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Rodri, tras caer el lesionado de gravedad el pasado domingo en el encuentro de la Premier League entre Manchester City y Arsenal | Peter Powell/EFE

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Hablaba Rodri Hernández la semana pasada sobre la posibilidad de que los futbolistas vayan a la huelga, una realidad que parece cercana. La densidad del calendario lleva muchos años, quizá demasiados, preocupando a los deportistas. El nacimiento de nuevas competiciones ha incrementado notablemente el número de partidos por barba, aunque algún torneo hace años que recortó la cifra de encuentros a disputar, como hizo la Champions League cuando se cargó la segunda liguilla en 2003.

 

Ese incremento, en cierto modo, se está viendo compensado por la ampliación de las plantillas hasta un mínimo de dos elementos por posición. Incluso Mundiales y Eurocopas han aumentado sus límites de inscripción en las últimas décadas, primero de 22 a 23 jugadores, para contar con dos piezas de campo por puesto más tres porteros, y más tarde a 26. La pandemia nos regaló dos cambios más, de tres a cinco, cual pachanga de solteros contra casados. Llegaron provisionalmente pero hoy da la impresión de que se van a quedar para siempre. Después aún se añadió un sexto trueque en caso de relevo obligado por conmoción cerebral. En los últimos tiempos, los colegiados tienen órdenes tajantes de castigar el tackling, una acción defensiva tan antigua como el foot-ball que está cada vez más cerca de pasar a mejor vida con un único fin: salvaguardar la integridad de los futbolistas.

 

No se puede decir que el mundo del fútbol no acumula medidas para proteger al protagonista del espectáculo. Y aún así, las lesiones siguen produciéndose. Como toda la vida. En especial, este asunto lleva reflejándose en los grandes torneos desde varias un par de décadas. Difícil de olvidar que las lesiones dejaron, ya hace casi tres lustros, sin Mundial de Sudáfrica a un buen puñado de estrellas del momento, como David Beckham, Rio Ferdinand, Michael Ballack, Karim Benzema, Jon Obi Mikel o Michael Essien.

 

Ahora, suelen ser los grandes torneos quienes se quedan cojos. Pero antaño, quienes se quedaban cojos eran los futbolistas. Unos jugadores que no tuvieron la fortuna de jugar (ni entrenar) en las alfombras en las que se trabaja en la actualidad. Muchos lo hicieron a menudo sobre patatales, prados y barrizales, unas veces encharcados por la lluvia, otras regados a propósito para dificultar su juego y sus movimientos. ¿Suplentes? Hasta los años 60, el lesionado se colocaba en el extremo izquierdo, para intentar hacer el llamado ‘gol del cojo’, porque no había cambios. Aquellos futbolistas tampoco pudieron disfrutar de los cuidados que hoy en día les ofrecen los clubes, con cuerpos técnicos casi tan extensos como la propia plantilla: entrenador, ayudante, analistas tácticos, entrenador de porteros, preparador físico, readaptador, médico, nutricionista, podólogo, psicólogo... Aquellos jugadores no tenían nada de eso en la España de finales de los años 70 e inicios de los 80 del siglo XX, cuando todos se unieron para decir ‘basta’ con un único objetivo: ser considerados trabajadores, ejercer su profesión asegurados y cotizar a la Seguridad Social y a Hacienda.

 

Este domingo, Rodri cayó lesionado de gravedad en el duelo de la Premier League entre el Manchester City y el Arsenal. El mejor pelotero de la pasada Eurocopa jugó 63 encuentros oficiales en cada una de las dos últimas campañas, sumando las actuaciones con su club y la selección. Migueli, aquel central bigotudo del Barça, llegó a jugar 57 hace casi medio siglo, en la campaña 1977-78. El madridista Camacho disputó 61 en la temporada 1982-83. Desde luego, no parece culpa del calendario.

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