H ace ya unos cuantos años estábamos un sábado unos compañeros de trabajo en la oficina haciendo unas tareas extraordinarias que teníamos encomendadas cuando en medio de una charla que teníamos entre nosotros una compañera dijo que al día siguiente, domingo, tenía una comida en casa de sus suegros y que le apetecía entre cero y nada, pero que tenía que ir porque ya en otras ocasiones le había dado un montón de excusas a su marido y ya no quedaba más remedio que ir. Pues bien, poco después llegó el jefe y nos dijo que habría que terminar los trabajos al día siguiente, y que si no nos importaba venir ese domingo a la oficina en horario de 13 a 15 horas. Mi compañera se echó a reír. Volvía a tener la excusa perfecta para librarse de la comida de sus suegros. Al final creo que no lo consiguió. Su marido la vino a buscar a las 3 a la oficina, se marcharon a casa de sus suegros y encima tuvo que soportar ver la cara de éstos porque iban a empezar a comer a las cuatro de la tarde.
Hoy es un día estupendo para los que tenían alguna comida poco deseada. Se excusa uno diciendo que ya había quedado con otra gente para ir a Riazor y listo. Sin embargo, para la mayoría de nosotros, el horario de hoy es de todo menos agradable. No hay tiempo para el vermú o las cañas de aperitivo ni tampoco para hacer una comida tranquila de domingo. Los que sean creyentes lo tienen más fácil, van a misa de 12 y luego para el fútbol. Se pierden también el aperitivo de después de misa, eso sí. Y para los que vivan fuera de la ciudad pues ya ni les cuento. Salen a media mañana casi después de desayunar y no regresan a casa hasta las cinco, por lo menos.
Lo único bueno que le encuentro al partido de hoy a las dos de la tarde es que me va a recordar un montón a aquellas jornadas finales del Teresa Herrera con sus bocadillos, sus empanadas y todo aquello. Aún recuerdo cuando mi madre me hacía un buen bocata, me ponía una pieza de fruta, un tigretón y un zumo de aquellos que venían con una pajita pegada al envase. Hoy me imagino que iré sólo con el bocadillo, que lo de los tigretones me encantan pero mi organismo ya no los tolera igual. Y ya me cogeré algo de beber en el estadio. Hoy también sería un día en el que el Munín de Rubine hubiera hecho el agosto vendiendo aquellos inmensos bocadillos de jamón serrano y queso, aunque me imagino que los locales que hay por la avenida de Buenos Aires serán los que hoy tendrán unas buenas ventas.
Una lata este horario de las dos de la tarde. A mí particularmente no me gusta. Estos años que estuvimos en Primera RFEF veíamos cómo había partidos de Primera y Segunda a esta hora, pero hasta que no nos ha tocado a nosotros no nos hemos dado cuenta de lo que es. Si juegas a las 12 acabas el partido y te vas a comer. Y si juegas a las 16.15 comes pronto y te vas al campo. Pero esto de las dos no es ni una cosa ni la otra. Es que ni tiempo tienes para el vermú. Esperemos no volver a tener este horario. Al menos en casa. Si es fuera pues que apechuguen otros.
Hoy no nos da tiempo a tomar el vermú ni podremos tener una reposada comida de domingo. Nos alimentaremos a base de bocadillos y poco más. Lo que pasa es que si ganamos todo nos dará igual. Ya cenaremos bien.