Un suspiro, “aaayyy” y una confesión a la trivial pregunta sobre cómo se encontraba. “Mal”, zanjó Diego Epifanio, laminado tras dos cuartos para olvidar. O quizás para recordar y no repetir. “Nos tenemos que autoexigir más”, recetó tras una dura derrota el entrenador del Básquet Coruña, dolido por tantas cosas, entre ellas haber recibido 34 puntos en los diez últimos minutos.
A Epi le preocupa que el equipo se caiga cuando las cosas no le salen, quiere más dureza mental en ese tipo de situaciones. Y mira hacia el Tenerife como un ejemplo: “Cuando a ellos les estaban saliendo mal las cosas todo el mundo sabía lo que tenía que hacer y cuando nos ocurrió a nosotros estuvimos incómodos”.
Quizás sea el peaje a pagar por ser novatos en una categoría que no permite desconexiones. Ni dudas. “El Básquet Coruña fue el único equipo en la pista entre el minuto 5 y el 15, pero se dejaron unos cuantos tiros libres y nosotros seguimos vivos”, concluyó Txus Vidorreta, el entrenador del Tenerife. Al descanso habían perdido once balones que generaron canastas fáciles de los naranjas. Tras el receso apenas engrosaron esa estadística con tres más. “Les pedí controlar las pérdidas y hacer el mejor segundo tiempo del año porque lo necesitábamos para ganar”, confió Vidorreta, que también aludió a la dureza mental para ponderar el trabajo de alguno de sus jugadores. “Pero sobre todo fue una victoria coral”, matizó.
El coro naranja desafinó después de ofrecer sus mejores notas. Epi trató de explicar algunas dudas que subyacían tras el partido. “Diagne se hizo daño en el entrenamiento del sábado”, apuntó sobre la escasa participación del pivot en un partido en el que hacía falta fiereza bajo tableros. Y ofreció un diagnóstico sobre lo que debe ofrecer el equipo para competir. “Nos queda mucho para entender que el ritmo de los partidos lo tenemos que imponer desde nuestra solvencia atrás”.
30 PERSONAS
trabajaron durante toda la madrugada para que el Coliseum estuviese listo tras albergar un concierto el sábado.
Ayer faltó defensa y rebote, no hubo solvencia. Fue tan inopinado como profundo el desplome, por más que el Coliseum fuese grato con los suyos, siempre atento al apoyo y el aliento. La gente estuvo con su equipo. 7.768 espectadores casi llenaron el recinto, con una significativa presencia de seguidores canarios en el gallinero. “En esta cancha da gusto jugar. Ojalá sea por muchos años”, se despidió Vidorreta, un vasco con más de 500 partidos dirigidos en la ACB.
El Coliseum se volvió a vestir de gala y lo hizo tras escribir un nuevo capítulo en el libro de los imposibles de la epopeya baloncestística de esta temporada, después de una madrugada en la que se pasó del último de la fila al primero de la mañana. Eso también fue un trabajo coral, el de convertir el recinto en el que Manolo García ofreció un multitudinario concierto en una monumental pista ACB. Ocho horas en la madrugada y la matinal dominical vieron como treinta personas consiguieron darle todo el significado al concepto “multiusos”. Gonzalo Castro, concejal de Cultura y Turismo, se sentía orgulloso tras el despliegue. A las once de la mañana de ayer el Coliseum baloncestístico estaba en perfecto estado de revista. El espectáculo músical dejó paso al deportivo y ambos compartieron casa.
La gente lo disfrutó, por más que el equipo no le diese una alegría. Quiso pero no pudo el Básquet Coruña, que se derrumbó en el tercer cuarto, un tiempo que se perdieron casi en su totalidad bastantes de los habitantes de las sillas de pista que se sitúan frente a los banquillos. Quizás haya que editar un manual para VIPs. Ocurre que a pie de cancha la normativa dicta que el acceso está cerrado mientras se juega y nadie puede entrar hasta que haya un tiempo muerto. Y Epi, que pudo pedirlo con el 0-8 del reinicio, estuvo remiso para solicitarlo y no lo hizo hasta que quedaba 2:27 para el final. Así que bastantes por tomarse unos canapés se perdieron el solomillo del partido. Tampoco fue muy sabroso. 8-21 fue el parcial de ese tercer cuarto.
En todo caso no hubo reproches, a pesar de la decepción. Y Epifanio, por si acaso, quiso dejar las cosas claras. “No podemos engañarnos. Somos un proyecto nuevo en el que hay que ir poco a poco. Ningún partido va a ser fácil y el que lo piense que se lo quite de la cabeza. Vamos a controlarlas (las cabezas) y no ponernos nerviosos. Cero dudas”, zanjó el coach burgalés. No deben de brotar ante el vital duelo del sábado próximo en Granada.