El esfuerzo permanente, el respeto por el rival, el afán de superación, la humildad tras la victoria... Todos los valores que se asocian con el espíritu deportivo, todos, están concentrados en el cuerpo pequeño y la mente infinita de Sandra Sánchez, la karateca española que, tras ganar todo lo que se puede ganar, se retiró este viernes de la competición con un oro en los Juegos Mundiales.
A dos meses de cumplir 41 años, sus 153 centímetros y 48 kilos volvieron a hacerse gigantes sobre el tatami del Bill Battle Coliseum de Birmingham (Alabama, EE.UU.) para sumar una victoria más, quizá la única que le faltaba a su historial, que incluye el título olímpico y varios oros mundiales, europeos y nacionales.
El destino hizo justicia con Sandra Sánchez (Talavera de la Reina, 1981) en el año 2021, al convertirse el kárate por primera y única vez en deporte olímpico en los Juegos de Tokio y coincidir con el mejor momento de la carrera de la española. Alcanzó la cima, el oro, en el país de nacimiento de su deporte y en la catedral de las artes marciales, el Nippon Budokan.
Reconocida por la federación internacional como la mejor de la historia en la modalidad de katas, esa coreografía en la que se combate contra un rival imaginario, Sánchez conoció el éxito, sin embargo, a una edad tardía.
Se incorporó a la selección española con 31 años, con 33 emigró a Dubai por la falta de perspectivas en España y se proclamó por primera vez campeona del mundo con 37, al ganar a la gran rival de toda su carrera, la japonesa Kiyou Shimizu, 13 años menor y que también sería su oponente en la final olímpica.
La eterna sonrisa de Sandra Sánchez esconde una voluntad de hierro para olvidar los sinsabores de sus primeros años en el kárate y sobreponerse a cualquier adversidad. Con esa tenacidad convenció al que consideraba el mejor entrenador de katas, Jesús del Moral, para que la guiase en su último intento de engancharse a la élite. Ambos formaron un equipo campeón en el deporte y en la vida. Pero en los entrenamientos, en la competición, Jesús y Sandra nunca fueron marido y mujer; siempre fueron 'sensei' y alumna.
Como muestra, antes de los Juegos de Tokio abandonaron su hogar familiar para concentrase en las austeras dependencias de la Residencia Blume en Madrid, entre deportistas a los que sacaban veinte años, donde no tuvieron que preocuparse por cosas mundanas como hacer la comida o lavar la ropa y pudieron dedicarse solo a entrenar.
"Cada día cuando me levanto sé que es un día especial, un día único en un camino que estoy recorriendo y que va a ser inolvidable, pase lo que pase"; "Pienso que todavía hay una mejor versión de mí misma y que tengo que sacarla"; "Cuando llego a un campeonato empiezo de cero y da igual que sea la mejor o la número cien". Las conversaciones con Sandra Sánchez están llenas de frases de aroma oriental, inspiradas en la filosofía del kárate, un modo de vida, dicen los que lo practican, más que un deporte.
Apodada "llaverito", es licenciada en INEF y figura en el libro Guinness por ser la ganadora de más medallas en el circuito mundial. Amante de la lectura, de la cultura japonesa, de la vida familiar y de los viajes, tras su retirada no dejará de rodar por el mundo: la reclaman en todas partes para dar clases a quienes quieren ser como ella.
Sandra Sánchez se retira con todos sus retos cumplidos. La bola pasa ahora a los dirigentes, que no pueden desaprovechar el talento y la experiencia de la talaverana para que redunden en beneficio del deporte español.