Se acabó la era de Imanol Idiakez en el Deportivo. El club coruñés destituyó al técnico donostiarra después de 485 días en el banquillo blanquiazul. Un final abrupto para una etapa que también comenzó a contracorriente y que tuvo su punto culmen en la consecución del ascenso a Segunda División tras cuatro años en el barro. Los malos resultados en el regreso al fútbol profesional y la progresiva pérdida de confianza por parte del club provocaron un despido sin ultimátum. Doce jornadas se llevaron por delante a Idiakez a pesar del ansiado ascenso y de contar con el apoyo de la plantilla.
El preparador guipuzcoano se convirtió en entrenador del Deportivo el 1 de julio de 2023. Idiakez ya fue criticado antes de aterrizar, ya que buena parte de la afición todavía estaba en pie de guerra con el club por la salida de Rubén de la Barrera. Su estancia en A Coruña empezó cuesta arriba, pero no tardó en diluir el descontento y ganarse el beneficio de la duda gracias a su discurso. Natural y sosegado en sus comparecencias públicas, Idiakez se ganó a parte de la afición con un mensaje sencillo, aunque no exento de ambición y responsabilidad.
De esa forma se puede explicar la paciencia del público de Riazor ante un pobre inicio de Liga, salvo por la goleada en Lugo en la segunda jornada. El deportivismo, harto de cambios en el banquillo, no fue un clamor contra el vasco y ni mucho menos pidió su salida a pesar de finalizar la octava jornada en puestos de descenso.
Desde la pretemporada, Idiakez apostó por un Deportivo vertical que rompiera en cierta manera con las versiones del equipo en cursos anteriores, más centradas en dominar a través de una posesión pausada y controlada. Su estilo era reconocible. El equipo quería defender hacia adelante, mientras que Yeremay y Lucas eran los encargados de acelerar la jugada, con Barbero como referencia. Sin embargo, las lesiones y las sanciones de hombres clave hicieron saltar por los aires sus planes. Sin Yeremay ni Barbero durante buena parte de la primera vuelta, además del goteo de otras ausencias como Mella, Lucas y Ximo, Idiakez no supo mantener la apuesta y el equipo cayó en la previsibilidad y la lentitud con alineaciones con cuatro centrocampistas.
El Dépor tocó fondo en noviembre con la sonrojante derrota por 3-0 en Irún ante el Real Unión, que fue el preludio de un diciembre taquicárdico para Idiakez. El técnico, que reconoció tener las maletas hechas antes de la visita al Barça Atlètic (1-2), salvó el primer ultimátum gracias a un agónico gol de Davo. Y dos semanas después volvió a repetir el ejercicio de escapismo en O Carballiño contra el Arenteiro (1-2), con Davo de nuevo como protagonista. Idiakez había salvado dos match-ball, pero algo ya se había roto entre entrenador y club. Las relaciones se enfriaron e Idiakez, apoyado por la plantilla, escogió bando. El vestuario hizo piña alrededor del técnico y ni siquiera el despegue del equipo restableció el vínculo inicial entre club e Idiakez.
La última derrota del Dépor en la 2023-24 se produjo en León en enero. A partir de ahí, no volvió a perder: 17 victorias y 4 empates. El conjunto coruñés recuperó efectivos y se convirtió en una máquina engrasada e imparable. Yeremay y Mella tuvieron buena parte de culpa en la remontada blanquiazul. Idiakez apostó por el canario desde su llegada y tampoco le tembló el pulso para darle cada vez más protagonismo al joven extremo de Teo. A pesar de que Rubén de la Barrera ya había alineado a ambos, Idiakez creó un contexto propicio para el crecimiento exponencial de las dos perlas de la cantera. Dani Barcia, Rubén López y Martín Ochoa, otros productos de la factoría Abegondo, también tuvieron minutos en ciertas fases de la temporada.
No obstante, la pieza más importante del ataque en la espectacular segunda vuelta del Dépor fue Lucas Pérez, que se posicionó claramente en favor de Idiakez tras los difíciles meses de diciembre y enero. El vestuario, con el capitán coruñés a la cabeza, remaba en la misma dirección que su entrenador y eso se constató tras cada victoria. Los videos en las redes sociales del Dépor hablaban por sí solos. Abrazos entre jugadores (titulares y suplentes) y miembros del cuerpo técnico, gritos de euforia, bailes... El ‘efecto piña’ no era solo un movimiento de cara a la galería y el Mambo de Kiko Rivera acabó por completar la ecuación. Esos videos eran adictivos para una afición entregada.
En medio de esa vorágine de felicidad llegó el 12 de mayo de 2024. Lucas clavó un golazo de falta en Riazor ante el Barça Atlètic (1-0) y certificó el ascenso. Adiós a cuatro años de barro. El Dépor de Idiakez ya era de Segunda. Un éxito coral con el técnico donostiarra como protagonista y principal responsable de dejar atrás los traumas de Albacete y Castellón, que bien se podían haber enquistado hasta prolongar la depresión blanquiazul.
“Soy absolutamente consciente de que en la historia del Deportivo yo voy a salir en una esquinita, muy abajo. Estoy muy satisfecho porque vine con la intención de echar esa manita. Es la noticia del año para mí”, reconoció Idiakez tras lograr el ascenso. Sin embargo, Riazor le reconoció el mérito coreando su nombre en la fiesta organizada tras el último partido de la liga regular. El técnico entró al trapo y, como toda la plantilla, también se tiñó el pelo. La fiesta era completa.
Idiakez volvió al trabajo en la pretemporada 2024-25 con una plantilla conocida. Buena parte de las incorporaciones llegaron en los últimos días de mercado y el donostiarra mantuvo la apuesta por sus jugadores de confianza, los que le dieron el ascenso además del retornado Mario Soriano, para iniciar el nuevo reto en Segunda.
El Dépor siguió siendo reconocible. Fue atrevido en las primeras jornadas, pero esta vez los defectos pesaron más que las virtudes. La falta de acierto en ataque y de contundencia en las acciones a balón parado, defensivo y ofensivo, lastraron los resultados. El equipo blanquiazul coleccionaba remates y ocasiones, mientras dejaba a deber en otros aspectos. Argumentos para ver el vaso medio lleno o medio vacío.
Finalmente, la “terrible” primera mitad ante el Levante (2-1), como la calificó el propio Idiakez, y la última derrota en Riazor ante el Racing de Santander (1-2) precipitaron el despido del preparador vasco, esta vez sin ultimátum previo. El final a una etapa de 485 días en la que Idiakez se ganó un espacio, quizá en “una esquinita”, en la historia del Dépor.