El triunfo de la España más plural
lll
17º-23º

El triunfo de la España más plural

El triunfo de la España más plural
Oyarzabal marca un gol eterno para el fútbol español

Usuario

España alzó anoche en Berlín su cuarta Eurocopa y lidera, ahora en solitario, el palmarés de la gran competición continental de selecciones. Para varias generaciones que han crecido doloridas por los continuos fracasos del equipo suena hasta transgresor.


La realidad es esa. España festeja, lo hace A Coruña y decenas de poblaciones gallegas en las que florecieron pantallas gigantes para convertir la final en una gran comunión, de seguidores mayoritariamente jóvenes, en torno a un sentimiento. Y en este punto conviene ahuyentar interpretaciones interesadas en torno a cuitas excluyentes de todo tipo de pelaje. La selección española de fútbol representa a eso, a nuestro fútbol. Cuando Morata alzó la Copa al cielo de Berlín la alzaron con él todos los que con un DNI en el bolsillo viven, sueñan o sudan con este maravilloso deporte.


Todo sucedió en un partido que amaneció espeso, pleno de tensión y de prevenciones, una liza que durante bastantes minutos convino a los ingleses, que consiguieron que no hubiese noticias del esplendor con el que se estaba exhibiendo La Roja en los campos germanos. No hubo caminos para España, incapaz de encontrar a Dani Olmo, el futbolista que le da claridad por dentro, y se avino a buscar a los extremos para ver si eran quien de rascar algo.


Pero Inglaterra se sabía esa lección y montó un sistema de ayudas casi inabordable. Como además en ataque finalizaban acciones o al menos no perdían la pelota en situaciones que pudiesen generar esas transiciones que tanto agradan a Luis de la Fuente y que se han convertido en seña de identidad de la evolución del equipo, que no es otra cosa que el espejo de nuestro fútbol.


España se incomodó. Cometió errores, empezó a apresurarse y resolver sus ataques con centros al área. Justo lo que pretendía su rival, que se manejó con la pelota prisionero de su habitual atasco. Tampoco parecio importarle mucho, al punto que cuando el trencilla Letexier mandó a todos a la caseta al final de la primera parte pareció que Inglaterra lo hacía más satisfecha que España. Y allí no había pasado nada.

 

 

La ausencia del MVP


En realidad algo había pasado. Rodri, elegido a la postre mejor jugador del torneo, se lesionó en un choque con Laporte y se tuvo que quedar en la ducha para dar la alternativa al novel Zubimendi. Podría ser una leyenda, pero en realidad es una estadística, en el Manchester City cuando falta el mediocentro pierden más de lo que ganan. Y ganan mucho.


Que no le vengan a esta España con gaitas de ese calibre. Zubimendi movió sus dos primeros balones como si el magno estadio olímpico de Berlín fuese el pasillo de su casa y con Dani Olmo generó los espacios para que, por una vez, apareciesen camisetas rojas entre líneas.


Conectaron Lamine Yamal y Williams, la nueva España, la que acoge y no detesta, la que crece con el esfuerzo de tanta gente que buscó un futuro mejor tal y como no hace mucho tantos españoles y, sobre todo gallegos, hicieron la maleta (o ni eso siquiera) para encontrar fortuna en otros lares.


Con todo, nada es fácil ante los inventores del fútbol. Cole Palmer, uno de esos talentos que crían en el banquillo porque no caben todos en el once, marcó un golazo, un castigo después de que Zubimendi se desplegase hacia el área rival y la transición pillase a España descolocada. Con poco, una vez más, se vino arriba Inglaterra, siempre a rebufo en la Eurocopa, siempre con capacidad para rehacerse.


Pero faltaba la épica. Y la justicia, de paso. Marcó Oyarzabal porque la rodilla de John Stones le habilitó. “He hecho mi trabajo”, dijo el vasco al final, con lágrimas en los ojos. Hace no tanto que se le puso en duda porque no podía regresar al nivel que tenía antes de sufrir a una dura lesión. También la rodilla.


Oyarzabal, un vasco, marcó un gol eterno para el fútbol español. También lo fue el de Williams. El equipo que ha dirigido con tanta mano izquierda Luis de la Fuente le ha ganado a Croacia, Italia, Francia, Alemania e Inglaterra. No se recuerda una seguidilla similar, pero la ha completado un equipo que ha sabido poner al día un estilo que no hace tanto fue ganador y que se había viciado hasta convertirse en abordable para rivales de medio pelo. La figura de De la Fuente sale reforzada no sólo por ello sino por la apuesta por unos jugadores que en muchos casos no estaban en el radar del gran público.


No es la misma España de 2024 que la de 2008 o 2012. Ni mucho menos es la de 1964. Pero hay un hilo conductor que entronca a todas ellas. En lo futbolístico la pasión por la pelota y en la pasión una identidad que se forja y se modula en el día a día.


Esta España más que nunca de todos, más plural y periférica muestra una buena ruta por la que se puede transitar a partir de ahora. 

 

El triunfo de la España más plural

Te puede interesar