Era un partido que llevaba camino del 0-0 hasta los minutos finales, en el que el Deportivo dispuso de buenas ocasiones para adelantarse en el marcador pero en el que el Burgos también pudo ponerse en ventaja. Para desgracia del deportivismo el grave error cometido por Álex Petxarroman en un pase horizontal sin destinatario fue decisivo, imperdonable, porque el atacante visitante Álex Sancris transformó el 0-1 en el minuto 88.

El resultado normal en este partido hubiera sido un empate por los méritos de unos y de otros, pero de nuevo otro gazapo en la retaguardia privó a los herculinos de al menos poder puntuar frente a un rival sólido, bien plantado en el estadio de Riazor.

En esta ocasión llamó la atención que se usaron a todos los jugadores en su puesto específico e Imanol Idiakez tuvo que prescindir de Soriano de inicio para configurar un esquema 4-2-3-1 que diera cabida a sus futbolistas más desequilibrantes.

Yeremay Hernández, uno de los que siempre generan más desequilibrio, se echó demasiado al medio para canalizar el juego de ataque, pero sinceramente creo que tiene más desborde en banda.
Uno de los más damnificados en esta ubicación del diez deportivista fue el lateral izquierdo Rafael Obrador, que debutaba como titular en Liga. No dispuso de balones proyectados a sus subidas y estuvo bastante desasistido, toda vez que Yeremay dejó libre ese espacio en la banda izquierda para bascular hacia el centro.

Un aspecto que debe mejorar el Deportivo fue que nadie se atrevió a tirar a puerta, incluso en buenas situaciones favorables para el remate. El Deportivo debe perder ese miedo porque muchas veces puede verse beneficiado de posibles rechaces o rebotes cuando la defensa rival se encuentra muy cerrada atrás.
El 0-2 final es un resultado que hace daño al equipo y a su técnico. Los entrenadores sabemos que se depende de las victorias en el sentido positivo. La actual es una situación que entra en el sueldo. l