Se encienden las luces de alarma. Perder seis partidos de doce y ganar solo dos hace que la situación sea preocupante. Si antes el entrenador decía que no miraba la clasificación y que no era importante, ya hay que empezar a pensar en que sí que lo es.
En 15 segundos de partido tenemos el primer desmarque de ruptura, que acaba con una vaselina de Arana, que se va alta. Los primeros 30 minutos fueron un repaso en toda regla de un líder que se ve fuerte, que lleva cinco victorias en campo rival y que se muestra con presión alta, robo y mucha verticalidad.
Así es el primer gol, con un mediapunta que llega sin marca. Y el 0-2 se firma con una facilidad pasmosa. El Racing presionó hasta el 30. Luego el resultado les hace ser conservadores y el Dépor empezó a manejar el esférico.
El Deportivo tiene dos graves problemas. Primero, el defensivo. No le llega, hasta que Mfulu y José Ángel se recuperen, con Villares y Soriano. El Racing tenía tres en esa zona y ganaban constantemente las espaldasa a ambos. Esa dupla no llega para cubrir todo el campo, teniendo en cuenta que el tercer hombre del medio campo, que debería ser Lucas, no lo es. El Dépor juega 4-4-2 en vez de un 4-2-3-1.
El otro grave problema que tiene el Dépor es a la hora de iniciar jugada, pues carece de salida de balón. Busca un número ocho o diez, futbolistas que saben salir de la presión del rival, que tengan visión de juego jugando de primeras y no tiene eso. Tras las oportunidades, se fue al descanso con la sensación de que si el equipo era capaz de atacar mejor se podía meter en el partido.
Entró Yemeray, encontró el gol el Dépor y a partir de ahí fue un querer y no poder. En el tramo final, hay argumentos tácticos para acabar jugando en el área del equipo rival tan antiguos como el fútbol mismo.
Pero lo que se hace es cambiar hombre por hombre y al Racing le llegó con correr, defender y sufrir. Aún pudiendo empatar, el equipo se vio que no da para más y ello acabó costando la derrota.