Las previsiones metereológicas apuntaban que podía haber chubascos en Riazor, calor y algún chaparrón. Ya se sabe que el verano a veces viene cargado de nubarrones en el solpor. No hubo caso. Lució el sol. No con excesivo fulgor, pero sí un solete septembrero, suficiente como para acunar al deportivismo, que una vez más fue por delante del equipo. Hasta que Yeremay empató a la gente con un golazo que le dio los tres primeros puntos al equipo. Así, con un triunfo, la vida se ve de otra manera. “Hemos sido menos brillantes que contra Oviedo y Huesca, pero nos llevamos los puntos”, resolvió Idiakez. Bien sabe, que justo por eso es por lo que le van a medir.
Al técnico se le observa también por cada decisión que toma. Así que la tarde empezó con algo que pareció un mensaje, con una alineación en la que nueve de sus futbolistas estaban en el equipo que ascendió de categoría el pasado mes de mayo. Desde entonces, la dirección deportiva incorporó a once futbolistas, casi media plantilla. Sólo Mario Soriano y el meta Helton Leite estuvieron ayer entre los elegidos del entrenador para salir de inicio.
Los debates en el fútbol se montan en torno a los resultados, así que bien está lo que bien acaba. El Deportivo fue mejor que el Racing, ganó sin alardes y a otra cosa. Pero por el camino va dejando trazos de lo que es y, sobre todo, de lo que puede ser. Es un equipo que, tras meses de asentarse sobre sólidas columnas defensivas en el balón parado, parece más titubeante de los esperado en esas lides. Es también un combo muy grato de ver cuando se juntan sus jugones. Idiakez, que tiene querencia por el buen pie, lo sabe. Quizás por eso, y ante la necesidad de ganar, agrupó por primera vez en el once a ese repóker sobre el que tanto se habla, a Soriano, Lucas, Mella y Yeremay con una referencia que trabajase ante ellos y sobre con los centrales rivales, primero Barbero y luego Bouldini. En el ajuste pareció sobre el papel que el estratega guipuzcoano rescataba la versión de Villares como lateral, una tentación en la que atinadamente apenas ha caído. El esforzado futbolista vilalbés es esencial en la medular para que los demás brillen. Sus finales de partido son el reflejo de su entrega, jadeante, con un punto titánico porque siempre ofrece una carrera más. Estamos ane un tipo que se lo deja todo no ya por el escudo sino por sus compañeros.
Villares no sobra en este Deportivo que quiere jugar en campo contrario y necesita correctores, así que la solución esta vez pasó por destinar a Mella al lateral y que comenzase sus galopadas veinte metros más atrás. Habrá que cotejar en más ocasiones si el velocista blanquiazul tiene futuro en esa posición. Idiakez al final tampoco se quiso mojar sobre ese asunto. Contra el Racing se echó en falta ver al campeón de Europa sub-19 en más unos contra uno, una suerte en la que es complicado pararle y en la que en el peor de los casos, ante las ayudas defensivas, libera a otros compañeros.
En pleno proceso de ensayo y error, mientras el entrenador decide si los nuevos son carne o pescado y se determina si esos refuerzos pueden sumar algo más que en el refresco del final del partido (que no es poco), el Deportivo trata de avanzar. Al Racing lo dejó atrás también con un punto de orgullo, el que exhibió por ejemplo Pablo Martínez, criticado en un entorno en el que la memoria es chata y en el que las reválidas son semanales. Atento, concentrado para tapar sus carencias a campo abierto con tablas, firmeza y convicción. Martínez exhibió contundencia desde la primera acción en la que debió intervenir. A su lado tuvo a su tocayo Vázquez, un guerrero.
Siempre quedará la duda de si el Dépor fue más por sus méritos o porque el Racing pareció muy rebajado. No hubo apenas respuestas por parte del equipo verde, que trabó el partido mientras disfrutaba del empate y no lo aceleró cuando trató de enmendar el gol de Yeremay. Le costó al Racing, que está en obras y todavía tiene andamios sobre los que trabajar.
Al final a todos agradan refuerzos y caras nuevas, pero el valor que aporta la continuidad tampoco es desdeñable. Y ahí el Dépor vuela a lomos de lo que ya tenía. Así lo entiende Idiakez y así lo disfrutó Riazor con una de las mejores versiones de Yeremay, que ya no es aquel chico que ofrecía destellos y al que le costaba cumplir los noventa minutos. El talento del canario encuentra ahora la manera de exponerse con continuidad más allá del perfil en el que se ubique o de los obstáculos que afronte en los partidos. Y en esa manera de partir desde la banda hacia el gol recuerda a los más grandes. Yeremay crece y con él lo hace el Dépor. Ayer resolvió un derbi con más ambiente que fútbol, un partido para saborear más fuera del campo que en el césped, con ese graderío mezclado y aficiones mezcladas antes, durante y después del partido. Eso es el fútbol. Y cuando gana tu equipo, y el sol se impone a la lluvia, aún sabe mejor.