El balón voló después del remate de Panichelli y se colaba irremediablemente en la portería blanquiazul hasta que, una vez más, apareció de la nada Helton Leite. Era el tiempo de descuento y el Deportivo se veía sufriendo para rescatar un punto después de un mal partido. El guardameta se levantó y en su cara se dibujaba una gran sonrisa. Se lo estaba pasando bien.
Podría ser un hecho puntual. Podría ser una reacción natural de un veterano de mil batallas que sabe lo que es vivir asedios en partidos grandes con el Benfica o en campos temibles de Turquía. Pero la realidad es que es también una cualidad que Óscar Gilsanz ha conseguido imprimirle a este Deportivo. Un grupo que, ahora sí, es capaz de disfrutar sufriendo.
Fue uno de los primeros déficits que detectó el técnico de Betanzos cuando asumió el cargo. Lo que le costaba al equipo pasar tiempo defendiendo. Lo incómodo que se mostraba cada vez que el rival conseguía tener el balón y empujar a los blanquiazules hacia su propia portería. Ahí llegaban los errores que tantos puntos costaron durante la primera vuelta.
Poco a poco, todos se han ido concienciando de que nadie en el fútbol de hoy en día se pasa los 90 minutos atacando. Que hay momentos en los que toca pasarlo mal y achicar agua. Que hay momentos en los que una defensa del área puede celebrarse tanto como cualquier gol. Y que hay momentos en los que toca levantarse después de uno de esos grandes esfuerzos y sonreír. Porque como demostró Helton en Anduva, también es sano de vez en cuando saber reírse en la cara del peligro.