(Transcripción realizada por Armando Palleiro)
Mi historia personal con el Deportivo comienza al trabajar en la hostelería en A Coruña, toda vez que nuestra familia proviene de Abadín. Desde 1974 llevamos aquí y en ese momento empezó nuestro sentimiento por el club.
Cuando el trabajo me lo permite siempre voy a ver al Deportivo; antes lo hacía con mucha más regularidad porque vivía papá y él era el que gestionaba el negocio, mientras que yo tenía bastante más libertad para ir al fútbol, turnándome con mi hermana.
Tuve la suerte de poder estar en casi todos los desplazamientos europeos del equipo; hasta había algún jugador que comentaba de broma que en la expedición siempre viajaba Suso, el de la Champions, y Suso, el utilero.
Cada uno siempre tiene sus ídolos en el mundo del fútbol y, en este caso, el mío ha sido Augusto César Lendoiro. El ‘presi’ es el ‘presi’, el número uno. Él no solía desplazarse a los partidos de la Liga de Campeones. Coincidimos en el extranjero en la Recopa en París. Personalmente me permitía el lujo de vacilar con que yo viajaba más que Augusto.
Mi mejor recuerdo es el primer encuentro del Deportivo en la Champions League, en Atenas contra el Panathinaikos. Tuvo un significado especial, más que nada porque fue el primer partido en esta competición. Fue un sentimiento especial. Sinceramente, se me cayeron las lágrimas al escuchar el himno de la Champions.
Me gasté un auténtico dineral en poder desplazarme con el equipo por toda Europa, eran viajes caros y no me acuerdo de lo que invertido. Años más tarde sigo disfrutando de esos recuerdos porque parece que todavía me veo por momentos con ellos. Parecía uno más de la plantilla, han sido recuerdos imborrables para un aficionado como yo, que ha tenido el privilegio de estar integrado en el equipo.
Por suerte he podido experimentar grandes sensaciones con el Dépor pero me quedarán siempre grabados en el subconsciente el ascenso a Primera del año 1991 y el título de Liga de la temporada 1999-00 en el encuentro final contra el Espanyol.
La primera Copa del Rey conquistada ante el Valencia la celebré por todo lo alto porque sirvió para desquitarnos del penalti de Djukic y creernos que éramos capaces de lograr títulos. Por motivos laborales no pude ir a la final del Bernabéu el primer día, el sábado, pero fui a los diez minutos restantes. Ya pudimos festejar algo.
Todavía no me he recuperado del disgusto de la derrota contra el Oporto porque sabes que no vas a volver a vivir un partido como aquel. Cuando conseguimos aprendernos el nombre de Gelsenkirchen ya estábamos eliminados. Tenía una bufanda del Schalke 04 preparada porque unos amigos alemanes me la habían regalado.
Aparte de la decadencia en la que fuimos cayendo después de los años gloriosos, otro encuentro que me dolió mucho fue la final del playoff de ascenso fallido ante el Mallorca. Coincidió la vuelta en Son Moix con la celebración de San Juan. Toda la ciudad estaba desolada, llorando en una noche mágica.
Poco a poco en mi local he ido coleccionando bufandas y camisetas del Deportivo; no compro por Internet sino que intercambio cuando voy a los viajes. Solo me faltan dos o tres de los rivales continentales.
Para mí es un orgullo que exjugadores del Deportivo saquen al menos unos minutos cuando regresan a la ciudad y vengan a verme.
Acaban de estar recientemente Tristán y Manuel Pablo. También trajeron a Valerón, al que le enseñé una camiseta que me había regalado en Atenas. Flipó y me dijo que yo había guardado las camisetas mejor que él mismo.
Esta temporada estoy viendo al equipo con muchas dudas porque creo que a lo mejor es preferible hacer menos fichajes y buenos que muchos y que no marquen la diferencia.
A pesar de todo siempre soy optimista y pienso que el Deportivo irá a más en la segunda vuelta.