Fabio Rodríguez (Monforte de Lemos, Lugo, 1986) es el entrenador del San Tirso. Ha vivido un octubre de estrella y mientras atiende en una cafetería a este diario recibe llamadas de otros medios de comunicación que se interesan por la historia de su equipo, de Preferente, que recibirá en la Copa del Rey al Espanyol, un clásico de Primera. Se sentará en el banquillo de Riazor, donde mantendrá el pantalón corto que le acompaña independientemente de la estación que marca el calendario, desechando la opción de camisa y pantalón que, ante el glamour de la cita, le ofreció la marca de ropa que les viste. “El pantalón largo me agobia”, suele bromear. Competitivo y con la sensibilidad para ser un buen gestor de grupo, saca el colmillo para reivindicar que ni él ni sus jugadores están ahí por casualidad.
Hábleme de la fama. ¿Con cuanos medios ha charlado desde que eliminaron al Selaya y cómo lo ha llevado?
Ha sido algo bueno, porque nos da repercusión al fútbol aficionado. Estos días os atendí a todos encantado y con naturalidad, porque es algo bonito que vas a vivir una vez en la vida. Es lógico estar en el foco ahora, el viernes ya volveremos más al anonimato (ríe). Conté entre 15-20 entrevistas, conexiones de radio, etc. Pero contento, es algo que va a quedar para siempre cuando ya no formemos parte del San Tirso y a los chavales les ha hecho ilusión salir en la tele.
¿Ha estudiado al Espanyol como un rival más?
Sí, claro. La pena es que al viajar en el día no podemos saber con un día de margen quienes viajan. Obviamente darán descanso a bastantes jugadores porque tienen el domingo derbi contra el Barça, pero sí sabemos que tendrán un tipo de partido distinto al habitual. En Primera es un equipo vertical, de transiciones rápidas, y aquí al jugar ante un rival de cinco categorías menos van a llevar el peso, ser dominadores.
¿Cómo se igualan cinco categorías de diferencia?
Eso es inigualable. A ver si al principio hay trifulca y expulsan a dos, y aún así... (ríe). Es inigualable y en Riazor más. No vamos a ser capaces de estar a su nivel en ningún aspecto, ni físico, ni técnico, ni táctico, pero vamos a intentar competir, aguantar en el partido el máximo tiempo posible. En ilusión, moral y motivación sí podemos ser mejores.
¿Qué harían mejor si la eliminatoria fuera en O Monte?
A nivel deportivo, aunque te ganen, competiríamos de otra manera. Por ejemplo metes un balón a banda y aunque se pierda aprietas el saque. En Riazor es mucho más difícil que ese tipo de juego directo tenga continuidad.
Solo podrán jugar los titulares y cinco suplentes. Imagino que eso es lo más duro.
Sin duda. Lo más difícil y doloroso para mí es decidir quien no va a jugar. Firmaría un 0-8 y que pudieran jugar once en cada parte.
"Firmaría un 0-8 y que pudieran jugar once en cada parte"
¿Qué criterios seguirá a la hora de tomar la decisión?
Deportivos y de antigüedad.
La gente que no está familiarizada con el fútbol modesto quizá no sea consciente de las horas que le dedican al fútbol los entrenadores. ¿Cuántas son en su caso y como se analiza al rival en Preferente?
Te quita muchas horas, y más para los que no tenemos analista. En mi caso los lunes hago un análisis post partido y lo comparto por un grupo de entrenadores donde otros hacen lo mismo. De esa forma tenemos información todos sobre todos. Luego durante la semana les presento a los jugadores lo que espero del próximo rival, un análisis DAFO, vemos vídeo para perfil de jugadores, etc. A partir de ahí a entrenar tres noches, balón parado incluído, los días de partido, etc.
Han necesitado un largo y difícil camino en varias competiciones para llegar hasta aquí. ¿Cómo controló los nervios en los momentos que tenían difícil la clasificación?
En ese sentido intento estar frío siempre, porque si te contagias de las prisas o de lo que aprieta el banquillo te vas del partido. Tienes que ir consensuando con compañeros o incluso buscar feedback con los jugadores. Es cuestión de ser gestor y psicólogo en ese tipo de momentos.
¿No le pareció que también tuvieron ese ‘duende’ necesario para salir victorioso de las situaciones complicadas?
Hay gente que le llama flor. Yo creo que no, que la suerte hay que perseguirla y yo llevo trece años buscándola, no llegué aquí de casualidad. Participé en muchas competiciones cortas de fútbol base y obtuve buenos resultados con distintas generaciones del Ural, incluso con alguna jugando combinativo (ríe).
"La suerte hay que perseguirla y yo llevo trece años buscándola"
Mentalidad no les ha faltado.
Somos muy competitivos y tomamos decisiones. Contra el Selaya no podía ser llegar a la tanda de penaltis y pensar, ‘bueno, ya ha estado bien’. No, hay que intentar ganar. Por eso lo de meter a Sito y Brichu, o un detalle que vio el entrenador de porteros durante el calentamiento de que el meta rival no llegaba bien abajo. Luego también dar refuerzo positivo, decirle a estos dos jugadores que lo van a tirar y lo van a meter. No es suerte, es la convicción del lanzador, mente fría, abstraerte de la presión, etc. Estábamos seguros, se veía en el grito. Yo les puedo ayudar, pero es mérito de los jugadores.
Muchos de los jugadores de su plantilla son de ese largo periplo en el Ural. ¿Qué ventajas le ve a conocer a un jugador desde niño?
A la hora de formar un grupo, muchas. El fútbol no es solo técnica, táctica y físico, es un grupo de personas y es importante que sea sano, arropado de veteranos siempre.
¿A quién le dedica todo lo conseguido estos meses?
A mucha gente. A mi pareja, que es la que vive conmigo y tiene mi ausencia las horas que le dedico al fútbol, mi apoyo diario, quien me aguanta. A mis padres, porque siempre están ahí. Y del club al presi y a David –vicepresidente–, que son la leche. Para ellos el San Tirso es su vida. Los comparo a mi suegra, que me quiere mucho porque quiero a su hija, la trato bien y la defiende. Ellos conmigo son así porque me ven muy involucrado con el club, que lo defiendo siempre a muerte y lo represento publicamente. Te dan tranquilidad.
¿De dónde le viene la pasión por este deporte?
De familia. Mi padre jugó, arbitró e hizo sus pinitos entrenando. Tengo también un par de tíos que fueron entrenadores y un primo, Pichi, que fue futbolista profesional. Jugó en Segunda División con el Ourense y llegó a jugar Copa del Rey contra el Barça de Cruyff. También con el Guadix contra el Valencia de Cúper.
¿Vivió la perspectiva del futbolista antes de ser entrenador?
Sí, pero al terminar juveniles lo dejé y me puse a arbitrar. Creo que habría hecho más carrera, pero un año no me apliqué lo suficiente en el teórico. Luego volví a jugar y empecé a entrenar, hasta que un día dije que me tenía que centrar, que no podía estar arbitrando en Primera Regional, jugando en Tercera y entrenando alevines. Estuve diez años en el Ural, donde empecé en prebenjamines, piqué mucha piedra para llegar hasta aquí.
¿Cómo lleva la crítica? Siempre hay gente que discute la forma de jugar.
La mía me da igual, me entra por un oído y me sale por el otro. Me duele la crítica a los jugadores. Pero lo único que hacen es darte gasolina, convencimiento de lo que estás haciendo. Solo hay que coger los números y las estadísticas, pero no de ahora, sino de hace trece años. Hay muchas envidias y entendidos. En la escuela de entrenadores el libro hay que leerlo hasta el final, hay juego combinativo, directo, fase defensiva, etc. Si me dices que el equipo no juega a nada, pierde siempre y yo sigo erre que erre, claro que nos tienes que criticar, pero viendo lo que hemos conseguido...
"En la escuela de entrenadores hay que leer el libro hasta el final. Existe el juego combinativo, directo, la fase defensiva, etc."
No todo es negativo. En O Monte celebró mucha gente el día del Selaya.
Eso es lo más grande que hay, dar alegría. Y las críticas en el fondo las llevo bien, porque me va el rock and roll.
¿Cuál será la motivación tras el partido contra el Espanyol?
O Val (ríe) –próximo partido–.
¿Y ascender a Tercera RFEF?
Venimos de quedar quinto y cuarto, por lo que queremos pelear por estar en el Top 5 y jugar los playoffs. Sería bonito. No tenemos presión ni el club nos lo ha exigido, pero sí tenemos internamente la idea de pelearlo. Al menos estar hasta el final con opciones.
Y ahí el gen competitivo...
Nunca se sabe, ¿no? Unos penaltis y... (ríe).
¿Con cuál de los partidos se queda?
Con el de Carral, por cómo fue, la rivalidad que hay entre los dos y el hecho de conseguir la clasificación para la final –Copa de A Coruña– en Riazor. En la primera parte hicimos méritos para marcar e ir al menos empatados, pero en la segunda, ya por detrás, todo estaba muy enquistado. Manejaron bien el resultado y solo en el tramo final pudimos darle la vuelta.
¿Y el momento más límite?
Ese o el del Torre –primera ronda de la Copa de A Coruña–. Llegamos a la tanda de penaltis y mientras que ellos marcaron los tres primeros, nosotros fallamos el tercero. Su cuarto lanzamiento era casi definitivo y lo paró Lameiro. A partir de ahí marcamos, ellos tiran fuera y César marca el último. Era un equipo de Segunda Galicia, pero que iba bien y con jugadores muy interesantes como Sergio Sande o Toni Insua. Habría sido un palo quedarnos fuera ahí, porque nuestro gran objetivo era llegar a la final por la posible retirada de César y Santi.
"La eliminatoria de primera ronda de Copa de A Coruña contra el Torre fue el momento más límite"
¿Cómo vivió esa final contra el Victoria?
No llegamos bien. Lago, Jorge y Rellán estaban tocados. Carlos no pudo jugar. Sega tampoco andaba del todo bien y Antón, que era muy importante por como acabó la temporada y por ser un campo grande, tenía gastroenteritis. Ellos técnicamente y en juego posicional eran mejores, pero fue un partido igualado donde tuvimos aciertos como flotar la salida de balón en la jugada del gol.
Y la temporada no acabó ahí...
No... Tocó jugar la Copa Diputación, que fue un esfuerzo para la gente, porque nos enteramos tarde y ya había viajes reservados, bodas, etc. En la semifinal llegamos con muchas bajas y no teníamos ninguna presión, victoria o vacaciones. Pero una vez llegas a la final... Ese gol de Segade fue increíble.
Ganan la Copa Diputación el 23 de junio y en pleno mes de agosto ya están peleando por la Supercopa Galicia. ¿Cómo fue esa vuelta de semifinales en Verín?
Uf, ¡qué calor! Había un montón de gente, 1.000 espectadores. Y yo sé que la temperatura era para los dos, pero a nosotros nos costaba más (ríe), ves que el jugador no va. El hecho de que fueran un equipo veterano nos ayudó en el tramo final.
Y por último, el Cultural Areas.
En la ida empezamos muy bien. Tuvimos dos y metimos una, pero después lo pasamos muy mal hasta el descanso. En la vuelta nos vi bien pese a empezar perdiendo y ese tramo hasta el 3-1 fue de lo mejor que recuerdo en casa. Eran un equipo muy técnico y valiente, pero supimos hacerle daño.
Qué día aquel y qué rival, ¿no?
Sí, sí, fue increíble... Y de ellos sabíamos como eran. Habíamos visto 60 cortes y cuando se los enseñamos a los chaveles ya les dijimos que tenían muchas similitudes con nosotros. Creíamos que éramos más competitivos por nuestra liga, pero teníamos claro que se iban a adaptar bien al campo. Entramos con alguna duda, pero nos ayudó el gol del descanso. Fue un momento además de compañerismo, en el que Lago tras su error se fue a abrazar con Adri, con el que lleva jugando desde infantiles. A partir de ahí hizo un partido increíble.
¿Por qué no se disputará el partido en O Monte?
No cumple los requisitos en cuanto a dimensiones, antigüedad de césped artificial e iluminación, que no llega a 500 lux. Ahora ya hay nueva, pero pasó de 35-40 a 150. Es una iluminación decente, pensada para que se vea bien si algún día tienes que terminar un partido de noche. La previa eran 200, por eso empezamos a las 17.30 horas un día entre semana, y un partido profesional 500.
¿Se valoró la opción de la Ciudad Deportiva de Abegondo?
No llega a 500 lux tampoco. Aunque las dimensiones de campo eran grandes también, al menos juegas en tu localidad. Que Riazor nos hace ilusión, eh, pero si te centras en el aspecto deportivo no es lo mejor.