El Liceo no levanta cabeza. A la pesadilla del partido del domingo en Igualada le siguió la odisea para volver a casa. Las lluvias torrenciales provocadas por la DANA colapsaron por la mañana y en pocos minutos el aeropuerto de Barcelona, con las pistas anegadas, goteras e inundaciones en varias zonas de la terminal. Cancelado su vuelo, sin posibilidad para alquilar un autobús, sin que el tren fuese una opción (se cortó la circulación durante buena parte de la jornada) y teniendo que esperar hasta el miércoles para ser reubicado en otros aviones, finalmente la expedición verdiblanca tomó la decisión de ponerse marcha por carretera. Repartidos en cuatro coches conducidos por ellos mismos, los diez jugadores y dos miembros del cuerpo técnico, hicieron noche en Burgos, y está previsto que hoy a primera hora de la tarde, con más de 24 horas de retraso y dos días después de jugar el partido, lleguen a A Coruña.
Cuando empezó la temporada, Juan Copa pedía comprensión para el Liceo y sus más de 30.000 kilómetros como uno de los dos equipos de la OK Liga de fuera de Cataluña, el único al otro extremo de la península (el otro es el Alcoi). “Aceptamos la situación”, reflexionaba hace un mes el técnico del Liceo. Un ‘es lo que hay’ en toda regla. El primer viaje ya fue complicado, saliendo de casa un martes y regresando un domingo tras jugar en Lleida (miércoles) y Vic (sábado) y cogiendo avión, tren, autobús e incluso taxi para cubrir los trayectos. Por eso el técnico también pedía que los rivales se pusiesen en su lugar y les facilitasen que esos desplazamientos fuesen lo más cómodos posible.
La mayoría de las veces es así. Pero no en el caso del Igualada. El club arlequinado se negó a adelantar una hora el partido del domingo como había solicitado el Liceo. Esos sesenta minutos le hubiesen permitido llegar a tiempo para coger el último vuelo del día con destino a Santiago para dormir esa misma noche en casa. Falta de empatía, dicen desde el Liceo, lo que se une a que tampoco le facilitaron las habituales entradas de cortesía para el partido. Falta de previsión, alegan en el Igualada, que emitió un comunicado puntualizando que el Liceo pidió el cambio el 21 de octubre, cuando aún no se sabía de la DANA, y fuera del plazo de quince días de antelación que estipula la Federación. Reconoce que ni contestó y tampoco se planteó hacerlo ni cuando los pronósticos del tiempo cambiaron.
El técnico coruñés estallaba. “No todo es deporte y resultados”, decía desde la cola en la que buscaba una solución para la situación de su equipo. Una tragedia como la ocurrida en Valencia relativiza los problemas y contratiempos cotidianos. No es el hecho de la incomodidad y los inconvenientes que supone jugar un domingo y llegar a casa dos días después. Un mal menor sobre todo si se compara con las más de 200 víctimas mortales y las miles de familias que lo han perdido todo. Son los riesgos innecesarios a los que los verdiblancos se vieron expuestos.
El Liceo tenía que estar a primera hora de la mañana en el aeropuerto para coger un vuelo a las nueve rumbo a Santiago. La lluvia ya arreciaba cuando abandonó el hotel en Casteldefells, su cuartel general cada quince días en Cataluña. De hecho, al poco tiempo la mayoría de los accesos a esta localidad costera estaban cortados e impracticables. Varios coches se quedaron atrapados y sus conductores tuvieron que ser rescatados, sin lamentar ninguna víctima. De camino a El Prat, las alarmas de los móviles comenzaron a sonar dando parte de la alerta roja por fuertes lluvias. Y ya en el aeropuerto, empezaron a inundarse algunas estancias. En la entrada, el agua llegaba hasta los tobillos de los viajeros que querían acceder a la terminal. Imposible que la mente no se fuera a las imágenes de unos días antes en Valencia.
El vuelo se canceló. Como muchos otros. El Liceo solo era un damnificado de muchos. Y a buscarse la vida. La vuelta al hotel no era una opción. Tampoco el tren. Pero el tiempo mejoró, dejó de llover y parecía que el Liceo en principio iba a ser recolocado en un vuelo al mediodía con destino a Madrid, para desde la capital volar a A Coruña. Pero esa opción se disipó y después de intentar alquilar un autobús, lo único que le quedó a la expedición verdiblanca, antes que quedarse hasta el miércoles en Barcelona, fue alquilar cuatro coches para volver por carretera. Mil kilómetros repartidos en dos tramos, hasta Burgos, prácticamente la mitad, donde hicieron noche, y hasta A Coruña.
La odisea de vuelta a casa condiciona además la planificación de los entrenamientos de toda la semana. Los verdiblancos no tocaron pista el lunes, como ya no estaba en los planes de los técnicos, pero tampoco lo harán el martes y todavía no saben si podrán hacerlo el miércoles o si será recomendable dar descanso a los jugadores después de la paliza de las más de 48 horas de viaje si se tiene en cuenta la ida.
El próximo domingo, el conjunto dirigido por Juan Copa afronta un importante partido en el Palacio de los Deportes de Riazor, en donde recibe al Sant Just después de acumular tres derrotas consecutivas, frente a Vic, Barça e Igualada. Esto le obliga a una reacción inmediata si el equipo no quiere ver condicionadas sus opciones de clasificación para la Copa del Rey (los ocho mejores equipos al término de la primera vuelta), como el año pasado.