Alejandro Avecilla, Willy Duarte. Josep Lamas. David Torres y César Carballeira. Jugadores de distintas épocas. Diferentes estilos y escuelas. Pero con un patrón común: son de A Coruña. Y eso los hace diferentes al resto. Desde que en la ciudad se dieron los primeros golpes con un stick a una bola hasta llegar a la plantilla del Liceo más koruña de la historia, se ha ido forjando con el paso de los años un tipo de jugador con unas características propias de juego y personalidad. Los dos capitanes verdiblancos, Pablo Cancela, Martín Rodríguez, Bruno Saavedra y Jacobo Copa darán fe de ello la próxima temporada, también con entrenador coruñés en el banquillo, un Juan Copa que se encarga de imprimir al resto ese carácter bravú.
A Coruña es una isla en el hockey sobre patines nacional, en la otra punta del epicentro donde cada fin de semana se desarrolla una actividad febril sobre ruedas, una Cataluña que gana por goleada en cantidad. Así que aquí no quedaba otra que buscar otras maneras de destacar. Portugal, por cercanía (incluso se llegó a jugar una liga Miño-Galaica), y Argentina, por el efecto espejo de las grandes estrellas, como Daniel Martinazzo, Mario Rubio o Carlos Gil, que pasaron por las filas del Liceo, se convirtieron en sus principales influencias en unos años 80 y 90 en los que el deporte rodado vivía sus años dorados en la ciudad.
“Al principio bebíamos de los jugadores portugueses, de los hermanos Da Costa y Cristiano, que fueron de los primeros en venir”, recuerda José Ares, entrenador de base ligado al hockey durante más de medio siglo, “y después ya llegaron los argentinos, que eran grandísimos jugadores, y claro, tiramos mucho hacia ellos”. Pero también iba por barrios. Porque cada escuela creó su estilo propio. “En el Liceo éramos gente más técnica”, explica Ares. “Apostamos por el trabajo de técnica, manejo de bola, patín exquisito y táctica individual, creciendo desde el uno contra uno”, apunta. El portero Martín Rodríguez y César Carballeira son los representantes de esta escuela en el Liceo actual.
“En Dominicos eran más de potencia, con un gran físico”, continúa Ares, “y con gran carácter que imprimía el patio del colegio: eran 150 niños detrás de una bola y llevaban, y siguen llevando, ese carácter en el ADN”. Jacobo Copa y Bruno Saavedra, aunque este de formación en el Compostela de las manos de Luis Aceituno, pondrán al Liceo de este curso esa sangre blanquinegra. Otro que también hizo el mismo viaje que ellos, Ciudad Vieja-Matogrande, fue en su día Manolo Souto, que no cree tanto en las escuelas sino en las capacidades individualidades. “Lo más importante es la coordinación, porque tienes un patín, un stick y una bola. Lo siguiente que es más importante es la fuerza”, indica. Y la diferencia con Cataluña para él reside “en la experiencia y la continuidad”.
Después esos modelos se fueron extendiendo y mezclando con otros como en Compañía de María, que destaca por el patín de sus jugadores, véase la calidad de un prodigio como Ignacio Alabart; y Santa María del Mar. “Allí nos iba la intensidad”, reconoce Antonio Cancela, que con Mantiñán, José Manuel Campos y Alejandro Avecilla se encargó de sacar muchas generaciones de jugadores. “Como llovía mucho y el patio del colegio es abierto, no podíamos entrenar muchas veces. Lluvia mágica, decíamos, por eso teníamos que tirar de la intensidad”, recuerda. Su hijo Pablo Cancela y David Torres salieron de allí. “Intensidad y calidad creo que sería lo que caracteriza al jugador coruñés. Pero también es cuestión de ciclos. Un Avecilla hubiese salido aquí y en cualquier lado, por ejemplo. Y también hay que tener en cuenta que para que uno llegue, muchos se tienen que quedar por el camino”, advierte.
En Cataluña siempre se trabajó de manera diferente. “Allí con la cantidad de jugadores que hay... malo será que alguno bueno no salga”, comenta José Ares. El clásico de la cantidad sale la calidad. “Y tienen un juego más paciente y con un pase muy trabajado desde muy pequeños”, analiza el entrenador, cuya filosofía es la contraria: “Al principio, la bola tiene que ser del niño o de la niña. Después ya se dedicará a jugar primero con un amigo, más adelante con dos y ya por último, el juego de cuatro”.
Ares acaba de regresar al Liceo como entrenador de las categorías de base. “Es el momento de aprovechar”, dice en relación a la presencia de seis jugadores coruñeses en la primera plantilla. “Pero para eso tenemos que hacer un trabajo muy grande con la base”, añade. Después de tantos años dedicado a la formación, le produce orgullo el hecho de la coruñesización del equipo. “Son seis, pero por mí ya podían ser doce. Es por lo que hemos trabajado toda la vida. Antes, con los Martinazzo, Rubio, Alabart, Pujalte... era muy difícil meter la cabeza ahí”, indica. La crisis económica abrió la puerta. Y el talento, el trabajo y el carácter puso el resto.