Llega el Deportivo a su primer examente de septiembre, toda una reválida, como dice el argot estudiantil boomer. No ha sido el mejor comienzo de temporada: un primer partido en casa de dominio esteril, un segundo encuentro a domicilio en el que se escapó un punto a balón parado en el tiempo añadido y un tercero en el que llegó una ansiada (y desde luego merecida) primera victoria.

Tampoco ha sido el mejor inicio para el rival de turno. Un Granada que viene de Primera, con mucho músculo económico y con jugadores de alto nivel. Se llevó los tres puntos de A Malata, en la segunda jornada. Pero perdió los otros dos encuentros, en su Nuevo Los Cármenes, frente a Albacete y Huesca. Hoy afronta su tercer partido en casa en cuatro jornadas. Una nueva derrota podría provocar un terremoto en la capital nazarí. A la sombra de la Sierra Nevada ya hay ciertos nervios. Diez temporadas en Primera División en la última década y media derivan en una alta exigencia sobre el equipo.

Por si fuera poca presión, el alto nivel de la plantilla también juega en su contra. Disputar la Segunda División y disponer de internacionales en tu plantilla te convierte automáticamente en víctima del virus Fifa. Guille Abascal no podrá contar con tres futbolistas capitales, convocados por sus respectivas selecciones nacionales.

El Dépor debe intentar explotar todas esas carencias y debilidades. A la receta habitual de Imanol Idiakez, tener el balón, los blanquiazules deberían añadir la paciencia, porque el paso de los minutos también debería jugar en contra del Granada.