Hubo un tiempo que muchos de nosotros anhelábamos que un mecenas o un jeque árabe de esos que no saben el dinero que tienen se hiciera cargo de nuestro RC Deportivo. En realidad era un anhelo de muchos aficionados al fútbol, no solo de los deportivistas. Veíamos como un buen día llegaba un multimillonario ruso al Chelsea y se gastaba cantidades indecentes de dinero para fichar a los mejores jugadores y lograr liderar la Premier y, años más tarde, ganar la Champions. Veíamos también como a un equipo de Manchester que luchaba por no descender o por ascender al año siguiente y que vivía a la sombra del United le llegaba otro jeque de esos y le convertía en el imperio que ahora conocemos. Y ya, para terminar los ejemplos, la llegada de otro multimillonario de esos al Paris Saint Germain, que entonces vivía a la sombra del Olympique de Lyon y que también ha pasado a aburrirse de ganar ligas en su país y al que solo se le resiste la Champions.
Y esos jeques, esos multimillonarios y esos mecenas llegaron al fútbol español. Al principio todo eran alegrías, ilusiones y promesas infinitas, pero la realidad es que en la casi totalidad de los casos ha sido un auténtico fiasco. El caso más sonoro es del jeque Al Thani, que el primer año se hinchó a fichar figuras (Joaquín, Cazorla, Isco, Toulalan, Van Nistelrooy...) y al año siguiente, tras entrar en Champions, se cansó del juguetito y los vendió a casi todos. La situación actual del Málaga ya la conocen: intervenido judicialmente y hasta llegaron a pisar el barro como nosotros. Un año solamente, eso sí.
Otros casos de fiascos los tuvimos en el Racing de Santander con aquel indio llamado Ali Syed y su sospechoso séquito o con aquel showman argentino llamado Marcelo Tinelli que llegó al Badajoz prometiendo el ascenso a Primera de forma inmediata, que llenó el club de compatriotas suyos de medio pelo y que desapareció un año después. Más cercano tenemos el caso de Peter Lim en el Valencia, que hace 10 años aterrizó en el club levantino ilusionando a todo el mundo y que ahora no saben cómo quitárselo de encima. Otros casos como los inversores chinos del Español y el Granada tampoco han conseguido impulsar a ninguno de los dos clubes. Y hay más casos, pero con estos ya es más que suficiente.
Hoy jugamos contra un equipo adquirido por uno de esos jeques. Este tal Turki Al Sheikh –he tenido que mirar cuatro veces el nombre para escribirlo bien– es hasta ministro de su país y, todo hay que decirlo, en los cinco años que lleva como propietario del club ha demostrado compromiso en forma de inversión económica y tiene un director general, Mohamed El Assy, que es la cara visible de la propiedad. El año pasado invirtió nada menos que 52 millones en fichajes para crecer en Primera División. Los caprichos del fútbol luego quisieron que la temporada del Almería fuera desastrosa hasta el punto de que tardaron 29 jornadas en ganar un partido, pero el compromiso del jeque con el Almería está ahí. Y otro detalle muy típico de los que llegan poniendo pasta y quieren resultados inmediatos: el bueno del jeque tuvo hasta tres entrenadores en su primer año y llegó a tener cuatro la temporada pasada. Solo Rubi parece haberle tomado la medida a la paciencia del jeque y es el que más le ha durado y el que lo entrena actualmente, aunque su inicio de temporada no haya sido el deseado.
Miedo me da que algún día nuestro RC Deportivo pueda caer en manos de algún jeque o de algún elemento de estos. Yo, desde luego, estoy muy satisfecho con la propiedad actual, sinceramente.