Después de que el belga David Goffin lanzara la señal de alarma por el creciente mal comportamiento del público durante Roland Garros, los organizadores anunciaron la receta para combatirlo: prohibir el consumo de alcohol en las gradas.
La ex número 1 del mundo Amélie Mauresmo, al frente del torneo, aseguró además que serán implacables contra quienes superen los límites y falten al resto a los jugadores.
En ese sentido, ha enviado un mensaje a los jueces de silla para que sean taxativos y ordenen la salida de todos los alborotadores.
Pero la medida más simbólica, la que más ha dado que hablar, ha sido la de imponer la ley seca. "El alcohol estaba autorizado en las tribunas, no en todas. Pero esto se ha terminado", dijo Mauresmo.
La exjugadora no podía quedarse sin hacer nada a medida que proliferaban las críticas sobre el ambiente, cada vez más bullicioso, de algunas canchas. En particular, cuando había un francés en la pista.
El detonante fueron las declaraciones de Goffin tras haber derrotado en cinco sets al francés Giovanni Mpetshi Perricard, que llegaba con el título de Lyon recientemente conquistado.
"Esto pronto va a parecer un partido de fútbol, con bengalas y hooligans peleándose en las gradas", aseguró el ex número 7 del mundo, que señaló que un espectador le escupió un chicle.
Mauresmo reconoció haberse visto afectada por lo que sucedió en aquel partido, en el que "se superaron los límites", y explicó que la excitación en las gradas ha ido en aumento tras la pandemia de covid, que impidió a los espectadores acudir a eventos y ahora "el público ha vuelto con más fuerza, con más sed de vivir este tipo de emociones".
Goffin cayó este jueves contra el alemán Alexander Zverev y agradeció que la dirección tomara decisiones para combatir ese "ambiente malsano".
"Ni siquiera sabía que se vendía alcohol y no sé si ese era el problema, pero agradezco a Amélie que haya intervenido", dijo.
El belga reveló también que tras haber hecho sus primeras declaraciones, "todos los compañeros han venido" a apoyarle.
Si Goffin fue el que provocó la reacción, antes que él, el monegasco Valentin Vacherot estalló contra los espectadores. El jugador había superado la fase de clasificación dejando fuera al galo Gabriel Debru y tuvo que soportar un ambiente similar al de Goffin en la misma pista.
"No dije nada durante el partido, pero lo pasé mal. Me temblaban las piernas y las manos durante todo el partido", dijo el jugador, que celebró de forma poco elegante su victoria: "Se me fue un poco la mano después de tanta tensión".
El ambiente en la Philippe Chatrier es más académico, pero según muchos protagonistas difiere mucho del que se vive en otros Grand Slam, a años luz de la sensación catedralicia en la central de Wimbledon.
Djokovic ha sufrido en sus carnes algún momento de dificultad. El serbio, el tenista que más Grand Slam tiene en su haber, no ha logrado convencer a los franceses, que no han ocultado su devoción por el español Rafael Nadal, catorce veces ganador en su torneo.
El juego que se trae con el público está lleno de insinuaciones. No duda en dejar alguna pulla cuando, desde la pista, se dirige a los espectadores tras ganar. "Es normal que animen al otro, era francés", dijo tras superar su primera ronda contra Pierre-Hugues Herbert.
"Son muy apasionados, he tenido romances con ellos y partidos difíciles (...) Puede que por momentos se comporten mal, pero forma parte del deporte. Nos somos el fútbol o el baloncesto, pero también nos gusta un buen ambiente", dijo el serbio, que destacó que las cosas son diferentes en Wimbledon, "un lugar de historia, de cultura, de tradición".
Diferente es la relación con Swiatek, ganadora de las dos últimas ediciones y que busca su cuarto título en el que no duda en considerar su torneo favorito.
Pero tras levantar una bola de partido contra la ex número 1 del mundo japonesa Naomi Osaka no pudo contenerse y se quejó del ruido que procede de la grada durante el partido.
"Lamento tener que decirlo, porque tengo mucho respeto por vosotros, pero si gritáis durante el partido es difícil concentrarse", dijo la polaca desde la pista tras superar la segunda ronda. "Espero que no dejéis de quererme", agregó.
El chileno Nicolás Jarry también se mordió la lengua tras caer contra el francés Corentin Moutet.
Entre ellos había ya una vieja historia. El galo le derrotó en la final del pasado torneo de Santiago y se quejó de la grada tras el partido. Cuando el sorteo le emparejó con el chileno en París, lanzó un llamamiento a los aficionados franceses para devolverle el recibimiento. Y Jarry cayó en medio de una tormenta de abucheos.
"No quiero hablar de esas cosas", dijo el chileno tras el partido, en el que a duras penas podía ocultar su frustración un año después de haber alcanzado los octavos de final y pocos días después de haber disputado en Roma su primera final de un Masters 1.000.
No todos los jugadores opinan igual. El belga Zizou Bergs asegura que esos ambientes elevan su moral.
"Cuando cantan La Marsellesa me quedo con ganas de unirme a ellos. Mi sueño no es ganar Roland Garros, es jugar en este tipo de ambientes", afirma.