MEMORIA BLANQUIAZUL | Louie Donowa, emblema de "los niños del ascenso"
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MEMORIA BLANQUIAZUL | Louie Donowa, emblema de "los niños del ascenso"

MEMORIA BLANQUIAZUL | Louie Donowa, emblema de "los niños del ascenso"
Donowa firma su contrato en la sede del Deportivo, febrero de 1986 | ARCHIVO EL IDEAL GALLEGO

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Llegó a la ciudad un fin de semana de temporal. En Santiago un muro de grandes dimensiones se cayó derribado por el viento y sepultó varios coches, a un tripulante de un mercante japonés se lo llevó una ola cerca de Fisterra. El 16 de febrero de 1986 el Deportivo derrotó al filial del Atlético en Riazor gracias a un penalti transformados por Silvi. El equipo era quinto en la tabla en Segunda, con los mismos puntos que el tercero (Sabadell) y a uno del segundo (Elche). El Murcia transitaba como líder destacado. Entonces se ventilaban tres ascensos directos y más de la mitad de los equipos que componían la categoría estaban en esa pelea. El Deportivo soñaba, también lo hacía el Liceo, que aquel fin de semana dio un paso adelante hacia su segunda Liga con una victoria en Oviedo ante el Cibeles. Y en esas llegó Brian Louie Donowa.

 

Luis Rodríguez, un exjugador del Fabril que entonces operaba como algo similar a un agente de futbolistas, ofreció a la directiva que presidía Jesús Corzo un futbolista singular. Ni siquiera había parabólicas e Internet era una entelequia, así que las referencias apenas existían. Y en España había una cierta prevención hacia los futbolistas ingleses, que tampoco se animaban a salir de las Islas. Donowa en cierto modo era un indómito que se adentraba en terreno desconocido. Vio aquel partido contra el Atlético Madrileño y dijo algo así como que si él no tenía sitio en aquel Deportivo tenía que retirarse del fútbol. 

 

Aún así aceptó una prueba con el equipo. Pero no era un piernas. Tenía 21 años y ya había ganado con el Norwich una Copa de la Liga en Wembley ante 100.000 espectadores. La tragedia de Heysel y la sanción a los clubs ingleses, que fueron vetados durante cinco años, le impidieron mostrarse en competiciones europeas. Aquel triunfo en Wembley, con él en el once titular, no cerró las heridas de un descenso a Segunda. Donowa, que había marcado siete goles en aquella campaña, jugó cuatro veces con la selección inglesa sub-21 y alzó el trofeo en el magno estadio londinense, salió cedido al Stoke City. Allí no estaba contento y surgió una oportunidad en España.

 

Donowa
Donowa con el Norwich en la final de la Copa de la Liga de 1985

El Deportivo llevaba doce años sin pisar Primera División. Nunca había tenido una abstinencia similar. Y buscaba colmillo. Chuchi Aranguren, mito del Athletic, se había hecho cargo de un equipo que sobre el césped pilotaba el inigualable José Luis Vara. “Hace fácil lo difícil”, glosó Donowa sobre el diez deportivista a las pocas semanas de estar en A Coruña. Delante de él se movían Vicente y Traba. El argentino Verón operaba como extremo postizo, pero en realidad caía hacia la medular para aportar brega. Pero nadie en el club sabía quien era Donowa. Así que el entonces habitual partidillo de los jueves en Riazor entre titulares y suplentes se armó a modo de examen al recién llegado. En realidad fue un miércoles, porque el partido del fin de semana en Sestao se había adelantado al sábado. La presencia de Donowa generó una expectación inusitada. El propio alcalde, Paco Vázquez, se pasó por el estadio para echar un vistazo. Desde la grada (entonces las puertas estaban abiertas) brotó algún reproche porque no le pasaban el balón al nuevo. 

 

“Se mueve como una anguila con el balón en los pies”, zanjó su agente. Aranguren fue más prosaico. “Haré un informe y que decida la directiva”. El Deportivo perdió 3-1 en Sestao y al día siguiente Donowa firmó un contrato hasta final de temporada. La gente acogió como suyo al primer jugador de raza negra que se alistaba en el club desde los Mendonça. Un tipo singular que evocaba a Laurie Cunningham, el deslumbrante extremo que había fichado el Real Madrid tras una exhibición en un partido de competición europea entre West Bromwich y Valencia. Donowa compartía con Cunningham su origen antillano y la pasión por el baile. “En las pistas soy una fiera”, decía. Le apasionaban los Five Star, un remedo británico de los Jackson Five. 

 

Entonces el mercado estaba abierto hasta las últimas cinco jornadas, así que Donowa debutó con el Deportivo un 1 de marzo y con doce partidos sin jugar. Solo se perdió uno. El partido. 

 

El estreno fue contra el Mallorca, algo más de media hora para mostrar sus credenciales: regate, velocidad y cualidades propias de un encarador. El tipo era un descarado y enseguida conectó con la grada, que jaleaba sus galopadas, con aquella camiseta de manga larga dos tallas más grande de lo que necesitaba. Antes de su llegada el Deportivo había logrado apenas tres victorias en once jornadas; con él solo se perdieron dos partidos hasta el final de Liga, el segundo en la penúltima jornada en Oviedo. Aquella tarde, con 5.000 deportivistas en la grada y el ascenso en la mano, el Deportivo cayó después de que en los instantes finales de partido Silvi se fuese expulsado por enzarzarse con Thompson (otro inglés, el Donowa del rival) y el árbitro señalese un dudoso penalti por mano de Sánchez Candil, padre del hoy fabrilista Aarón. Donowa vio todo el partido desde el banquillo. “Fue una decisión táctica”, explicó Aranguren, que esgrimió que buscaba equilibrio defensivo con Verón en el puesto del inglés. 

 

El equipo se abocó en la última jornada a una carambola que no se produjo. Ascendieron Murcia, Sabadell y Mallorca, pero aquel año algo se encendió en el estadio mientras Donowa corría la banda. Oviedo frustó a los conocidos entonces como “niños del ascenso”, una generación de menores de 25 años que empezó a acudir al estadio y a seguir al equipo en los desplazamientos. En la curva de Marathón florecieron peñas como Barrio Sésamo o la Irmandiña. Germinó el orgullo blanquiazul que estaba latente, pero no se percibía en la ciudad.

 

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Donowa en Riazor contra el Tenerife en el último partido de la campaña 1985-86

Aranguren se fue y llegó Eusebio Ríos. El Celta, que había descendido a Segunda por la vía rápida tras perder 25 de sus 34 partidos, se interesó en Donowa. También se habló del Sevilla. El Deportivo se movió rápido y le firmó un contrato de tres años. Le pagó 11 millones de pesetas al Norwich por los derechos del jugador, que se asentó en el equipo, vivió una nueva decepción en el año del play-off que impidió el ascenso a Primera y pasó por la zozobra de salvar la categoría con el gol de Vicente en el minuto 90 al Santander. Al año siguiente, el tercero que había firmado, la llegada del brasileño Raudnei le hizo perder pie en la titularidad. Decían que no se esforzaba fuera de casa, que solo guardaba las filigranas para Riazor. El 18 de enero de 1989 solicitó la rescisión del contrato. Le pagaron la mitad de lo que tenía que percibir hasta junio. El Deportivo ya tenía un nuevo jugador en la puerta para ocupar plaza de extranjero mientras no arreglaba sus papeles como español: un tal Martín Bernardo Lasarte Arrospide.

 

El Compostela, con un burbujeante Caneda en los despachos, trató de fichar a Donowa. Pero no le permitían jugar en Tercera con pasaporte inglés. Bosman aún era solo un jugador de fútbol. El 28 de enero dejó la ciudad y se fue al Willem II holandés, pasó por Ipswich y Bristol antes de asentarse en el Birmingham City, donde jugó más de 160 partidos y deslumbró tres años después de marcharse de Riazor en una bizarra competición noventera en la que una firma publicitaria buscó al jugador más rápido de las cuatro divisiones del Football League inglés. Había que correr 100 yardas vestido de futbolista en unas calles de atletismo teñidas de verde. Las semifinales y la final tendrian lugar en Wembley tras la final de la Copa de la Liga entre Nottingham Forest y Manchester United. Donowa ganó una de las series previas y se iba a presentar en Londres con el mejor tiempo de los 16 semifinalistas, pero una lesión le impidió participar. Era el favorito en las apuestas. Prolongó su carrera de corto casi hasta el siglo XXI en destinos sin brillo, incluso en la liga finlandesa. 

 

Acaba de cumplir 60 años, vive en el área metropolitana de Birmingham y su último empleo conocido le ubicaba como instalador de fibra óptica. Donowa ya no corre la banda como antaño, pero su rastro todavía se percibe en Riazor en varias generaciones de deportivistas, singularmente para “los niños del ascenso”, esos que tuvieron que curtirse cinco años para al fin hacer honor al apelativo.

 

 

MEMORIA BLANQUIAZUL | Louie Donowa, emblema de "los niños del ascenso"

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