La final femenina de Roland Garros tendrá un poco de generacional, aunque ambas contendientes, la polaca Iga Swiatek y la estadounidense Coco Gauff, han nacido en el siglo XXI y representan el mejor tenis que se ha visto en la tierra batida parisiense.
Pese a que solo hay tres años entre ellas, entre los 21 que cumplió el pasado martes la de Varsovia y los 18 que tiene desde marzo pasado la de Atlanta, encarnan cierto salto en lo que a la breve historia del tenis femenino se refiere.
Swiatek, número 1 del mundo, ganadora de casi todo lo que ha jugado esta temporada, con solo cuatro derrotas en su espalda, intratable hasta para arrebatarle un solo set, es el "statu quo" frente a una insolente Gauff, que tras llegar a la final sin perder un set se ha garantizado ya regresar el top 20 y que disputa la primera final de un grande tras años de ser la precoz en todo.
¿Lo será también en ganar un Grand Slam? De hacerlo, sería la más joven desde que Maria Sharapova levantó el Wimbledon de 2004 mes y medio después de cumplir los 17 y volvería a situar los focos sobre ella, como cuando en 2018 se convertía en la ganadora más joven de Roland Garros júnior desde Martina Hingis un cuarto de siglo antes.
Unos meses más tarde era la más joven en entrar en el cuadro final de Wimbledon y, aunque su carrera frenó un poco cuando empezó a medirse a las mejores, siempre ha llevado el cartel de la tenista del futuro colgado en su espalda.
Esta edición de Roland Garros puede ser la del despegue definitivo de esta admiradora de las hermanas Williams, que a los diez años enseñaba ya sus cartas cuando anunciaba que quería "ser la mejor jugadora de todos los tiempos".
O cuando, hace unos días, tras superar a su compatriota Sloane Stephens en París, escribía en la cámara de televisión a la salida de la pista: "Soñar en grande".
A eso se parece su próximo desafío, derribar a una jugadora que encadena 34 victorias consecutivas y que busca su segunda corona en París, dos años después de haber logrado la primera con una soltura que paralizó al circuito, que parecía que asistía a la eclosión de la tenista de los próximos años.
Es cierto que después, lejos de la arcilla, sus resultados no han sido tan espectaculares y que el año pasado en París tropezó en cuartos de final, pero desde que comenzó el año y tras la retirada de la australiana Ashley Barty, con lo que heredó el 1 del mundo, no parece que haya rival a su altura.
Solo cuatro le han hecho hincar la rodilla y de la última hace ya cuatro meses, tiempo en el que la polaca se ha embolsado cinco títulos y está a un triunfo de igualar la mejor racha de victorias consecutivas en el siglo XXI, las 35 que consiguió en 2000 Venus Williams.
Cierto que Swiatek, admiradora irredenta de Rafa Nadal, se dejó un set en octavos y que por el ambiente de Roland Garros planeó durante un rato la tragedia, el miedo asomó a sus ojos y los espectadores se preguntaron si la presión no se cobraría la piel de la polaca.
Pero de aquel tropezón sacó más fuerzas y ahora afronta el desafío último, el de una adolescente que se parece demasiado a la Swiatek de 2020 como para no ser tenida en cuenta.
La estadounidense, que unas semanas antes de llegar a París obtuvo su diploma, no acabará su participación el sábado, ya que el domingo jugará también la final del dobles junto con su compatriota Jessica Pegula.
Y, si gana el torneo femenino, el lunes entrará por vez primera en el top 10.