Gilsanz siempre cumple con sus ‘deberes’
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Gilsanz siempre cumple con sus ‘deberes’

El técnico del Deportivo termina contrato el próximo 30 de junio ► Sus últimas renovaciones llegaron tras la Copa de Campeones Juvenil y el ascenso con el Fabril ► La permanencia, siguiente tarea
Gilsanz siempre cumple con sus ‘deberes’
Óscar Gilsanz, en un partido con el Deportivo en Riazor dando instrucciones a sus jugadores esta temporada | Quintana

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Decía Jabo Irureta, uno de los entrenadores más exitosos de la historia del Deportivo, que su continuidad debía venir siempre de la mano de cumplir los ‘deberes’ de cada temporada. Ni siquiera tener la misión cumplida significaba una ampliación automática vía cláusulas, como bien explicó en alguna ocasión Miguel Santos, representante del irundarra, “hacer los deberes significa negociar, pero no necesariamente renovar”. Año a año, siempre dando indicaciones con su futuro en el aire. Quizá pensara el bueno de Jabo que así es como mejor rinde un entrenador. Con esa adrenalina de saber que cada minuto en el banquillo, uno se lo tiene que ganar a pulso. “Os adestradores nunca estamos cómodos. E cando estás algo cómodo, tes que buscar algo máis para que o equipo estea incómodo”. Estas palabras de Óscar Gilsanz en DXT Campeón dejan entrever que esa misma filosofía es la que sigue el entrenador de Betanzos, que termina su contrato con el Dépor el próximo 30 de junio.


A muchos le sorprendió que, cuando cogió las riendas del primer equipo allá por el mes de noviembre, su ascenso no llevara consigo alejar la fecha de caducidad de esa vinculación con el club blanquiazul al menos un año más. No levantó la voz entonces y no lo hace ahora, dejando que hable por él lo que hace desde la banda: “Sentes que estás facendo un bo traballo que pode merecer esa renovación. Creo que as cousas teñen que ter os seus tempos”.

 

 

Por objetivos cumplidos


Y es que esos más de 500 partidos en el fútbol gallego que el preparador deportivista reivindica cuando se le echa en cara su condición de novato en Segunda, lo han curtido lo suficiente como para saber que dónde estés en verano depende siempre de lo que hayas conseguido durante la primavera. Así ha ido cimentando su ascenso peldaño a peldaño en la estructura del club coruñés, que en 2020 le entregaba una prometedora generación juvenil con mucho talento, pero que siempre se estaba quedando corta a nivel de competitividad. Los Mella, Yeremay y Barcia, que ahora tiene a sus órdenes cada día ya como profesionales, se hicieron con el título de División de Honor y la Copa de Campeones en 2021 tumbando a Real Madrid y Barcelona.


El premio por la gesta fue un contrato por dos temporadas, hasta 2023, después de que Valerón dejase el Fabril y fuese Gilsanz el que ocupara el banquillo. La idea estaba clara: seguir acompañando a las perlas de la cantera y al mismo tiempo buscar el ascenso a Segunda RFEF para reducir la distancia entre Abegondo y Riazor. En su campaña de regreso a Tercera RFEF, un grupo cuyos pilares eran todavía juveniles se metió en el playoff de ascenso, donde cayó ante el Ourense CF que acabaría subiendo. A la siguiente tomó un atajo. Billete a la cuarta categoría por la vía directa después de dominar con mano de hierro durante todo el campeonato.

 

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Dos años más


La recompensa fue la misma: otras dos temporadas más de contrato con un doble reto colectivo y personal, ya que nunca antes había dirigido en Segunda RFEF. En un primer año cargado de lesiones, contratiempos y continuas subidas de futbolistas al primer equipo, incluida la definitiva de Iano Simao en el mes de enero, el Fabril logró la permanencia sobre la bocina. No convenció del todo su rendimiento a la dirección deportiva, que en verano llegó a plantearse mandarlo de vuelta al Juvenil y que fuera otro el que pilotase el cambio de ciclo que se avecinaba en el filial.


La idea fue desechada finalmente para que, después de nueve jornadas en las que tenía al equipo en mitad de la tabla con una plantilla completamente renovada, acudiera a la llamada del primer equipo. Ese servicio en Cartagena como interino y la negativa de todo cuanto entrenador tocó el club tras la destitución de Imanol Idiakez, llevaron a la confirmación definitiva de un Gilsanz que tenía ante sí el mayor reto de su carrera.


No hubo ahí ampliación, ni siquiera cláusula por el objetivo de una permanencia que por aquel entonces no parecía tan cercana como ahora mismo. Sin ser una situación límite, el primer encuentro de Gilsanz como técnico del Dépor fue para evitar caer al último puesto de la clasificación. De nuevo no le falló al club. Contando con la goleada en Cartagonova, desde entonces han pasado 18 partidos en los que el cuadro herculino solo ha caído en cuatro. 30 puntos que en la ‘Liga de Gilsanz’ supondrían marchar a ritmo de playoff y que en la clasificación real y absoluta colocan al Dépor con 40, en una situación que da para mirar al futuro inmediato con todo el optimismo que permite la siempre traicionera Liga Hypermotion.


Por el camino, y en una situación de aprendizaje continuo mientras da sus primeros pasos como entrenador en la élite, sus conocimientos y su forma de ser le han permitido ir superando diferentes situaciones que complican el día a día de cualquier equipo. Tanto dentro del campo, como esas semanas en las que apenas contaba con mediocentros por los problemas físicos de José Ángel y Mfulu, como fuera con el ruidoso mes de enero entre los casos Lucas y Yeremay. 

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