A simple vista, puede parecer que Dani Barcia no tiene talla de defensa central. El pasado sábado ante el Burgos evidenció que sí, la tiene. En el fútbol de hoy en día todo se sabe. El conjunto burgalés lo dejó patente desde el inicio, buscando en dos pelotazos largos al canterano deportivista, el joven debutante en la defensa que quizá acuse los nervios. El cambrés salió ganador de los duelos aéreos con un delantero de la estatura de Edu Espiau, que no es poca cosa.
Lo que sí sabíamos es que Dani Barcia tiene condiciones de central moderno. Su capacidad para jugar el balón en el inicio de la jugada es incuestionable, tanto en corto como en largo. Eso vale un potosí para cualquier entrenador en los tiempos que corren. Y más, para Imanol Idiakez, que no retira una sola ficha a su all in con ese estilo.
Barcia ha cumplimentado toda su formación en Abegondo. Desde benjamines hasta el primer equipo, incluidas las preceptivas temporadas con la camiseta verde del San Tirso, equipo B deportivista en infantiles y cadetes. Desde siempre ha hecho gala de una transformación alucinante en el terreno de juego, donde alcanza una concentración que, por contra, le cuesta encontrar en el día a día. Difícil de olvidar la escena que dejó en un partido de pretemporada en Vilalba, cuando se plantó en A Madalena en solitario, antes que la expedición. Dani llegó tarde a Abegondo. El autocar arrancó sin él y su madre tuvo que llevarlo a la Terra Chá en su coche. De camino adelantaron al autocar por la A-6. Entró en el recinto y se dirigió a la puerta del vestuario. Como si nada extraño hubiese sucedido.