Todos disfrutamos, sufrimos y vivimos con pasión las temporadas del Dépor. Pocas cosas están tan unidas a la esencia coruñesa como el Deportivo. Esa sensación de identidad, de orgullo de lo propio, de defensa contra viento y marea de nuestras peculiaridades es y será parte de la bandera blanquiazul. Desde cuando se luchaba en los mejores campos de Europa hasta cuando el Tarazona te empata en el último minuto. Desde Primera RFEF hasta Primera División (o donde toque, que a nadie le quepa duda). La masa social del Deportivo seguirá empujando hasta que el equipo llegue y se asiente donde merece. Es religión.
Y aprovechando que dxt campeón me permite expresar mi opinión en estas líneas, quería también destacar algo que me parece increíble y que se repite con la afición del Dépor. Con los viajes que hacemos con Radio Coruña para seguir los partidos del Dépor (os recomiendo escucharnos, porque estamos donde hay que estar para narrar los partidos), cada vez nos encontramos Fran Hermida y yo más casos como el que os cuento: deportivistas que nada tienen que ver con Galicia. Deportivistas que no tienen familia que sea del Dépor. Gente que se hizo del equipo blanquiazul porque se enamoró del SúperDépor, o porque la historia del Dépor le encandiló. Hay casos en toda España. Desde la mítica Anita Guerra, una segoviana que preside la maravillosa peña Chamberí (una de las más viajeras), una agrupación llena de deportivistas como Nacho, un chico de Torrejón que un día dijo que quería ser del Dépor y se enfundó la blanquiazul para siempre. Y no para de hacer kilómetros. O Soble, un madrileño que hasta se pintó el pelo con los colores de la piña y es un absoluto fiel a la religión blanquiazul y sin acento gallego. Por supuesto, destaco también a la Peña Al sur de Riazor, con Toni, un granadino que se enganchó a la pasión deportivista sin vínculos previos y que mueve una agrupación a mil kilómetros de Riazor, que siempre está con el Dépor. En Granada vimos el poder de convocatoria que tuvieron con una fiesta estupenda en la previa del partido en Los Cármenes. En Albacete, también este fin de semana, conocí gente similar que venía de Valencia, de Murcia o de Albacete mismo... ¡Impresionante!
Pero el motor de una ciudad en cuanto al deporte no se mide sólo por el fútbol. Aunque éste sea el deporte rey. Un tejido polideportivo es necesario y recomendable. En los años de bonanza del Dépor de Augusto mirábamos con envidia a ciudades como Valladolid, con el mítico Fórum de baloncesto, el balonmano con el BM Valladolid o el Pucela en Primera. Un lujo que ahora empezamos a tener también aquí en A Coruña con el Básquet Coruña. La ciudad necesitaba una demostración como la del inicio de la ACB en el Coliseum. La muestra de un éxito rotundo y de ver cómo de la mano, Concello y club lucharon hasta hacer realidad la delicia que se vio en la cancha. Una estructura de primer orden para empujar al baloncesto coruñés a asentarse en la élite. El Básquet Coruña tiene así la oportunidad de llegar, por fin, al gran público. Esa gente, la del baloncesto, la que no había encajado hasta el momento con el equipo naranja, siempre estuvo ahí. Es cierto que de una forma u otra, el Básquet Coruña no había sido capaz de conectar con el mundo del baloncesto de la ciudad. La ACB es el motor que lo ha permitido. Y el resultado del estreno es la leche. Nunca mejor dicho. ¡Que dure el sueño! Y estoy seguro de que esto no va a decaer, porque en A Coruña defendemos como nadie lo nuestro.
Y por último, no se puede olvidar nadie del Liceo. En una ciudad de hockey, la Galia liceísta lucha con orgullo por los títulos contra una legión de equipos catalanes en España; y portugueses, franceses o italianos en Europa. Y este año lo hace con el Liceo más ‘koruño’ posible. Con fichajes de la casa y con llegadas ilusionantes. Dirigido el equipo por el mejor entrenador que tiene Galicia, Juan Copa. El Liceo nunca nos ha fallado. Y la ciudad tampoco puede olvidarse de los verdes ahora. Hay hueco, y de sobra, para darle cariño y respaldo. La primera prueba, este fin de semana con la Supercopa. ¡Forza Liceo y viva el deporte coruñés!