España festejó hace apenas diez días, gracias a la plata que capturó la barcelonesa Queralt Castellet en el 'halfpipe' de snowboard en los de Pekín 2022, la quinta medalla de toda su historia en unos Juegos invernales; la segunda de una mujer. Un camino que abrió la madrileña Blanca Fernández Ochoa -tristemente desaparecida en 2019- al marcar un hito del que este domingo se cumplen exactamente 30 años: los que pasaron desde que se convirtió en la primera española en ganar una medalla olímpica, tanto en Juegos de verano o de invierno.
Meses antes de la enorme eclosión que para el deporte español supusieron los Juegos de Barcelona'92, Blanca, nacida el 22 de abril de 1963 en Madrid, se convirtió en la primera medallista olímpica española. Y hasta que la pasada semana la emuló Queralt, era la única mujer que había ganado para España una medalla en unos Juegos de Invierno: la de bronce en el eslalon de esquí alpino, en los Albertville (Francia), en 1992. Un trofeo que este domingo cumple 30 años.
La medalla de Blanca, en orden cronológico la segunda de España en una cita invernal, llegó veinte años después de la que había ganado su hermano mayor, Francisco -popularmente conocido como 'Paquito'-, elevado a héroe nacional tras sorprender al mundo entero capturando el oro olímpico en esa misma disciplina en los Juegos de Sapporo'72 (Japón). El único campeón olímpico invernal español, fallecido en 2006; y a cuya imagen siempre estuvo ligada la suya.
La sobresaliente carrera de Blanca encontró inspiración inicial en la gesta olímpica de su hermano Paco. Una proeza que se produjo cuando ella contaba ocho años y que rememoró en una entrevista con la Agencia EFE en 2014, poco antes de que arrancasen los Juegos de Sochi (Rusia).
"Me acuerdo que, debido a la diferencia horaria, la carrera se vio aquí en España sobre las cuatro o las cinco de la mañana. Nosotroa vivíamos en la Escuela de Esquí, en Navacerrada. Recuerdo a mi padre gritando 'oro, oro, oro'.
Gritaban los profesores de esquí, gritaba todo el mundo. Me levanté. Todo el mundo estaba saltando y gritando", recordaba la campeona de Cercedilla.
"Recuerdo el recibimiento, cuando Paco regresó a España. Mi hermano era campeón olímpico, pero yo tardé en valorar lo que realmente había conseguido; que fue algo realmente increíble", apuntaba Blanca, cuya medalla tuvo que llegar casi por "imperativo legal", cuatro años después de protagonizar, en 1988, uno de los momentos más impactantes de toda la historia de la nieve española: cuando rozó la gloria olímpica en Calgary (Canadá); donde se cayó en la decisiva segunda manga del gigante tras haber marcado el mejor tiempo en la primera.
Los de Calgary eran sus terceros Juegos Olímpicos, después de haber competido en los de Lake Placid'80 (EEUU) y Sarajevo'84 (Bosnia-Herzegovina, de aquella en la extinta Yugoslavia). Y las ocho horas de diferencia con Nakiska, en la Alberta canadiense, provocaron que esa segunda manga, disputada en 'prime time', se convirtiera en uno de los momentos televisivos más importantes del esquí español: con su hermano Paco -al que acabaría abrazada, llorando- comentando la carrera para TVE.
La madrileña iba a retirarse después de esos Juegos, pero "entre todos, familiares, federativos, amigos e incluso el propio (Juan Antonio) Samaranch (entonces presidente del Comité Olímpico Internacional)" la convencieron para seguir, según había apuntado en otra entrevista con Efe en febrero de 2017, con motivo de las 'Bodas de Plata' de esa histórica medalla.
"Lo de Calgary fue un auténtico jarro de agua fría para mí. Venía de hacer una temporada fantástica, en la que no salía de entre las cinco primeras casi nunca. Llegué a esos Juegos con la sensación de que 'pillaba' medalla fijo. Caerme en la segunda manga cuando iba primera fue una decepción absoluta", admitía, entonces, la gran Blanca.
"A pesar de que fue duro, lo recuerdo bien. Fueron unos Juegos a los que iba muy bien preparada, psíquica y físicamente. Recuerdo mi llegada, los entrenamientos... estaba con tensión, pero con menos de lo que la gente se imagina. Llegué allí pensando que eran mis últimos Juegos, que estaba en forma y que, con el trabajo hecho, lo que fuera a ser, sería. Ésa era mi mentalidad en Calgary. Esos Juegos no salieron como esperaba, pero los recuerdo con cariño", explicaba Blanca en otra entrevista con Efe en Whistler Mountain (Canadá), en el marco de los Juegos de Vancouver 2010, a los que, al igual que hiciese años antes su hermano mayor, acudió como comentarista de televisión.
La campeona de Cercedilla comentaba que "por fortuna", los de Calgary'88 no fueron sus últimos Juegos. Y cuatro años después ganó el tan deseado como merecido bronce en el eslalon de Albertville´92, una medalla que hizo justicia a una gran carrera deportiva; y que fue la primera de una española en una cita olímpica -de verano o invierno-.
Blanca le puso la guinda a su brillante carrera en la estación de Meribel (Saboya), en una carrera que ganó la austriaca Petra Kronberger, una de las más grandes de la historia. Una prueba en la que cinco centésimas la separaron de una cuarta plaza que jamás se habría valorado en su justa medida. Y que hubiese difuminado una brillante trayectoria deportiva.
"Sí. Siempre he dicho que a mí esa medalla de bronce me supo a oro. Cuatro años después eran cuatro años más, con sus estaciones, que son durísimas, sobre todo el otoño, si entrenas sola, sin tener referencia alguna... Y, además, con el fantasma de Calgary encima", recordaba Fernández Ochoa en la citada entrevista.
"Iba con un quintal en cada pierna. Y la tensión acumulada de cuatro años, sabiendo que ésos sí que serían los últimos Juegos, pasase lo que pasase. A mí eso, físicamente, me destrozó", comentaría a Efe Blanca en los Juegos de Vancouver, los primeros Juegos a los que acudía sin presión -la de tener que competir- y en los que compartió, desde otra óptica, muchas cenas con los enviados especiales de la prensa española.
"Tuve síntomas extraños: insomnio, me vino la menstruación cuando no me tenía que venir... tuve una herida en el labio que también se me fue tarde, cosas así. Era una tensión que había acumulado durante tanto tiempo que, al soltarla, provocó que sucedieran cosas extrañas", añadía.
"La medalla de Albertville fue un pago a la persistencia, al sacrificio. El trabajo siempre paga. Y cuando te caes, tienes que levantarte. Siempre. No importa las veces que te caigas. Lo importante es que te vuelvas a levantar", comentaba a Efe Blanca, que hasta que batiese su récord la andaluza María José Rienda -la primera mujer que ocupó el cargo de secretaria de Estado para el Deporte- fue la española con más triunfos en la Copa del Mundo de esquí alpino.
Su primer triunfo en la competición anual de la regularidad del deporte rey invernal llegó en el gigante de Vail (EEUU), en 1985; y luego ganó tres veces en eslalon: las de Sestriere'88 (Italia), Morzine'91 (Francia) y Lech'92 (Austria). Sus cuatro victorias sólo fueron superadas catorce años después, cuando Rienda elevó a seis el récord histórico español de triunfos en esa competición. Pero nadie nacido en España iguala, en cualquier disciplina de nieve, los veinte podios (todos en gigante y eslalon) que firmó Blanca en la Copa del Mundo. Y tuvieron que pasar 26 años hasta que dos de sus compatriotas lograran emular su actuación olímpica de Albertville.
Hace cuatro, en los Juegos de PyeongChang (Corea del Sur), el ceutí de la federación andaluza Regino Hernández fue bronce en el boardercross de snowboard, y el madrileño Javier Fernández capturó idéntica medalla en el patinaje artístico.
En los de Pekín 2022, que se clausuran este domingo, Queralt elevó a cinco la exigua nómina de trofeos olímpicos del deporte invernal español y se convirtió en la segunda mujer en entrar en esa relación. La primera de toda la historia de España -tanto en Juegos de verano, como de invierno-, la gran pionera, fue Blanca: su legendario bronce olímpico cumple este domingo treinta años.