C.D. Ourense, Cerceda, Racing de Ferrol, Somozas, Racing Villalbés, Laracha y Bergantiños. Una trayectoria con esos siete equipos ya daría a entender que estamos hablando de un clásico del fútbol gallego, pero si el inicio es el Deportivo en sus años dorados y el (próximo) punto y final el Silva pasados los cuarenta años, el brillo es aún mayor.
Antonio López Ameijenda (A Coruña, 1982) es el hombre detrás de ese camino y ha sido noticia en los últimos días por renovar su vínculo con el Silva, equipo de la Tercera Federación en el que lleva desde 2020. Un acuerdo que deseaba, pero para el que tuvo que superar un buen puñado de dificultades.
“Sabía de la propuesta del club para continuar, pero este año se me complicó bastante porque tenía que cuadrar todo a nivel familiar y laboral. Tal vez fue el más difícil de los que llevo jugando, tuve que moverme mucho para dejar todo bien atado. Me dio muchos quebraderos de cabeza, pero al final lo conseguí y es una alegría poder corresponder al club”, señala.
“Aparte del tema laboral, que este año por ejemplo se me complicó, estoy casado, tengo dos hijos y también quería hablarlo en casa, porque por mucho que uno quiera, la prioridad siempre tiene que ser la familia”, añade. En cuanto a la próxima temporada, tiene claro cual será el objetivo nuevamente: “va a ser difícil, como todas, porque el Silva al ser uno de los presupuestos más bajos de la categoría siempre es un equipo cuya meta es salvarse. Los últimos años, a excepción del más reciente, hemos estado en la cuerda floja, pero partimos de esa base”.
Con respecto a eso, desvela que volverá a haber muchos cambios: “hay muchísima gente haciendo un trabajo impagable en la sombra. Este año va a cambiar bastante la plantilla, diría que más de un 50% va a ser nueva, porque hay compañeros a los que le han salido otras opciones, ya sea por ser ofertas mejores o por cercanía. Sufrir o no depende de muchos factores, pero como partimos de esa idea no nos va a sorprender”.
Sobre la temporada que ha finalizado, en la que llegaron incluso a soñar con los playoffs, dice que terminó con un sabor algo amargo, pero que ahora la ve de una forma muy positiva. “Fuimos un equipo que compitió siempre y tuvimos esa opción porque faltando cinco o seis jornadas estábamos ahí, pero hay que reconocer que se nos hizo corta la plantilla para poder competir por ese objetivo. En ese momento te deja un sabor ligeramente amargo, porque cuando ves esa puerta abierta es una ilusión, pero mirando con perspectiva creo que es una temporada para felicitarnos. Era la cuarta para mí en el club y en las tres primeras nos salvamos prácticamente en la última jornada”, explica.
Tiene ya 42 años, por lo que su juego ha ido sufriendo variaciones, algo que señala como la clave de su longevidad. “Creo que me he ido adaptando bien. La posición de central te da esa opción, algo que quizá no sucede en otras donde el aspecto físico prima más. Trato de ver los rivales que tengo enfrente, que campo es, y en función de eso aprieto más arriba al delantero, a lo mejor tengo que correr antes hacia atrás... depende. La veteranía es lo que te da, que puedes adelantarte a situaciones que ocurren en el partido”, detalla.
Pese a que no llegó a debutar con el primer equipo, guarda recuerdos imborrables de su paso por el Deportivo en los primeros años de los 2000.
En una ocasión -mayo de 2002- fue citado para un partido en Riazor contra el Real Madrid. “Fue la segunda convocatoria que tuve con el primer equipo; la primera había sido en Mestalla. No había demasiado en juego y fuimos varios canteranos citados, pero en aquella época la verdad es que aspirabas a ir en la lista y poco más. Con el paso de tiempo hay que darle el valor que tiene, y de ese día el recuerdo que tengo más fresco es ver a Zidane y a Roberto Carlos delante del banquillo, a unos ‘metritos’. La pena era que sabías que no tenías opción a entrar en el campo”, rememora.
Lo último que comenta es interesante y da pie a una reflexión sobre lo que era ser canterano entonces y las posibilidades que ofrece ahora: “si me paro a pensar, de mi quinta nadie llegó a ser profesional. Eso te habla de dos cosas, que el nivel competitivo de aquel Depor era impresionante, y que la cantera está ahora mucho mejor trabajada. Creo que este es un momento ideal para ser canterano. Si tienes ciertas virtudes, eres trabajador y cuentas con un poquito de suerte para que apuesten por tí, el paso es mucho más sencillo. Antes era casi inviable”.
“Yo tuve la suerte de ir convocado a todas las competiciones. Siendo de A Coruña era muy goloso estar en el Deportivo en sus años de bonanza. Tengo la doble lectura de que igual fue demasiado tiempo en el Fabril, del que me fui con 24 años, pero igual si me pasa ahora lo vuelvo a hacer igual. No me reprocho nada y prefiero quedarme con el privilegio de haber vivido esos momentos y formado parte de ellos”, añade sobre sus cinco temporadas en el conjunto blanquiazul.
Mucho tiempo, que por supuesto da para anécdotas. “En aquel momento tenía la personalidad que tenía e incluso llegué a tener algún enganchón. A los mayores les profesaba un respeto impresionante, pero había jugadores de renombre de más o menos mi edad y no era yo de callarme cuando había algo que no me gustaba, pero no pasó a mayores”, explica.
Al ser cuestionado por un ejemplo, algo que se pueda contar, desvela la relación que tuvo con Lionel Scaloni, “buenísima, pero también con algún roce por ser ambos de sangre caliente”, recalcando que se alegra por lo bien que le va, al ser alguien que le “profesa tanto cariño tanto a la ciudad como al club”.