Con todo lo que costó salir del pozo de la Primera Federación, el Deportivo, como club, daría por bueno un año tranquilo en su regreso al fútbol de plata. El ambicioso plan que Abanca tiene entre manos lleva aparejado un tenaz proyecto con el que se pretende llegar a Primera y asentarse entre los mejores. El sitio real del Deportivo. Y no dudo que lo veremos tarde o temprano. En esa hoja de ruta es más que sensato pensar que el año del regreso, el camino trazado lleva a asentarse en el fútbol profesional. Es decir, dar pasos en firme. Luego ya tocaría aspirar al ascenso. La salvación puede resultar poca cosa para muchos, pero es básica para mirar con optimismo al futuro.
En este sentido, para analizar la realidad actual del Deportivo es preciso mirar al mes de diciembre. Como ejemplo. Los partidos del Dépor se convirtieron en una especie de Port Aventura. Del subidón de casi ganar al Zaragoza, a dejarse dos puntos al final. De la goleada ante el Castellón en la fiesta de Mellita, al sopapo recibido a mano abierta por parte del Mirandés. El Dépor acabó 2024 barrido del mapa por un equipo que en agosto no tenía ni los suficientes jugadores como para disputar amistosos. Ese baño de contraste, sin embargo, también es la Segunda División. Una categoría donde todo puede pasar.
Pero un problema importante con el que convive nuestro querido Deportivo es su particular ecosistema, donde su realidad no casa fácilmente con el objetivo de mínimos de salvarse. Por un lado, el Deportivo no es un club más en la categoría. Aunque suene a pretencioso. Es así. Aunque no esté en Primera desde hace siete temporadas, nunca debe conformarse. Es uno de los nueve campeones de Liga, tiene una masa social que superior a buena parte de equipos de Primera División y tiene un máximo accionista con un proyecto y una capacidad enormes. Ahora, acudirá al mercado con posibilidades.
La segunda realidad es que, con sus notables carencias, el Dépor ya tiene a algunos de los mejores jugadores del campeonato en su plantilla. Tiene Gilsanz entre manos a una serie de jugadores diferenciales que, acompañados de refuerzos que den el salto de nivel, pueden invitar a soñar. O al menos a no jugar con fuego y quemarse. El Dépor empieza el 2025 a sólo un partido del descenso. ¡Qué vértigo!
De nuevo, el Deportivo está en manos de Fernando Soriano. El aragonés tiene una oportunidad de convertir a este equipo irregular en un conjunto solvente, o incluso en una escuadra para soñar cada jornada. Es también una oportunidad para reivindicarse y cerrar bocas. La realidad es que el director de fútbol no ha sido especialmente hábil en sus contrataciones hasta la fecha. Tiene más debes que puntos a su favor en sus contrataciones. Especialmente precario ha sido su mercado en el regreso a Segunda. La plantilla de 25 jugadores confeccionada deja al menos a diez en el camino. Jugadores que ni están, ni se les espera. Por eso, cuando muchos dudan de la necesidad de acudir ahora al mercado recordando el escaso acierto histórico del Dépor, habría que recordarles que lo que llegue, al menos, será un sobre sorpresa por abrir. En teoría uno que puede ser mejor. Porque lo que hay, desgraciadamente para Gilsanz, ya lo conocemos. Y lo que tenemos es un fondo de armario del Deportivo que está a años luz de los primeros espadas. En el debe de Soriano está la presencia de jugadores que no dieron el nivel y que llevaron (y llevan) al entrenador a no tener más remedio que repartir los minutos entre un elenco de jugadores que no supera en número los quince en la plantilla. Algunos ni calientan en la banda. El penoso desempeño en Copa es un claro ejemplo.
Bien haría el Dépor en haber hecho su carta a Papa Noel y no dejar sus deseos para los Reyes Magos o para el final de enero. Será ese mes, como lo fue el del año pasado, clave para ver hacia dónde apunta el Deportivo. Camarón que se duerme, se lo lleva la corriente. Y la inacción es algo que no se puede permitir el Dépor. Y para Soriano, quizás, sea también su última bala. Aún puede salir a hombros y por la puerta grande. O todo lo contrario...