Guillermo Fernández-Romo vuelve a cruzarse en el camino del Deportivo, pero esta vez desde el otro lado del espejo. Hace tres temporadas, fue el arquitecto del Racing de Santander que, con una remontada espectacular en la segunda vuelta, arrebató al Deportivo el ascenso directo a Segunda División. Aquella lucha estuvo rodeada de tensión, con un pique entre ambos clubes a raíz del aplazamiento del duelo directo en Riazor por dos casos de coronavirus en el conjunto cántabro. La historia, sin embargo, se cerró con la fiesta racinguista y la desilusión blanquiazul. Ahora, tres años después, Fernández-Romo regresa a Riazor al frente de un Cartagena hundido, sin haber sumado ni un solo punto en las nueve jornadas que lleva en el cargo, en una racha insólita en Segunda División. De verdugo del Deportivo a llegar contra las cuerdas, el técnico madrileño afronta un nuevo capítulo de esta historia cruzada.
En la temporada 2021-2022, Fernández-Romo tomó las riendas de un histórico como el Racing de Santander tras su buen hacer en el Cornellà y varios pasos previos en equipos como Noja, Olímpic, Sabadell, Jumilla y Ejea. Su inicio en el cuadro cántabro fue dubitativo, mientras que el Deportivo de Borja Jiménez se instaló rápidamente en el liderato del Grupo 1 de Primera Federación. Sin embargo, el enfrentamiento entre ambos de la segunda vuelta quedó marcado por la polémica y sus consecuencias. El Racing presionó para posponer el encuentro por un brote de coronavirus que se quedó finalmente en dos jugadores afectados y el aplazamiento coincidió con un frenazo de la racha positiva del Deportivo, que lideraba la tabla con seis puntos de ventaja. Tras el parón, los coruñeses encadenaron varias derrotas, mientras que los cántabros fueron remontando hasta que, en el duelo directo en Riazor, una victoria por 0-1 les permitió depender de sí mismos para el ascenso.
A partir de ese momento, el Racing mantuvo una racha imparable de 19 partidos sin perder y acabó logrando el ascenso directo, mientras que el cuadro coruñés terminó cayendo en el playoff en la aciaga final ante el Albacete en Riazor. Aquella temporada dejó una herida en el deportivismo y marcó un punto de inflexión en la historia reciente del club, con Guillermo Fernández-Romo como uno de los protagonistas de aquel desenlace.
Desde entonces, el camino de Fernández-Romo ha sido accidentado. En la temporada siguiente, ya en Segunda, fue destituido en el Racing tras encadenar cinco derrotas consecutivas y adentrarse en los puestos de descenso. Su siguiente etapa en el Ibiza, de nuevo en Primera Federación, tampoco resultó fructífera y acabó con otra destitución a pocas jornadas del final durante el pasado curso.
“Es algo horrible que no me ha pasado en la vida. Si me hubiera pasado, no estaría en Segunda"
Ahora, en el Cartagena, el panorama es incluso más sombrío: nueve partidos en el cargo, nueve derrotas, y un equipo con pie y medio en la categoría de bronce. El mismo técnico que hace tres temporadas estaba en la cresta de la ola, llega ahora a Riazor en su momento más crítico. “Es algo horrible que no me ha pasado en la vida. Si me hubiera pasado, no estaría entrenando en Segunda División”, afirmó el entrenador albinegro tras sufrir una goleada contra el Levante (3-0) que significó un pleno de ocho derrotas desde que asumió el cargo.
Pese a esta situación límite, que se intensificó después de la novena derrota consecutiva el pasado fin de semana ante el Burgos (0-1), Fernández-Romo mantiene la confianza en revertir la dinámica. “Es una situación inusual y, a veces, ni haciendo las cosas aposta para que te salga todo mal, te sale todo mal. No debemos machacarnos y como somos maduros y profesionales, sabemos que eso puede pasar en un juego y que la única manera de girarlo es seguir jugando”, declaró en la previa del partido contra el Deportivo. Además, quiso recalcar que, pese a la racha negativa, no considera que el Cartagena sea un equipo sin alma: “Estamos perdiendo todos los partidos que estamos jugando, pero eso no significa que seamos un equipo perdedor”.
Ahora, el destino vuelve a colocar a Guillermo Fernández-Romo y al Deportivo frente a frente, pero en un escenario completamente opuesto. Como si se tratara de un espejo deformado, lo que entonces fue éxito para Romo y frustración para el Deportivo, ahora refleja una imagen inversa: un equipo coruñés que quiere continuar al alza y un entrenador que busca desesperadamente una salida del túnel.