se codeó con los grandes. Me acuerdo perfectamente del penalti de Djukic. En aquella época tenía 14 años, vimos el partido en un bar de Castellò y nos volvimos locos. Había mucha gente que era del Barça. Al Dépor le costó mucho aquello y para ganar una Liga tuvieron que pasar muchos años. Es cierto que ganó la Copa un año después y contra el Valencia, pero necesitó jugar la final en dos días. Cuando parecía que estaba perdido, le salvó el aguacero. Ese fútbol de los años 90 enganchaba, había muchas rencillas y morbo.

 

Djalminha era pura samba, lo que te esperas de un brasileño que jugaba así en la playa

 

¿Cuáles son sus debilidades en aquellos años del Dépor?

El que más me impresionó fue Djalminha. Era un tipo que, cuando quería, hacía cosas increíbles. Era pura samba, lo que te esperas de un brasileño que jugaba así en la playa. También recuerdo mucho a Jorge Andrade, de la época que me hacía el entendido con los amigos. Apuntaba a megacrack y pensé que iba a reventar el mercado, pero después tuvo una lesión de rodilla. Otro jugador que marcó mucho a una generación fue el príncipe Rufai (risas).
 

Por su trabajo ha venido unas cuantas veces a Riazor.

Es uno de los campos a los que he ido más veces: en 2009 jugó el Barça el último partido de la temporada después del triplete y le hicieron un pasillo muy bonito con once trofeos del Teresa Herrera; en 2011 fue el día antes de la gala del Balón de Oro, que todo el mundo pensaba que se lo iban a dar a Iniesta, pero lo ganó Messi, que marcó un golazo de falta y en la crónica lo comparé con la lambretta de Djalminha o el taconazo de Guti; en 2015 que ganó el Barça 0-4 después de toda la crisis de Anoeta con Luis Enrique o en el espectacular 0-8 de 2016 con cuatro goles de Luis Suárez.

 

¿Qué recuerdo tiene de A Coruña?

Mis viajes fueron siempre muy ligados al trabajo, llegaba allí como un paracaidista. Cuando aún viajábamos con el club estábamos allí diez horas, no más. Había noches que llegaba a cenar o a dormir a casa. No me dio tiempo a ver mucho más, pero me acuerdo del estadio al lado de la playa y el paseo y siempre me ha impresionado lo bien que viste la gente en A Coruña.
 

¿También vivió aquel 2-2 con un gol de Salomão que salvó al Dépor del descenso en el Camp Nou?

Hubo algún equipo que se enfadó por aquello porque el Barça no se jugaba nada y decían que hubo un pacto de no agresión. Recuerdo que había gente del Dépor celebrándolo en la zona alta del estadio.

 

Si no le damos algo más al lector nos convertiremos en agencias de noticias: hay que explicar el porqué de las cosas

 

Del fútbol al ciclismo, ha vivido en las carreteras de Francia los últimos Tours.

Es un mundo totalmente diferente. Voy allí y me encuentro con todos los periodistas que hacen ciclismo desde hace años: saben más y tienen muchos más contactos. Yo intento empatar. Ganarles es muy difícil. Luego es un deporte que tiene sus particularidades: el año pasado pacté una entrevista con uno de los hermanos Izagirre, pero cuando llegué a la carrera ya había abandonado; otro día estaba esperando a un ciclista en la zona mixta de la salida, pero llegó justo de hora y ya no quería hablar u otra vez que uno me salió por la puerta de atrás del autobús y yo estaba en la delantera... Hay que decir que, al contrario que los futbolistas, son súper amables, ponen muchas facilidades y, si no hablas con uno en la meta, hablas en la salida al día siguiente. Con los futbolistas siempre hay muchas barreras que para hablar con ellos: el club, su representante…

 

El periodismo ha cambiado mucho desde que empezó en la profesión en 2006.

Recuerdo que, cuando empezaba, ibas a una rueda de prensa y tomabas las notas en una libreta. Hoy nadie va con libretas, todos llevamos el ordenador. Antes se iban a comer, llegaban al diario después de las cuatro y se ponían a escribir. Ahora eso sería una locura. Hay que publicar rápidamente en la web. A veces quieres hablar con una fuente, pasan cinco minutos y ya te están llamando para pedir la crónica. Entonces escribías un artículo y esa era la versión buena. El otro día, por ejemplo, cuando se suspendió el partido del Barça por la muerte del doctor Carles Miñarro, yo estaba en el estadio y me tocó cubrir la noticia. En media hora entré a actualizarla siete veces: primero que se había suspendido el partido, luego que se había suspendido por una causa de fuerza mayor, después que se había suspendido por la muerte de una persona del staff y así hasta que nos comunicaron que era Carles Miñarro. Antes no se escribía hasta que tenías todo el puzzle armado y ahora vas escribiendo a medida que encuentras las piezas.
 

La inmediatez no entiende de fuentes.

El trabajo de periodista no es solo enviar la crónica, es también hacer contactos y un poco de pasillo, pero los que están en la redacción esperando solo valoran la inmediatez. Es la dicotomía que nos ha tocado vivir en esta profesión. Es cierto que el periodismo ha cambiado, pero si al lector no le das algo más nos convertiremos en agencias de noticias. Hay que intentar explicar el porqué de las cosas, lo que se palpa en los sitios, el tono de los protagonistas y para eso hay que hablar con la gente…

Carles Ruipérez: "El Castellón me ha costado muchos disgustos y alguna muela"

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