Explicar el fútbol es aún más complicado que entenderlo. Por eso conviene desconfiar de los gurús que deconstruyen aquello que nadie sabe como se ha armado. El pasado sábado en Riazor el graderío maldecía por la ausencia de un rematador en el Deportivo y de pronto Bouldini giró el cuello como mandan los cánones y pasaportó la pelota a la red. El centro era un caramelito, eso sí, pero el destello ahí quedó. Cuando empezamos a pensar que había un nueve sobre el césped el hombre comenzó a encadenar dudas y desastres, así que unos cuantos nos fuimos sin saber todavía si tenemos delantero.
Por ahora lo que se aprecia es a un futbolista de físico exuberante con problemas para domesticar la pelota. Por si acaso Idiakez aclaró que la lectura del fútbol de Bouldini debe hacerse en las inmediaciones de la portería rival, no en acciones combinativas lejos de ella.
Falta hace que alguien empiece a aportar en esos terrenos vecinos al gol porque los partidos en Riazor empiezan a parecerse demasiado. Cerrarse y esperar es buen plan para cualquiera que afronte una visita al estadio, por ejemplo para el Eldense, que como ocurrió con otros antes se sometió a un bombardeo sin que tampoco pareciese muy incomodado por ello.
Subyace la idea de que el equipo lo puede empezar a pasar mal en la medida que no logre solucionar sus problemas ante equipos que se plieguen
El Deportivo remató 26 veces y acumuló volumen de llegadas al área sin éxito y tampoco sin excesivo trabajo para Ian Mackay, más allá de sus preceptivas palomitas. No es una buena noticia carecer de pegada para un equipo que quiere plantear los partidos desde el control del balón y la querencia por jugar en campo contrario.
Ocurre, por el contrario, que el equipo parece más a gusto en las transiciones que en el juego posicional, quizás porque las características de sus mejores jugadores les ayuda a brillar en esa tesitura en la que los partidos se rompen. Al Deportivo le va el caos y en Riazor parece todo demasiado pautado. Y cuando juega al galope disimula mejor la ausencia de un nueve de postín. Por ejemplo, en Elche. Sí, tampoco ahí se marcó.
Mientras tanto pasa la vida y también los puntos. La sensación el pasado sábado fue la de que el Eldense era un rival asequible como para haber dejado pasar la oportunidad de sumar de tres. Y subyace la idea de que el equipo lo puede empezar a pasar mal en la medida que no logre solucionar sus problemas para manejarse ante equipos que se plieguen. Porque habrá rivales que planteen problemas diferentes ante los que no se encuentren soluciones.
La sensación es que el Deportivo es un equipo ambivalente, pero sobre todo mal acabado. Y que alguna de las inversiones económicas de este verano quizás hubiera sido más coherente realizarla en donde casi todos ahora detectamos una debilidad y no en posiciones que ya estaban más que cubiertas. A toro pasado todos somos Manolete, pero a este morlaco ya se le veía venir de lejos. Sólo queda esperar que hasta enero se haga una faena de aliño y que una vez abierto el mercado el maestro agarre el estoque y, a su ritmo, entre a matar.