“¡César, César, César”!, gritaban los niños del colegio Liceo la Paz, que estiraban los brazos intentando tocar a su ídolo, el campeón del mundo que comenzó a patinar en ese mismo patio en el que ayer le estaban homenajeando. Quienes lo conseguían, se abrazaban con la emoción, dando saltitos incluso de alegría. César Carballeira es O Neno do Cole y se demostró el por qué. Cuando él era pequeño vio pasar por allí a jugadores y copas que le hicieron soñar en grande y en verdiblanco. Ahora es él el que le toca inspirar a las nuevas generaciones, a aquellos destinados a tomar su relevo en el futuro. De mayores a pequeños. Ya lo hace desde el año pasado desde su posición de formador y entrenador de la escuela liceísta. Antes, ahora y siempre como estrella del equipo de su vida.
Carballeira se calzó los patines por primera vez con tres años, en las clases de psicomotricidad del colegio. Sus padres, que le acompañaron al homenaje, le apuntaron a hockey, que en ese momento llevaba Ramón Canalda. Después del primer entrenamiento, no quería volver. Pero los entrenadores pronto vieron algo especial en él. Siguió creciendo en aquel patio, pasando por todas las categorías inferiores, liderando a distintos equipos a los podios de los Campeonatos de España, llamando a las puertas de la selección española, que como este verano Hugo Mareque y Jacobo Copa también capitaneó. Y se le abrieron las puertas del primer equipo, de la mano de Carlos Gil, justo el año en el que los verdiblancos ganaron la Liga veinte años después (2013). Solo se marchó dos cursos a Reus, pero casi como si fuera el destino, allí sufrió la lesión más grave de su carrera durante su primer año y el segundo no lo pudo terminar por la pandemia. Volvió a casa para consolidarse con un ciclo lleno de éxitos a nivel de clubes (una Liga, una Copa del Rey y una Supercopa) y de selección (campeón de Europa y del mundo). Nueve temporadas en el Liceo. Cinco títulos. 148 goles. A punto de entrar en el top veinte de la historia tras superar a Willy Duarte la pasada temporada.
Al jugador número cinco le estaban esperando cientos de alumnos en el patio cubierto, con una pancarta en la que se leía campeón del mundo con distintas fotos de su paso por la cantera en diferentes edades. Al son de una canción triunfal, entró al patio y dijo unas palabras a los niños sobre lo feliz que le hacía estar allí, del otro lado, invitándoles a soñar y a creer en sus posibilidades. Los niños aplaudían y disfrutaban del momento, pero también los no tan pequeños, porque según iban saliendo de sus clases los mayores del colegio se iban uniendo al homenaje. “Marcó un gol en la final del Mundial”, le comentaba uno a otro.
En la ronda de preguntas los alumnos dieron rienda suelta a su curiosidad. La mayoría estaban interesados en sus inicios, en cuándo y cómo había empezado a jugar y quiénes habían sido sus profesores y cuántas horas tiene que entrenar al día (“de 10.15 a 14.00 horas todas las mañanas salvo la de los miércoles”).
Muchos estarían tomando notas, por lo menos en sus cabecitas, de los pasos a seguir, por eso el jugador les insistió en que el deporte es muy sacrificado. Otros querían saber cuál es el título que más le gustó ganar (“la Liga con el Liceo y el Mundial con la selección”), qué se siente al ser campeón (“al principio no te lo crees) y en quién pensó cuando marcó el gol de la final y terminó el partido (“familia”). Incluso alguno preguntó si se había ido de fiesta para celebrar el título mundial (“un poco”, concedió) y cuál era su juego de móvil favorito (“ninguno, solo deporte”).
A Carballeira le acompañó, además de su familia, un grupo de profesores del colegio y también los directores, que le hicieron entrega de un recuerdo. Después, el campeón del mundo firmó en el libro de honor del centro con el siguiente texto: “Con mucho cariño para el colegio Liceo la Paz por hacerme crecer, formarme y educarme. Por transmitir los valores que todos los alumnos nos llevamos para el resto de nuestra vida y por ser unos fieles seguidores del deporte. Muchas gracias”.
A partir de ahora, el capítulo de la selección queda cerrado. Se quita la camiseta roja y se enfunda la verde con la que ya afronta el reto de la Supercopa. Le gustaría volver la semana que viene, aunque acompañado por sus compañeros. Se marcha del patio. Va chocando por un pasillo de manos. O Neno se va. Pero volverá. Siempre lo hace.
Dice César Carballeira que no es ningún “extraterrestre”, que pese a todos los títulos, todos los goles y todos los éxitos, sigue siendo César, o Cesi, el niño que creció en el patio del colegio que ayer le tocó visitar convertido en estrella. No era la primera vez. “Tuve la suerte de poder celebrar aquí un par de títulos con el Liceo con todos los niños, que sé que les hace mucha ilusión, como también me hacía a mí en su día. Es un orgullo poder traerles una medalla, que vean que están en un sitio donde pueden llegar a donde quieran, tanto en hockey como en cualquier otro deporte. Transmitirles toda mi energía para todo lo que les queda de curso y que sigan aprendiendo”, señala el jugador, que habla para los periodistas justo delante de la vitrina donde lucen todos los trofeos que el club ha ganado a lo largo de su historia: “La verdad que este colegio, desde que yo estudiaba aquí, imagino que desde antes igual, transmite esos valores por todos los deportes, pero especialmente por el hockey. Al final todas estas vitrinas están llenas de trofeos y de copas que se han conseguido a lo largo de los años y ojalá se siga haciendo”.
Pese a que no era la primera vez que recibía ese cariño tan propio e incondicional de los niños, sí era una ocasión especial porque acudía solo, sin el equipo, por su condición de campeón del mundo con la selección española. “Era la primera vez que venía solo y la verdad que es muy bonito. Tantos niños ahí gritando tu nombre... Al final, soy una persona más, no soy ni un extraterrestre ni nada, pero bueno, es muy bonito”, apunta. “Es un orgullo sentir todo ese cariño que desde bien pequeños me dan”, insiste. Muchos de esos niños son los mismos que, dos veces a la semana, se ponen los patines y aprenden a patinar con su ídolo. “Tengo la suerte de poder venir aquí un par de días a la semana a enseñarles todo lo que yo aprendí aquí y al final ellos también me lo agradecen con ese cariño que me dan”, añade el jugador coruñés.
Carballeira espera que la semana que viene tenga que volver, esta vez ya no solo sino con el resto de sus compañeros, a celebrar con el alumnado la Supercopa de España que se disputa este fin de semana en A Coruña. Para empezar, el Barcelona en las semifinales. “Tanto para nosotros como para el público, creo que es el mejor partido que se puede jugar, el mejor partido con el que se puede empezar y ojalá que lo ganemos y podamos jugar el domingo final”, reconoce.
El Liceo presenta una plantilla renovada. “Para mí es un equipo de diez, muy completo y con muy buen vestuario, que es lo más importante. Un buen grupo de trabajo y la verdad que con ganas de ver todos los frutos que dará”, analiza. Con el plus de ser el Liceo más koruño de la historia: “Eso también es otro motivo de orgullo. Creo que nunca hubo un Liceo con tanta gente gallega, con tanta gente de Coruña y yo creo que eso también hace que la gente se anime más a venir, cada vez haya más seguidores del Liceo y eso es algo muy bueno”.
Aunque uno, Pablo Cancela, que hoy pasará por el quirófano tras sufrir una fractura de ligamento cruzado en su rodilla derecha, es baja: “Es una pena que empecemos la temporada con una noticia así, pero bueno, sé que Pablo va a volver más fuerte de lo que ya estaba y ojalá podamos contar con él para el final de la temporada. Resta en pista, pero por fuera, en el vestuario, en los entrenamientos, en todo, Pablo está todos los días con nosotros, ayudándonos, apoyándonos, tanto él a nosotros como nosotros a él”.
El Barça, el rival ya no solo en lo inmediato, sino en toda la temporada, por una vez ha tenido un verano mucho más movido que el verdiblanco con la marcha de tres jugadores, entre ellos un buque insignia como Pau Bargalló, y el entrenador, con la llegada al banquillo de David Cáceres: “Se ha renovado muy bien, con jugadores de primer nivel y yo creo que va a seguir en la misma dinámica que venía y va a ser un rival muy, muy duro”.
Hace unas semanas estaba luchando codo con codo con cuatro jugadores del Barça en la selección (Ignacio Alabart, Sergi Aragonès y los hermanos exliceístas Carles y Marc Grau). Ahora cambia el chip, aunque no le resulta complicado. “Sabemos que el deporte es así, un día estás con ellos y el otro día en contra, pero bueno, al final el respeto y todo lo que nos queremos los unos a los otros sabemos que lo que pasa en la pista queda dentro de la pista”.
Cuando estaba en el Mundial, de hecho, no perdía de vista lo que pasaba en casa. “Así un poco de reojo miraba”, dice con cara de pillo, esa que todavía no ha perdido desde que salió del colegio, “y seguía todos los días todos los entrenamientos, pidiendo informes a Dava, a Copa, a Fabri, a todo con el que hablaba, a todo el mundo. Y todo lo que me decían era de 10 y ya decía, cuando acabe esto quiero empezar ya con ellos”. Ahora llegó el momento. Tiempo de Supercopa.