Una rivalidad absurda
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Una rivalidad absurda


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Todos sabemos que hay multitud de rivalidades en el fútbol. Por ser el mejor equipo de la ciudad, de tu región, de tu comunidad, o por ser el mejor del país, como es el claro ejemplo del Real Madrid y el Barcelona. Nosotros tenemos, por supuesto, nuestro eterno rival, como no podía ser de otra manera. Y luego tenemos mejor o peor relación con otros equipos gallegos. Mucho se habla del derbi ante el Racing, sobre todo estos últimos años que nos hemos enfrentado tantas veces, pero la realidad es que nunca hay que lamentar ningún incidente, afortunadamente. Tan sólo la tensión del partido y poco más. Luego están las rivalidades y/o enemistades que se han forjado por algún hecho determinado, como la que tenemos con el Valladolid desde aquella semifinal de Copa de 1989 o la que tuvimos con el Valencia desde el famoso partido de 1994. Y también hay los casos contrarios, claro. Desde hace unos años nos caen muy bien los del Unionistas. Tantos años jugando en la misma categoría que el roce ha hecho el cariño. Eso y que son buena gente. Tanto que hasta les hemos invitado al Teresa Herrera para meterles cinco.


Estas rivalidades no están nada mal. A todo hay que echarle sal y pimienta en esta vida. Y mientras no haya violencia todo va bien. No pasa nada por recordarles a nuestros eternos rivales que las únicas copas que han visto en su vida es cuando han pedido un gin tonic en un bar. El problema es cuando no hay cachondeo y sí violencia… Y que esta se acabe enquistando cuando determinados equipos se enfrenten. 


Y me explico: esta semana pasada jugamos contra el Málaga. No tenemos ninguna proximidad geográfica con ellos. Tampoco cuentas pendientes. Es verdad que hace cinco años jugamos una promoción de ascenso contra ellos, pero eso no es motivo de animadversión alguna, porque si no nos llevaríamos mal con medio mundo. Hubo tensión en esos partidos, pero es lo normal por lo mucho que estaba en juego. También hemos jugado eliminatorias de ascenso contra el Linares, el Albacete o el Castellón y no por eso les odiamos ni creo que ellos nos odien especialmente. Pues bien, el partido Deportivo-Málaga fue declarado de alto riesgo. Me pregunté el porqué y pronto entendí que era por los cafres con aspecto de ser humano del Frente Bokerón. Unos energúmenos que posiblemente ni sepan el motivo del nombre de su agrupación ni jamás hayan oído hablar del bueno de “Boquerón” Esteban. Unos tarados que el año pasado, en Primera RFEF, ya la liaron en San Fernando, en Granada y en Córdoba. Y posiblemente en algún lugar más. Unos salvajes que este fin de semana han provocado que el Cádiz-Málaga también haya sido declarado de alto riesgo. Y ese era el motivo de que el partido fuera de alto riesgo: la presencia de esta gentuza. En otro momento habría que hablar de los fallos en el dispositivo de seguridad. Pero en lo que yo quería hacer hincapié es en el aspecto futbolístico.


Me sorprendió mucho –para mal– el hecho de que el Málaga fuera recibido con una sonora pitada de todo el estadio cuando salieron sus futbolistas a calentar. No hay que mezclar al club con esos ultras. Es más, ni siquiera hay que pensar eso de su afición. Los seguidores del club malacitano son de lo mejor que se puede encontrar hoy en día en España. Las han pasado canutas como nosotros. Se han encontrado con un jeque que les puso un caramelo en la boca, se lo quitó al instante y luego les llevó a la ruina. Han caído al pozo como nosotros y sólo han tenido un poquito de suerte más que nosotros y han podido salir a las primeras de cambio. Han aguantado carros y carretas y siempre han estado ahí, apoyando a su equipo y llenando La Rosaleda todos los fines de semana aunque el rival sea el Antequera o el Intercity. Y si no han batido récords de asistencia es porque nosotros hemos sido todavía mejores. En definitiva, un club y una afición digna de todo elogio y con los que tenemos más cosas en común de las que parece.


No me gustaría que desde ahora los partidos entre Deportivo y Málaga sean broncos, con silbidos al contrario y que se cree una rivalidad sin ningún motivo. Lo peor que podemos hacer es que los salvajes consigan su objetivo, que es crear enemistad. La semana pasada ya pudimos verlos: iban todos de negro, ni una camiseta malaguista ni un elemento colorido que sí traen otras aficiones. Sólo ganas de buscar bronca, destrozar bares y saquear gasolineras. La pena es que mucho me temo que encima todo esto quedará impune. Pero por lo menos no les demos el gusto de enfrentar a dos aficiones ejemplares.


La rivalidad que sea contra los del sur, pero no de la península. Y siempre sin cafres.

Una rivalidad absurda

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