OPINIÓN | El tren del Mundial
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OPINIÓN | El tren del Mundial

OPINIÓN | El tren del Mundial
Lionel Scaloni

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A Lendoiro durante sus insuperables (en tantas cosas) años como presidente del Deportivo le gustaba hablar de “los silencios de las ciudades en guerra” para ejemplificar clamorosas esperas. Así andamos en torno al Mundial 2030, gigantesco desafío para A Coruña sobre el que estamos a un mes de que se tome una decisión trascendental para el futuro de la ciudad. La tesitura adquiere un carácter tan vital que obliga a colegir que nada ni nadie está parado, que se sucede ese “juego callado” que tanto gustaba al expresidente.


La oportunidad es tan palmaria que parece complicado entender que a este lado del Pasaxe haya quien defienda que A Coruña debe quedarse al margen del gran escaparate mundialista, una ciudad que además durante mucho tiempo se acostumbró a pensar en grande. Así se construyó la mejor Coruña, con el efecto multiplicador de un carácter intrépido alejado de la demagogia de quienes no perciben que invertir recursos es el camino para generar prosperidad y desarrollo.


La presencia de la ciudad como titular en ese once mundialista seleccionado por la Federación Española de Fútbol es la llave para que A Coruña abra las puertas del siglo XXII con una renovación de infraestructuras que trascienden de lo deportivo, con una proyección que la conviertan en un destino referencial en el noroeste peninsular. ¿Hay otras opciones? Por supuesto, las de la atonía de quienes se dejan llevar sin asumir retos o se entregan a la comodidad de transitar por la vida sin dejar un sello. El Mundial es a día de hoy la coyuntura que ofrece un proyecto de ciudad en un entorno que necesita esa agitación.


En ese punto, Riazor juega un papel esencial. El estadio, su ubicación al final del camino más bonito del mundo, debe ser el gran ágora sobre el que gravite el crecimiento de una ciudad que se integre en el circuito de los grandes eventos deportivos y no deportivos. A sus 80 años, el estadio tiene la oportunidad de rejuvenecer para ser algo más que un campo de fútbol, un enfoque que ya toman ciudades de tamaño medio parangonables a la nuestra. Sí, también las vecinas.


El Mundial al que oposita Coruña no son dos partidos entre Nigeria y Chile o entre Eslovenia y Uzbekistán. Son cinco eventos en 2030, con unas opciones de movilidad y proyección muy diferentes a las de 1982, experiencia que por cierto no fue en absoluto nociva para la ciudad. Es un evento global en un mundo muy diferente, una oportunidad pintiparada para subirse a un tren reservado a unos pocos elegidos. Es el momento de que haya una unidad de acción, que la colaboración y la altura de miras broten en beneficio de la ciudad para que no se quede en una vía muerta. Así lo han entendido en San Sebastián y en Las Palmas. O en Zaragoza, donde la colaboración público-privada va de la mano hacia un proyección que cifra el impacto económico del evento en no menos de 350 millones de euros. Y nada terminará cuando se juegue el último partido del Mundial. Ahí empezará otro partido.

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