Bardet, una historia de principios y finales
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Bardet, una historia de principios y finales

Bardet, una historia de principios y finales
Romain Bardet celebra el triunfo al cruzar la meta/EFE/EPA/GUILLAUME HORCAJUELO

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El Tour escribe historias increíbles y en la primera etapa de su edición de 2024 el protagonista fue el francés Romain Bardet, que se impuso en Rimini para vestirse por vez primera de amarillo, a sus 33 años, en su última participación en la carrera que le dio más gloria y más frustraciones.


Fue una gesta de principios y de finales. De primeras veces, como el maillot amarillo que se le había negado en sus diez anteriores participaciones, cuando venía obsesionado con dárselo a su país en el podio de París, el sueño que se escapa desde que lo consiguiera Bernard Hinault hace 39 años.


Y de últimas, porque el francés nacido en Brioude, en la rocosa Auvernia francesa, lo hizo en el año en el que dirá adiós a la carrera, pero también en el último suspiro de una agónica escapada que solo triunfó por 5 segundos.


"La adrenalina nos ha ayudado", reconoció Bardet, que contó con la complicidad de su compañero de equipo Frank van den Broek, superviviente de la escapada del día, que lo dio todo para que su veterano compañero pudiera cumplir un sueño: "Es un maillot compartido", dijo el francés en agradecimiento al neerlandés.


"Cuando quedaban cinco kilómetros he empezado a tener calambres, con el calor ha sido un infierno. Pero me decía que con la renta que teníamos (apenas un minuto) podíamos llegar y se lo he trasmitido a Frank, que teníamos que pelear hasta el final", aseguró.


Dos podios, mucha frustración

La emoción se podía ver en la cara de Bardet, un ciclista que coleccionaba jarros de agua fría en las carreteras francesas, salpicados de algún mérito, como su segundo puesto en 2016 y el tercero de 2017, siempre a la sombra del británico Chris Froome.


Un gran palmarés para muchos pero insuficiente para un francés que, como Thibaut Pinot, se estrelló contra la ambición de todo un país.


"Hasta este año, cuando venía al Tour era como entrar en un túnel", confesó el de Auvernia tras la victoria en Rimini. "Hoy que corrido como a mi me gusta, liberado, buscando mis propias sensaciones", afirmó.


"Son las paradojas de la vida", dijo el corredor, conocido en el pelotón por su gusto por la lectura, la cultura, por ser un intelectual, flamante diplomado en una escuela de comercio. "Cuando ya había dado la espalda a la general, me llega el maillot amarillo", señaló el ciclista del DSM, que confesó que afronta esta edición "de forma totalmente diferente, relajado, listo para darlo todo". "Pero sin venirme abajo si las cosas no salen bien", apostilló.


"El destino ha querido que ahora tenga la cumbre de mi carrera, de mi madurez", aseguró el corredor, que confirmó que el año próximo tras la Dauphiné, la última gran carrera en el calendario antes del Tour, se bajará para siempre de la bicicleta.


Un Bardet exultante pero cambiado, que ni siquiera se dejó llevar por la euforia y no recogió el guante que le lanzaron los periodistas: marcarse el reto de llevar el maillot amarillo hasta la cuarta etapa, cuando el Tour regresará a tierras francesas.


"Lo veremos, no me obsesiono. Lo que sí tengo claro es que para mi ya no es un objetivo", dijo.


No lo era ni siquiera en la salida de Florencia, aunque había advertido a sus directores: "Es hoy o nunca".
"Si no lo conseguía hoy mi objetivo era dejarme 20 minutos en la general para poder pelear por etapas", destacó el francés, que ya contaba con tres en su mochila, todas ellas conseguidas en solitario y en etapas de alta montaña.


Las dos primeras en los Alpes, en Saint-Jean-de Maurienne en 2015 y en Saint-Gervais-les-Bains al año siguiente, que le permitió encaramarse al segundo puesto de la general a dos días de la llegada a París.


La tercera fue en la cima pirenaica de Peyragudes, que le permitió alcanzar al final la tercera posición.


En 2018 acabó sexto y al año siguiente se tuvo que conformar con acabar como líder de la montaña, el único maillot de ganador que hasta ahora había vestido en el Tour.


Precisamente ese era el que había prometido esta mañana a su hijo Angus, de cuatro años, según confesó. "Pero al final le llevo el gordo", agregó con una gran sonrisa de satisfacción. El colofón de una historia de principios y finales.

Bardet, una historia de principios y finales

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