Miro la clasificación y veo al Deportivo liderando la tabla, con 23 puntazos, apenas 5 tantos encajados y una interesante recua ofensiva. Buenos números, sin duda. Bajo esa premisa, se antoja que el equipo atraviesa un momento dulce y sólido, dentro de la borrasca permanente que es una Liga. ¿Y entonces, por qué cada fin de semana me reafirmo en una sensación de sopor supino? Perdónenme, pero a mí este Depor me aburre.

Sé que lo vital pasa por volver al fútbol profesional. Por lo civil o por lo criminal. Ya, pero lo que ofrece el equipo cada jornada es una condena. Y mira que el aficionado está por la labor. Recuerdo cuando en España nos sorprendía lo que se alegraban en la Premier ante cada saque de esquina. Pues en Riazor aún es peor. Tres pases seguidos y ya estamos todos dejándonos la voz y las manos.

Mi opinión es clara. El Deportivo va primero porque tiene la mejor plantilla. Una buena plantilla para esta categoría. No más. No hay quien me quite de la cabeza que los grupos de esta Primera Federación están apañados. Querían un grupo fuerte para luchar por unos buenos derechos televisivos y salió esto. Los 3 descendidos y los filiales fuertes están en el Grupo 2. Hasta metieron al Castilla que, como equipo del centro, le correspondería el Grupo 1, pero así se aseguraban un derbi. Al final, malas negociaciones, cuatro perras.

Hablando del Grupo 1 y después de 11 jornadas, ya se puede hacer un balance con cierto peso. El Depor tiene pocos rivales solventes. Unionistas es difícil que aguante el tirón, Badajoz ha vilipendiado un gran trabajo anterior y ahora se ha quedado justito, el Racing de Santander va trampeando como puede y la UD Logroñés demostró poquito en la última cita.

¿Que al Depor le puede llegar este bagaje para lograr el objetivo final? Puede ser. Ojalá. Va líder, y ese es un argumento que nada ni nadie puede tumbar. A algunos les bastará y aplaudirán con las orejas. A mí sinceramente esta propuesta futbolística no me gusta. Pero no me gusta en general. Salvo casos excepcionales de entrenadores y concepciones más valientes y atrevidas, hoy en día prima el control. Y el control mata la magia y la espontaneidad.

Con los años me he vuelto exigente. Agradezco una buena cena, un buen vino, una buena compañía, un lugar agradable... y que mi equipo me permita disfrutar.

¡Salud y suerte!