A 27 días del encendido de la llama olímpica, París 2024 marca la agenda del deporte mundial, incluido el Tour, que cambia de fechas y localizaciones. La salida se adelanta una semana para no coincidir con la ceremonia inaugural de los Juegos. Por la misma razón la carrera no terminará en la capital francesa por vez primera en 111 ediciones. El icónico paseo del ganador y el previsible esprint en los Campos Eliseos, línea de meta desde 1975 hasta 2023, dará paso a una contrarreloj quebrada en los Alpes Marítimos con el arco de llegada en el Paseo de los Ingleses de Niza. Emoción hasta el último día.
Todo final tiene un comienzo y la salida se producirá en Florencia. El Gobierno italiano ha desembolsado seis millones y medio de euros para acoger la 'Grand Départ', la número 26 lejos de las fronteras de Francia en la historia de la carrera, la 13 en el siglo XXI y la tercera consecutiva. Si en el 22 fue Copenhague y en el 23 Bilbao, hoy partirá desde la Cuna del Renacimiento. Y en el 26 volverá a España para lanzarse desde Barcelona. El Tour es un producto, una marca que se vende al mejor postor. Ya no es la carrera de aquellos locos aventureros que tenía pegada a media Europa a los transistores. Ahora se televisa todo, también el aburrimiento que amenaza los cimientos del ciclismo. Adiós a la épica y el romanticismo.
El inicio en Italia condiciona el recorrido y le pone algo de picante –no tanto como en Euskadi– a las dos primeras etapas, salpicadas de subidas, siete hoy camino de Rímini y otras seis mañana con el doble ascenso a la Basílica de San Luca antes de llegar a Bolonia. Quizá no sea suficiente para evitar una 'volata', pero terreno hay para probar el estado de los favoritos, si se atreven.
Atrevimiento le sobra a Tadej Pogacar, que no se pone un dorsal desde su aplastante triunfo en el Giro, pero se dice mejor que nunca. Más lejos queda la última aparición de Jonas Vingegaard, inédito desde primeros de abril, cuando sufrió una brutal caída en la Vuelta al País Vasco que acabó con una clavícula y varias costillas rotas, un neumotórax y una contusión pulmonar.
El esloveno no engaña a nadie con su mechón rebelde y sonrisa perenne. De apetito insaciable y con 77 victorias en seis años de profesional (grandes vueltas, monumentos, carreras de una semana, otras clásicas, lo que sea...), anhela el lugar más alto del podio que ya pisó en el 20 y el 21. Y de paso completar con éxito el doblete Giro-Tour. Nadie lo consigue desde Pantani en el 98. En el siglo XXI lo intentaron Contador, Nibali o Froome. Agua. Sólo siete ciclistas lo han logrado en la historia.
Vingegaard, un frío asesino danés con aspecto menudo y casi tímido, es el antídoto de Pogacar, el que le relegó al segundo puesto las dos últimas ediciones. ‘Hombre Tour’ de toda la vida, no se prodiga en tantos frentes y selecciona los esfuerzos, salvo en O Gran Camiño, su patio de juegos los dos últimos años. El calendario del bicampeón se centra en el verano francés y mejora cuando llueve o bajan las temperaturas, el punto débil de Tadej. La incógnita de Jonas es su estado físico, pero si está en la salida es para ganar el tercero consecutivo, como Bobet, Anquetil, Merckx, Indurain y Froome, poca broma.
El duelo por el amarillo es también un duelo de súper equipos. El Emirates de Pogacar es una auténtica selección para la montaña: Adam Yates, tercero el año pasado, João Almeida, podio en el Giro, o Marc Soler, abnegado gregario con pilas Duracel, y Juan Ayuso, presente y futuro del ciclismo español. El Visma de Vingegaard es algo menos intimidante, sobre todo por la baja de Sepp Kuss, pero el núcleo duro guarda dos bazas que podrían liderar cualquier escuadra del pelotón: Matteo Jorgenson y Wout van Aert. Y un puñado de gregarios de lujo: Wilco Kelderman, Tiesj Benoot, Jan Tratnik...
Un escalón por debajo de los dos favoritos se presenta Primoz Roglic, derrotado en el primero de Pogacar, el Tour de la pandemia. Cómo olvidar su imagen llegando a la meta de La Planche des Belles Filles, mirada perdida, el casco de lado... Campeón de palmarés envidiable (tres Vueltas, un Giro y todas las grandes carreras de una semana), en su armario sólo le falta el maillot amarillo. Quizá sea su último tren.
Más dudas hay con Remco Evenepoel (una Vuelta, dos Liejas, dos Mundiales, en ruta y en crono), dinamitador incontrolable, pero que en las tres semanas y la alta montaña alterna exhibiciones con desconexiones. Es su primer Tour y lo ha preparado con mimo, todo el que la ha permitido su recuperación tras romperse la clavícula en la misma caída de la Itzulia que afectó a Vingegaard y Roglic.
Mira con ambición al podio Carlos Rodríguez, el sencillo andaluz de 23 años que se destapó en la pasada edición, robando todos los focos a Pogacar y Vingegaard en la gran etapa alpina de Morzine, con un sufrido ascenso al Joux Plane y un descenso a tumba abierta. Su foto entrando en la meta con unos metros de ventaja sobre los dos gallos es para enmarcar. La gran baza del ciclismo español tendrá que luchar por el liderato del Ineos con otros gallos, los de su propio corral: Geraint Thomas y Egan Bernal, campeones en el 18 y el 19. Y por las portadas de la prensa en España con otro Carlitos, Alcaraz, que defiende título en Wimbledon.
Dicen en el mundillo que las carreras las hacen los ciclistas, pero conviene detenerse en el recorrido. El Tour sin París parece menos duro sobre el papel: tiene más etapas llanas, ocho para regocijo de los velocistas, que de alta montaña, seis con cinco finales en alto, además de 60 kilómetros contrarreloj repartidos en dos parciales.
El inicio en Italia era un caramelo para anticipar el primer paso por los Alpes, más pronto que nunca con un bonito encadenado: Sestrières, Montgenevère y Galibier, (23km al 5,1% de pendiente media) aunque por su vertiente más suave, la del Lautaret, antes de bajar a Valloire. Nadie ganará el Tour en la cuarta etapa, pero alguno lo puede perder en el interminable coloso.
Después de dos jornadas llanas con previsible desenlace masivo, el viernes 5 de julio espera el segundo punto caliente de la carrera: la primera crono individual, sólo 25,3km de Nuits-Saint-Georges a Gevrey-Chambertin, pero suficientes para evaluar el estado de los favoritos al amarillo. Y después de otro día sin chicha, el domingo 7 se cierra la primera semana con 200km salpicados por catorce tramos de carreteras sin asfaltar. Ojo: Pogacar ya sabe lo que es ganar sobre tierra, dos veces en la Strade Bianche.
La segunda semana del Tour hace una incursión en el Macizo Central con media montaña camino de Le Lorian (jueves 11) y otras dos opciones para esprínters antes de meterse de lleno en los Pirineos: el sábado 13 se suben el mítico Tourmalet, otro año más muy lejos de meta, y la Hourquette de Ancizan antes de acabar cuesta arriba en Pla d'Adet (10,6km al 7,9%) y el domingo 14, Día de la Bastilla (fiesta nacional francesa), aguardan 198km y cinco puertos, mención especial al final en Plateau de Beille (15,8km al 7,9%).
Después de un largo y caluroso paseo hacia Nîmes para iniciar la tercera y última semana, el miércoles 17 hará su segunda incursión de la edición en los Alpes con tres subidas en los 30km finales: el aperitivo de Bayard, el exigente Noyer (7,5km al 8,4%) y el anticlimático desenlace en Superdévoluy. Otra etapa de transición, fuga o esprint, anticipará el tríptico alpino que definirá al campeón.
El viernes 19, etapa corta pero con pocos metros llanos y tres auténticos gigantes por encima de los 2.000 metros de altitud, una barrera tan física como psicológica para los ciclistas, por la escasez de oxígeno y el miedo a los desfallecimientos: Vars (18,8km al 5,7%), La Bonette (22,9km al 6,9% y techo de esta edición con 2.802m sobre el nivel del mar) y el final en la estación de esquí de Isola 2000 (16,1km al 7,1%).
El sábado 20, otra jornada de carácter montañoso, la última en línea de la carrera y la primera en los Alpes Marítimos, sin gran kilómetraje, pero un subibaja desde la salida hasta la llegada, con cuatro puertos habituales en la París-Niza: Braus, Turini, La Colmiane y el final en La Couillole (15,7km al 7,1%).
Por si fuera poco, el Tour que no se decidirá con un homenaje al maillot amarillo en los Campos Elíseos se luchará hasta el último metro en el Paseo de los Ingleses de Niza: meta de una contrarreloj individual de 35km que guarda los ascensos a La Turbie (8,1km al 5,6%) y Èze (1,6km al 8,1%) antes de un rápido descenso hacia la capital de la Riviera francesa, todo glamur para encumbrar al campeón: ¿Vingegaard o Pogacar? ¿Habrá desempate o un nuevo ganador? Lo sabremos el 21 de julio. Tomen asiento.