El Deportivo afronta el viernes (21.00 horas) un desafío crucial en Riazor con la visita del Córdoba, que puso contra las cuerdas al equipo coruñés con uno de los mayores retos tácticos de la temporada. En la primera vuelta, el conjunto andaluz impuso una presión asfixiante en El Arcángel, un planteamiento agresivo y coordinado que resultó en una dolorosa derrota por 2-0 para los coruñeses. Aquella tarde, el Córdoba de Iván Ania desactivó al Dépor, que se mostró impreciso y falto de soluciones ante la intensidad rival, aunque también desperdició varias acciones de ataque cuando fue capaz de superar la primera línea de presión.
Por lo tanto, el duelo en Riazor se presenta como un examen para la estructura en salida de balón que ha diseñado Óscar Gilsanz en 2025, desde la consolidación de José Ángel como titular en la medular, ante un Córdoba que ha hecho de la valentía en la presión su seña de identidad, a pesar de ser uno de los clubes con los recursos económicos más limitados de la categoría.
La reciente victoria ante el Oviedo en el Carlos Tartiere (1-2) confirmó estas mejoras blanquiazules. El encuentro comenzó de una manera similar a cómo se inició el duelo de la jornada 5 en El Arcángel. El cuadro asturiano se fue arriba a presionar con un marcaje casi al hombre que incomodó de forma evidente al equipo de Gilsanz en los primeros 10 minutos. ¿Cuáles fueron las diferencias respecto al enfrentamiento en Córdoba? La primera, que el Oviedo no tiene una idea de juego tan agresiva en la presión como para mantener ese ritmo durante todo el encuentro. Y la segunda y más importante, que el actual Dépor ha encontrado la fórmula para, con obvias excepciones, abrir vías en la presión rival gracias a una estructura con jugadores escalonados a distintas alturas y con suficiente libertad para interpretar el juego por sí mismos para elegir la mejor opción posible.
Para comprender el desafío que supone el Córdoba, es imprescindible recordar lo que ocurrió en la primera vuelta antes de abordar el funcionamiento de la salida de balón del actual Dépor. Aquel día, el equipo dirigido por Iván Ania diseñó un plan de presión adelantada que funcionó como un mecanismo de relojería. Los locales enviaron a cinco futbolistas a bloquear la salida de balón del Dépor: los extremos Carracedo y Jacobo González se emparejaron con los laterales coruñeses (Villares y Xomo Navarro), mientras que Antonio Casas, Theo Zidane y Álex Sala asumieron la vigilancia de los centrales (Pablo Vázquez y Pablo Martínez) y del doble pivote (José Ángel y Mario Soriano). Con esta estrategia, el Deportivo quedó atrapado en su propio campo sin capacidad de progresión.
Entre el mérito del Córdoba, con una presión trabajada, coordinada y casi kamikaze, y el demérito del Dépor, impreciso en pases y controles y sin el atrevimiento para querer el balón, se creó un contexto de calvario para el equipo coruñés en cada salida desde atrás. Además, fue uno de esos días en los que, ante el bloqueo del colectivo, el Dépor tampoco se pudo agarrar a la inspiración individual de sus piezas. Helton estuvo especialmente errático, sobre todo en los pases de media distancia, Ximo demostró estar incómodo jugando a banda cambiada, Pablo Martínez decidió optar por lanzar balones en largo y solo acertó en cuatro de nueve, José Ángel y Soriano no encontraron la forma de aportar en el segundo escalón... Una tormenta perfecta.
A pesar de la evidente asfixia que estaba sufriendo el Dépor, Imanol Idiakez ajustó el rango de acción de Mario Soriano y ese movimiento alivió ligeramente el agobio blanquiazul. El madrileño alternó sus apariciones entre la zona habitual de un mediocentro y una posición a medio camino entre Pablo Martínez y Ximo Navarro. Esto permitió al lateral ganar más altura por la banda izquierda y, además, librarse de la marca de Carracedo. Sin embargo, ni los compañeros estuvieron inspirados para encontrarlo ni Ximo estuvo acertado para sacar partido de su mayor libertad.
De esa situación habló el propio Idiakez tras el partido y quiso hacer hincapié tanto en la dificultad que supone contrarrestar el planteamiento del rival como en la importancia de acertar cuando existe la oportunidad. “No creo que seamos previsibles. Por eso tenemos ocasiones. Pero aquí juegan dos. El rival plantea una cosa y tú otra. El Córdoba tenía necesidad, ha venido a apretarnos alto. Teníamos salida por izquierda y cuando la encontrábamos transitábamos. Ellos pusieron mucha gente por delante, tuvimos situaciones y se trata de acertar”, declaró el técnico donostiarra, rescatando un matiz sobre el desarrollo del partido: el Dépor tuvo varias opciones para correr con espacio ante un Córdoba desprotegido, tanto tras robo como por una aislada buena salida de balón, pero desperdició cada ataque con malas decisiones o finalizaciones erradas.
Si hay un hombre clave en la salida de balón que ha diseñado Óscar Gilsanz en los últimos meses es José Ángel. La reaparición del mediocentro tras superar una pubalgia ha permitido al técnico utilizar al sevillano como pieza clave en la construcción del juego. El mediocentro se incrusta habitualmente entre los dos centrales y se responsabiliza de la organización del equipo en los primeros pases, aligerando las obligaciones de los centrales en ese sentido. No obstante, la presencia de Dani Barcia como central izquierdo es otro factor que contribuye a la limpieza y la claridad de la salida de balón en el Dépor actual.
Este primer movimiento de José Ángel genera un efecto dominó tanto por fuera como por dentro. En lo que respecta a la parcela central, Diego Villares, el mediocentro que está formando últimamente el doble pivote junto a José Ángel, se convierte en el segundo escalón en la escalera que plantea Gilsanz. El mediapunta Mario Soriano retrasa su posición y, dependiendo de las necesidades del equipo y la estructura del rival, se sitúa a una altura similar a Villares o algo más adelantado. Por su parte, Yeremay se aleja de la banda izquierda, como ya hizo el pasado curso con Idiakez, y se convierte en otro centrocampista más, generalmente a una altura ligeramente superior a la de Soriano. La escalera creada por dentro la completa Mella, que cuenta con un rol híbrido. Puede recibir de cara para proporcionar otra línea de pase a los jugadores blanquiazules en salida de balón o puede actuar casi como un segundo punta ayudando a estirar al rival con sus constantes desmarques de ruptura.
Teniendo en cuenta que cada una de estas cuatro piezas (Villares, Soriano, Yeremay y Mella) tienen roles diferentes y cierta libertad para ajustar sus funciones, lo habitual es que el Dépor se encuentre con superioridad por dentro si el rival, que normalmente juega con dos o tres centrocampistas, no hace algún ajuste para llevar a un cuarto jugador a esa parcela central.
Por otro lado, el movimiento de José Ángel, que abre la posición de los centrales, y el abandono de la banda por parte de los extremos, provoca que los laterales ya no sean necesarios a la altura de la línea defensiva y puedan avanzar metros. En fase ofensiva, Ximo y Obrador tienen la banda para ellos solos. Y a partir de ahí, entra en escena tanto la manera de ajustar del rival como la interpretación de juego de los laterales blanquiazules, que en muchas ocasiones tienen la opción de jugarse un uno contra uno contra el lateral del adversario.
Por último, la capa final de esta estructura es Zakaria Eddahchouri. Aunque el delantero está alejado de los cimientos de la jugada, también tiene cierta influencia en la salida de balón porque su movilidad para caer a la banda, aparecer entre líneas o tirar desmarques de ruptura, sumada al rol híbrido de Mella, añade vías de escape para un Deportivo que sigue elaborando un plan cada vez más complejo con balón.
A pesar de estas mejoras, ningún sistema ni ninguna estructura es infalible. La presión del Oviedo en los primeros minutos del último partido en el Carlos Tartiere fue una prueba de que el Dépor sigue teniendo margen de mejora. La estructura ofrece ventajas tácticas, pero la ejecución sigue dependiendo del rendimiento individual de los futbolistas. Si las decisiones no son las adecuadas, la superioridad generada en la pizarra pierde efectividad en el césped.
El partido contra el Córdoba será un examen definitivo para la evolución del Deportivo. El equipo de Gilsanz ha desarrollado una estructura sofisticada en la salida de balón, con José Ángel como pieza esencial, pero su éxito dependerá de la ejecución bajo la presión del Córdoba, que ya ha demostrado, durante toda la campaña y en particular contra el Dépor, su capacidad para asfixiar a los rivales.