El Deportivo rompió el lunes ante el Castellón el perfecto equilibrio con el que había resuelto las 30 primeras jornadas de Liga: 10 victorias, 10 empates y 10 derrotas. Era inevitable mover alguno de los casilleros, pero no parece casualidad que el equipo blanquiazul elevara la cuenta de las igualadas en Castalia, confirmando su tendencia a las tablas en los últimos meses.
De los 22 equipos que conforman la Segunda División, solo Málaga, otro recién ascendido, y Sporting de Gijón suman más empates que el Dépor esta temporada. Curiosamente, tanto el conjunto andaluz como el asturiano transitan por la misma latitud de la clasificación que los de Óscar Gilsanz, esa zona media que sería más tranquila de no haber sido por la reacción reciente del Eldense.
Es este un escenario que permite mirar el vaso medio lleno o medio vacío dependiendo, casi siempre, de las expectativas u objetivos que se marque cada equipo a inicios de temporada. Aquel “cada derrota es un fracaso, pero cada empate ya es un desastre” de Fernando Vázquez es el fiel reflejo de lo que sufren esos aspirantes a la zona alta que necesitan dejar escapar el menor número de puntos. Para otras metas, como la que ahora tiene el cuadro coruñés entre ceja y ceja, ir engordando el botón aunque sea punto a punto puede ser decisivo a final de campeonato.
Esta cifra de partidos que terminaron con puntos para ambos bandos, compartida también por Levante, Almería, Cádiz y Racing de Ferrol, transmite el paso adelante que ha dado el cuadro herculino en lo que se refiere a madurez. A saber competir. Durante la primera vuelta, el Dépor fue muchas veces presa de su propio vértigo, un equipo que carecía de grises y al que la moneda le salía cruz cuando el partido espesaba.
Es inevitable pensar que Óscar Gilsanz ha tenido mucho que ver en ese crecimiento. El técnico tenía claro cuando asumió las riendas del banquillo que quería un equipo más equilibrado en todos los sentidos. En lo táctico, pero también en lo emocional. Que supiera sufrir cuando los duelos no estaban de cara y, sobre todo, que el Dépor se convirtiera en un bloque muy difícil de derrotar.
No hay que irse demasiado lejos para tener una muestra de esta evolución. El pasado lunes en Castalia el undécimo empate llegó en un encuentro en el que la imagen del equipo no fue la mejor, pero logró rescatar algo positivo llevando a su terreno el marcador a pesar de que el choque se había jugado bajo las reglas del conjunto local, precisamente uno de esos a los que le va la ruleta rusa. Con siete empates, sólo dos equipos suman menos tablas que los de Plat. Sensaciones diferentes dejaron anteriores igualadas como las más recientes en Riazor ante Córdoba y Huesca. El Dépor llevó el peso del partido y buscó el triunfo hasta el final, pero no pudo conseguirlo. La buena noticia es que tampoco cometió esos errores que solían costarle irse de vacío.
El equilibrio llega incluso a los escenarios donde se han conseguido esos resultados. Seis de ellos se firmaron en casa, la gran asignatura pendiente del conjunto deportivista este curso, mientras que cinco llegaron a domicilio, algunos en campos importantes como Los Cármenes o el Martínez Valero.
Al encuentro de esta tarde llega el Dépor en una racha de dos empates consecutivos, lo que pone a Gilsanz ante el reto de mantener una racha de mérito desde que está al frente del banquillo. Hasta ahora, el técnico de Betanzos nunca ha estado más de dos jornadas sin ganar, manteniendo una regularidad que le ha permitido al equipo sumar puntos a ritmo suficiente como para alejarse de los puestos de peligro.
Su puesta en escena fue inmejorable con dos victorias seguidas. Cayó ante el Almería y empató con el Málaga en Riazor, pero se levantó para ganar en el Nuevo Mirandilla el día del último gran servicio de Lucas Pérez. El triunfo del Plantío en enero solventó la dolorosa goleada ante el Mirandés y el empate en la visita al Málaga, lo mismo que la victoria en Ipurua tras los tropiezos frente al Levante y Tenerife en apenas cuatro días.
Ante el colista y con la oportunidad de alejarse definitivamente del descenso, el Dépor debe apuntar alto, pero el desafío es doble hoy también para el técnico, que podría encadenar por primera vez cinco jornadas sin perder.