Es Franco Exequiel Ferruccio, pero Tato desde que su hermana lo rebautizó así. El delantero argentino (San Juan, 1997) es una de las bombas del mercado del Liceo. Lleva una semana de pretemporada y ya deja claro su lema: corazón y garra.
¿De dónde viene el nombre de Tato?
Viene de mi hermana mayor, que cuando era chiquito no le salía mi nombre, Franco, y siempre que me veía me decía Tato, así que quedó ahí para siempre y seguimos con ese legado. A mí me encanta. Sólo me dicen Franco cuando me van a retar y ahí desaparezco. Si no, siempre Tato, para la familia y para los amigos.
¿Qué pone el tatuaje que lleva en el dorso de la mano derecha?
Los buscaré en el cielo. Es por mis abuelos. Es un tatuaje muy emotivo. También está acá [se señala el brazo] el 13 de mi abuela por parte de padre, el día de su cumpleaños. Los llevo siempre en la piel y en el corazón. Soy muy familiero. Ese cariño y ese amor incondicional por la gente que aprecio está siempre presente y yo lo llevo hasta en la piel. Soy muy consciente, los llevo mucho en mi mente, ya han pasado muchos años pero cierro los ojos y se me aparecen donde quiero.
¿Creció consciente de que un día se marcharía a jugar fuera?
En Argentina tenemos ese culto. En el hockey europeo siempre hay argentinos y uno cuando es chico sueña. Yo siempre soñé. Soy una persona muy soñadora y siempre quise jugar a hockey en Europa. Me acuerdo de ver al Liceo como un club súper grande e histórico y que me gustaría jugar ahí. Y ahora con 26 años estoy vistiendo la camiseta y eso me da mucha alegría porque sé de dónde vengo, sé lo que trabajé y lo que he hecho para estar acá y aún quiero más.
Siendo de San Juan, ¿jugar al hockey era una obligación?
En San Juan la mayoría hace este deporte. Yo empecé muy chiquito, a los tres años. Mi padre era arquero pero mi mamá, que siempre le acompañó y le gustaba mucho el hockey, aunque nunca practicó, fue la que me llevó por primera vez a entrenar al club Valenciano y ahí hice toda mi infancia hasta los 18 ó 19 años.
¿No quiso ser portero como su padre?
Salía caro. Si no, creo que a él le hubiese gustado. Pero yo desde chiquitito era palo y bocha, palo y bocha, y ya nadie me pudo quitar de eso.
¿Le dio algún consejo su padre que todavía recuerde?
También es entrenador, pero nunca se involucró conmigo, lo cual admiro. Me dejaba mi espacio. Yo soy una persona muy sentimental y transparente a la hora de vivir y jugar, transmito mucho mis emociones dentro del campo. Entonces me dijo que cuando estuviera mal que mirara para al de al lado porque puede estar mucho peor. A veces creemos que las cosas son duras o difíciles, incluso imposibles, pero a ojos de otros es algo mínimo.
Mi padre me dijo que cuando estuviera mal que mirara para al de al lado porque puede estar mucho peor
Con esa experiencia con su padre, podrá aconsejar en la relación Juan-Jacobo Copa.
Nunca voy a saber lo que se siente que te entrene tu padre porque él nunca me quiso entrenar. Jacobo creo que es un chaval que tiene una trayectoria bastante larga todavía por delante. Y Juan sabe separar esa relación de padre e hijo. Cuando entran en la cancha son entrenador y jugador. Y esa profesionalidad es la que después se transmite y hace que el grupo se haga más fuerte.
¿Un entrenador tiene que ser duro dentro de la pista y un amigo fuera de ella?
Lo comparto un poco. Porque dentro de la pista tampoco tengo amigos. Mi única relación es con mis compañeros y si estamos en un entrenamiento, solo con los del equipo que me toca. Siempre juego para ganar, pero siempre con respeto. La competencia siempre está y se adquiere queriendo ser siempre el primero.
El Liceo tiene una larga relación de jugadores llegados desde Argentina.
Se creó un vínculo muy bonito. El Liceo siempre ha traído jugadores argentinos y la relación ha sido buena. El argentino venía acá y se sentía muy identificado y la gente identificada con nosotros, con nuestra raza, nuestro corazón. Contento de ser parte de este club y de poner mi parte argentina.
¿Con qué argentino que haya vestido de verdiblanco a lo largo de la historia se quedaría?
Lucas Ordóñez. Soy 100% de Lucas Ordóñez.
¿Para un argentino la selección siempre está por encima?
Nos sentimos orgullosos de nuestra bandera y de nuestro país. A donde vamos llevamos nuestra esencia y nunca la perdemos. Soy muy patriota, muy argentino y muy orgulloso de serlo. Y el 98% de nosotros nos sentimos de esa manera.
¿Solo en Argentina podía haberse vivido así la Copa del Mundo de fútbol?
Fue una cosa inexplicable. Yo estaba en Portugal. Cuando salimos campeones agarré el auto y empecé a dar vueltas, lloraba, festejaba... Era una emoción... Nosotros decimos que pocos nos entenderán.
¿Plasma ese carácter en la pista y en su juego?
Mucho. Soy una persona que juego con el corazón y con la garra. Y a veces voy un poco al límite. Son cosas que vamos mejorando y a medida que vamos creciendo vamos negociando también mejor esa garra. El venir a España es una oportunidad muy grande para mostrar ese talento y ese aprendizaje que vengo haciendo.
No puedes agradar a todo el mundo. Yo me hago cargo de lo que hice y lo que soy
¿Se refiere a la fama de conflictivo que tuvo en Portugal?
Se distorsionó un poco la historia. Tampoco voy a decir que sea un santo. Yo me hago cargo de lo que yo hice. Pero distorsionaron la historia y a las personas les gusta poner etiquetas. Una vez que a alguien le ponen la etiqueta, por más trabajo que uno haga, es muy difícil de cambiarla. Hay gente que me conoce y después me dice: ‘ché, nada que ver con lo que me habían contado’. Es cierto que tampoco le puedes agradar a todo el mundo. Y eso habla bien de vos porque significa que estás siendo vos, no una persona que no eres. A unos les vas a gustar y a otros no. Esto es la vida. Yo soy consciente de lo que viví, de lo que hago, de mis cambios... Y me quedo con eso. Espero que España sea un gran escaparate para mí, para demostrar lo que soy tanto dentro como fuera y que la historia por lo menos sea bien contada.
¿Cómo tardó tanto en llegar a jugar a España?
A veces miro hacia atrás y no me pregunto ni me cuestiono. Me gustó mucho el hockey portugués, estuve seis años allí y sentía que era un estilo muy parecido al argentino pero mucho más profesional. Lo del Liceo se tuvo que dar en este momento. No me quedo con lo que no fue sino con el que es ahora. Hubo posibilidades de venir antes, pero soy un creyente de que las cosas se dan por algo y a su tiempo. Entonces lo recibo a esta altura, en este momento, y vamos a sacarle el mayor jugo, a dar lo mejor de mí.
¿Le añade presión que su fichaje haya levantado expectación entre los aficionados?
Presión no. Y si la hay... me gusta. Trabajo bien bajo presión y sé que soy capaz de soportarla. Porque al final entro en la pista y me olvido de esa presión que se puede generar afuera. Lo manejo muy bien porque desde chico jugaba con mi hermano, hablándonos para meternos presión, para que falle el otro, ese juego. Así inconscientemente uno va creciendo y va creando esa tranquilidad dentro de sí. Eso no me quita el sueño. Me gusta que la gente tenga ilusión, que le haya agradado que yo venga acá. Yo también estoy muy ilusionado, sinceramente. No me meto esa presión pero sí decirles que hago siempre todo lo que está a mi alcance y a veces hasta un poquito más. Aunque a veces hay show y otras fruta. Depende lo que el entrenador también deje o no me deje hacer.
Amo hacer goles pero si no entra la bocha no entra no soy egoísta para dar una asistencia y que marque otro
Ha marcado más de 80 goles en las dos últimas temporadas. ¿Se pondrá nervioso si bajan los números porque un delantero vive del gol?
Los goles son amores, como dicen. Pero hay fases en las que no se marca y otro consejo de mi padre del que también me acuerdo es que si no te está entrando la bocha, da una asistencia, que lo haga otro. En eso no soy una persona egoísta. Me gusta hacer goles, amo hacer goles, pero no soy obtuso y prefiero ganar y no haber marcado ningún gol que haber marcado tres y haber perdido.
Hereda el 77 de Jordi Adroher. ¿El listón está alto?
Me lo dijeron. Bastante alto. Qué decir de esa clase de jugador, impresionante. No vengo para competir con nadie. Es un honor llevarlo, porque sé que mucha gente lo recuerda. Espero que ahora saquen una buena comparación y disfruten con este 77 que es el Tato.
Si marca dos directas en la final de la Supercopa como Adroher en la última que dio el título al Liceo...
No se pide más (se ríe). Daré lo mío y si me dejan dar un poco de espectáculo, también disfrutaré de hacerlo, que también me gusta.
Al menos un jugador argentino por temporada |
Carlos Gil fue el primero en plantar la bandera de Argentina en el Liceo con su llegada en 1976. El equipo no estaba ni en División de Honor, pero el de Buenos Aires ya no volvió a casa después de disputar con su selección el Mundial de Oviedo, a donde le fueron a fichar los cazatalentos enviados por el club verdiblanco. Él hizo historia, primero como jugador y después como entrenador, y abrió también un camino que después siguieron muchos compatriotas, una línea directa San Juan-A Coruña que ha nutrido de jugadores a un equipo alejado del núcleo nacional en Cataluña y que tuvo en Sudamérica su mejor cantera.
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