El deportivismo es muy agradecido con su equipo. Se conforma con muy poquito. Ante el Unionistas todas las crónicas apuntaron que el conjunto coruñés había mejorado y, la verdad, con esa mínima esperanza se quedó la gente al concluir el encuentro.
Sin embargo tampoco había que esforzarse mucho para mejorar el partido anterior disputado ante el Compostela, donde se dio auténtica pena para acabar mordiendo el polvo. El rival del pasado domingo, con una plantilla hecha con muy poquitos recursos económicos, obtuvo un empate en Riazor sin esforzarse mucho, un resultado que para ellos es histórico.
Rubén de la Barrera había indicado antes del duelo que “el domingo tenemos que volar”, para afirmar al término del mismo que “estoy muy orgulloso del esfuerzo de mis futbolistas”, que traducido es como morderse la lengua para tratar de no ponerlos a caldo. Fue para disculparlos.
Imagino que en la intimidad el técnico se dará cabezazos y jurará en arameo del que confeccionó esta plantilla a lo ‘Frankenstein’, compuesta de figuritas sin hambre de fútbol, mal entrenada como equipo y que ha dejado la pasada jornada al Deportivo fuera de las plazas de ascenso, todo un drama para el seguidor coruñés.
Efectivamente, si el equipo quiere subir de categoría y volver a los puestos de optimismo no queda más remedio que los jugadores den un paso al frente. No queda otra y el presidente y su consejo deberían ponerse serios en vez de tantos paños calientes.