Málaga y Deportivo se verán las caras el próximo sábado en La Rosaleda (18.30 horas) en un duelo que trasciende lo deportivo. Los dos clubes, que no pisan la Primera División desde la temporada 2017-18, comparten un camino de calvario y reinvención marcado por largos años en Segunda División e incluso por dolorosos pasos por la tercera categoría del fútbol español.
Sin embargo, entre las penurias, ambas entidades han encontrado dos grandes razones para creer: la renovación y el crecimiento de su masa social, impulsada por una nueva oleada de jóvenes seguidores, y el renacer competitivo liderado por sus canteranos.
Lejos de diluirse, la caída a los infiernos ha fortalecido el sentimiento de pertenencia en los dos clubes. En las gradas, el sufrimiento ha despertado un nuevo fervor, especialmente entre los más jóvenes, que han decidido vincularse a sus equipos a pesar de las adversidades. En el césped, la necesidad ha obligado a mirar a las canteras, devolviendo a los jugadores formados en casa un protagonismo que conecta de forma directa con la identidad y el orgullo de ambas entidades. Este círculo entre afición y equipo ha convertido los años de mayor oscuridad en una oportunidad para reforzar la esencia de Dépor y Málaga.
Málaga y Dépor son los clubes con mayor número de socios en Segunda División en la presente temporada. El Deportivo, con 30.055 abonados (27.549 de ellos con asiento en Riazor), batió un récord en este sentido en la temporada de regreso al fútbol profesional. Además, según los datos oficiales de la entidad, al cierre de la temporada 2023-24, un 15,39% de sus socios eran menores de 15 años, lo que refleja la creciente implicación de las nuevas generaciones. De hecho, los seguidores de 15 años representaban en la 2023-24 la franja de edad con mayor presencia en la masa social del Deportivo.
En el caso del Málaga, su cifra de abonados también ha marcado un hito. El club andaluz anunció el pasado agosto la llegada a los 26.550 socios superando con creces sus propios registros. Además, en febrero de 2024, una de cada tres nuevas altas correspondía a menores de edad, según una información de Diario Sur.
Lo llamativo en ambos casos es cómo esta nueva generación de aficionados ha decidido apostar por los colores de su ciudad, a pesar de haber crecido sin poder disfrutar de los mejores momentos de sus clubes. En lugar de seguir a gigantes como el Real Madrid o el Barcelona, estos jóvenes han elegido ser fieles a equipos que en los últimos años han acumulado más decepciones que éxitos.
“Me gusta este equipo porque representa al club de mi ciudad. Es evidente que si fuera del Madrid o del Barcelona podría celebrar más victorias pero la cercanía y el sentimiento que te da el Dépor es difícil de describir”. Es el testimonio de Alberto Rodríguez, un aficionado blanquiazul menor de edad, cuyas declaraciones fueron recogidas en julio por este diario en un reportaje junto a otros jóvenes seguidores que intentaron poner en palabras su vínculo con el club coruñés.
En Málaga el sentimiento es similar. Además, la salida de Abdullah Al Thani, tras juicios eternos debido a acusaciones probadas de administración desleal y apropiación indebida, marcó otro punto de inflexión. La Fiscalía explicó que los Al-Thani vivieron a todo trapo entre 2012 y 2019 gracias al dinero del propio Málaga y, por ello, la ruptura con este pasado ha reforzado el sentimiento de pertenencia entre el club y su hinchada, especialmente entre los más jóvenes.
A pesar de que el Dépor supera en abonados al Málaga, La Rosaleda, con una media de 25.178 espectadores por partido, ha registrado mejores cifras de asistencia que Riazor, con 22.798 aficionados de promedio. Dos datos que resaltan la fortaleza de dos de las aficiones más fieles de España.
Si la masa social es el corazón de estos clubes, la cantera ha sido el alma competitiva que los ha mantenido a flote. En los momentos más difíciles, cuando los recursos económicos eran escasos y los proyectos deportivos parecían desmoronarse, tanto el Málaga como el Dépor miraron a su base para encontrar soluciones.
El ansiado regreso del Deportivo a Segunda, tras cuatro años en el barro del tercer escalón nacional, no se entiende sin la irrupción de sus jóvenes talentos. Yeremay Hernández y David Mella se han convertido en los referentes ofensivos de un equipo que ha encontrado en los extremos su mayor virtud. Entre ambos suman doce goles y un buen puñado de asistencias en su primera temporada en el fútbol profesional. Su desparpajo, velocidad y capacidad de desequilibrio los han consolidado como piezas fundamentales en el esquema del Deportivo.
Además, Dani Barcia se hizo con la titularidad como central antes de sufrir una lesión a finales de 2024 -ya se entrana con el grupo-, mientras que Diego Villares, uno de los capitanes, ha sido clave en la estabilidad del Dépor tras haberse consolidado en el primer equipo promocionado desde el Fabril en 2021. A ellos se suman jóvenes como Rubén López, Kevin Sánchez, Diego Gómez, Martín Ochoa y compañía. Estos jóvenes valores, la mayoría de ellos cedidos, representan el futuro del club.
El Deportivo ha apostado por contratos de larga duración para blindar a sus canteranos, consciente de que son un factor clave sobre el que construir el regreso a la élite. Esta generación de futbolistas, arropados por futbolistas experimentados como Lucas Pérez, Pablo Vázquez, Pablo Martínez, Ximo Navarro o José Ángel Jurado, entre otros, ha devuelto al equipo a Segunda y ha elevado el techo competitivo del proyecto.
En Málaga, la historia de la cantera sigue un guion similar. El gol del ascenso a Segunda División, marcado por Antoñito Cordero en el último suspiro de la prórroga ante el Nàstic en la vuelta de la final del playoff del pasado curso, quedará grabado en la memoria de los malaguistas. Con apenas 18 años, Cordero ha asumido la responsabilidad en Segunda División, donde ya suma cuatro goles.
Junto a él, nombres como David Larrubia y Kevin Medina están marcando diferencias. Larrubia, de 22 años, ha aportado dos goles esta temporada, mientras que Medina, con tres tantos, sigue consolidándose en el equipo. Otros jóvenes como Aarón Ochoa e Izan Merino también han tenido minutos importantes, mostrando que la cantera malaguista está más viva que nunca.
El caso de Roberto Fernández también merece una mención especial. Aunque ahora milita en el Sporting de Braga tras el traspaso en verano, sus 20 goles durante la temporada pasada (entre todas las competiciones) fueron fundamentales para el ascenso. Su explosión como delantero centro simboliza el potencial de la base blanquiazul.
Málaga y Dépor han encontrado en su afición y en su cantera las claves para reinventarse. La fidelidad de miles de jóvenes seguidores, que han decidido desafiar las tendencias globales para apoyar a sus equipos locales, es un fenómeno que se está extendiendo en el fútbol español.
En paralelo, la apuesta por la cantera ha sido una necesidad convertida en estrategia que ha dado resultados. Los clubes no solo han sobrevivido a sus crisis, sino que están sentando las bases de un futuro esperanzador.
El partido del sábado en La Rosaleda enfrentará a dos históricos del fútbol español que sueñan con regresar a la élite. Y lo intentarán de la mano de sus canteras y de una afición que no deja de crecer.